Resulta muy difícil realizar análisis sobre elecciones cuando no se comprende el voto ciudadano. Y yo confieso que no lo comprendo. He entendido la estrategia del PP y su magnífica campaña “ayusista”, pero eso no quiere decir que comprenda ese nacionalismo madrileño, que se ha ido fomentando desde los sentimientos más exacerbados e insolidarios, y que ha calado de forma tan sólida.
Y no soy la única que no entiende el sentido del voto (repito, estrategias y campañas aparte) porque son muchos analistas que, desde hace tiempo y pese a ver la ola de Ayuso creciendo, sus análisis caminaban en sentido contrario. Veamos algunos ejemplos:
Se ha puesto en entredicho de forma continua la capacidad de Ayuso para dirigir una Comunidad. Y no falta razón cuando se ve lo que dice y lo que hace. Por tanto, no parece que se le vote por gestión.
Se dice que la ciudadanía no quiere confrontación ni peleas ni insultos. Falso: porque la estrategia de Ayuso ha sido continuamente la pelea bronca, la soberbia, la irresponsabilidad. En definitiva, ha ganado por ser bocazas.
Madrid ha sido una de las comunidades más castigadas en contagios y fallecidos en la pandemia. Al tiempo que se ha dejado laxitud en el control del virus permitiendo bares abiertos, reuniones y fiestas en la calle, es decir, poniendo en la balanza la economía frente a la salud. Y eso además ha significado no dar ayudas. Ni un euro. Ha sido la gestión más desmadrada, egoísta e insolidaria. Y eso es lo que ha triunfado.
El PP ha gobernado de forma ininterrumpida y, aun así, Ayuso grita “libertad, libertad”, cuando es ella la que gobierna. Ni un día antes ni un día después, los madrileños serán ni más ni menos libres porque no ha cambiado nada, salvo la prepotencia de la propia Ayuso. Pero eso ha gustado a la gente.
Ayuso habla siempre en primera persona (yo, yo, y yo solo yo). Sin equipo, sin partido. Ella quería un buen resultado para hacer “lo que le diera la gana”, ni más ni menos. Como mala demócrata y buena autoritaria. Y eso es lo que ha votado la gente.
Los medios de comunicación encontraron un filón mediático con Ayuso. Ellos la han hecho lideresa. Es tan fácil tener titulares a base de astracanadas e incongruencias. La mayor cualidad (que no virtud) de Ayuso es ser temeraria y capaz de decir cualquier cosa sin pudor ni vergüenza.
La gente suele criticar de forma general a los políticos (“todos son iguales”) pero la realidad es que lo que gana, lo “que vende” es el espectáculo. Vivimos en la política espectáculo y eso gusta como si fuera un “Sálvame” permanente. La reflexión cuesta mucho. Y todo político no es igual, en esta campaña se ha visto: ha triunfado el “fenómeno” frente a la razón y a la argumentación.
En definitiva, en Madrid ha ganado la ineficacia, la manipulación de quien gobernando ha escurrido el bulto, la insolidaridad y el egoísmo, el extremismo, la pelea y la bronca. No se ha votado ni con programas ni con razones ni con información. Se ha votado con el estómago. Ayuso ha sido la mejor discípula de Trump copiando mensajes, discursos y comportamientos groseros. Pero eso ha sido, ni más ni menos, lo que ha votado la mayoría de Madrid.
Y mañana se volverá a decir que la ciudadanía quiere “razones, diálogo, consenso, eficacia”. Aunque luego los votos manifiesten lo contrario.
La democracia tiene lecturas inexplicables, porque es un producto humano y se moldea con la cultura que la absorbe: hoy esa es una cultura consumista. Vivimos en una democracia de consumo, de usar y tirar, de comprar la novedad, del último que llega, de lo que más vende.