“Alguien que da resultados al margen de la ética es un operador no un líder genuino.” Fernando Galindo Cruz
Querer justificar y revestir de legalidad los actos provenientes de un régimen usurpador y de unas instituciones írritas sólo es posible mediante dos artificios. Primero, el régimen trata de crear confusión ante lo que está muy claro entre los venezolanos, todo acto proveniente de cualquier Poder Nacional írrito, carece de legalidad.
Dos artículos de la Constitución vigente sirven para desbaratar esos intentos fraudulentos. El artículo 25 expresa que “Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley, es nulo”, además agrega, “ y los funcionarios públicos y funcionarias públicas incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusas órdenes superiores.” El artículo 138 manifiesta que “toda autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos.”
En segundo lugar, el régimen procura, y generalmente lo consigue, llegar al precio de la conciencia de quienes han logrado, en un momento determinado, ser dirigentes de la oposición e intentan justificar sus aborrecibles actuaciones manifestando su “sacrificio” en aras de la democracia y el rescate de sus principios y espacios, con lo cual tratan de encubrir sus verdaderas motivaciones, que están asociadas a sus ambiciones personales, egos desmedidos y afán de riqueza súbita. Esas actitudes dan la razón a Joaquín Villalobos, ex-jefe guerrillero Salvadoreño quien llega a la conclusión de que en Venezuela se ha producido un engendro en el que se combinan la utopía izquierdista, el autoritarismo militarista de derechas e izquierdas, el oportunismo geopolítico, la ineficiencia de gobierno y el dinero como factor de cohesión.
Lo cierto es que esa larga situación de deterioro generacional es una de las causas que ha provocado en los jóvenes contemporáneos que sus sueños languidezcan, tanto por las distorsiones del pasado como por las confusiones del presente, que los hace eludir la responsabilidad de diseñar, construir y dirigir nuestro futuro. A ellos les está permitido cometer errores, los cuales pueden ser enmendados, pero jamás la pérdida de su capacidad de soñar con un mundo mejor, más justo y más humano, posible y real.
La heroicidad de los líderes proviene de mantener siempre los pies en la tierra, para no perder de vista la realidad que movilizan los hechos, y la cabeza en las nubes, para ver más allá de lo que otros no ven, evitando perder el rumbo que el sueño anhelado les dicta.
Sólo así, con un liderazgo que mantenga claridad de propósitos y de visión, se consigue la fuerza moral para vencer los obstáculos, tentaciones y dificultades que se encuentran a lo largo del camino trazado, sin prescindir de la ética. Sólo así, sin retórica y con mucha acción decidida en pos de un ideal podemos lograr que esa ficción creada por el hombre y que es real, llamada Estado, cumpla con los fines esenciales que le ordena la Constitución vigente “en la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democr[atico de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos en esta Constitución.
La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines.