Las elecciones regionales en Escocia del pasado 6 de mayo han reforzado la aspiración nacionalista de lograr un nuevo referéndum de independencia. El Partido Nacionalista escocés (SNP) ha aumentado en un escaño su presencia en el Parlamento de Holyrood y se ha quedado a uno solo de la mayoría absoluta. Sus socios en la aspiración independentista, los verdes, han obtenido dos más y ya suman ocho. Hay, por tanto, una mayoría política que quiere a Escocia fuera del Reino Unido. Y dentro de la Unión Europea.
La posición de los nacionalistas se ha reforzado electoralmente, mientras el bando opuesto presenta un balance desigual. Los conservadores parecen exitosos tras su abrumador triunfo en las generales de diciembre de 2018, mientras los laboristas continúan con su calvario electoral, confirmado en los comicios parciales recientes. En las últimas dos décadas, la decadencia laborista en su otrora feudo escocés ha transcurrido en paralelo al auge independentista, como refleja el siguiente gráfico. Es claro el trasvase de votos, favorecido por la evolución del nacionalismo hacia posiciones clásicas de la socialdemocracia europea.
Los liberal-demócratas tampoco levantan cabeza. Su creciente irrelevancia en Escocia se ha producido en beneficio de los conservadores, que se presentan como portavoces más convincentes de la población unionista.
El primer ministro tory, Boris Johnson, parece haber superado el desgaste de la pandemia con una eficaz campaña de vacunación, liberada de las rigideces burocráticas que han lastrado a la UE. Pero ante el “problema escocés”, esta aparente fortaleza es muy discutible y tendrá que ser más hábil que contundente.
Nicola Sturgeon es ya, sin lugar a dudas, la segunda figura política del Reino (todavía) Unido. El reciente triunfo electoral parece enterrar la marejada que sacudió al SNP por el enfrentamiento con, Alex Salmond, su antecesor.
Así las cosas, la independencia escocesa y el procedimiento para alcanzarla será objeto de una feroz disputa y de un intrincado debate social, mediático y político. He aquí un repaso a las fortalezas y debilidades de una aspiración que puede tener enormes consecuencias en todo el continente. Los argumentos favorables y desfavorables se presentan por bloques temáticos.
La cuestión legal o de procedimiento.
Debilidades
Los nacionalistas no pueden convocar el referéndum. Tiene que hacerlo Westminster. Los conservadores, con mayoría absoluta en el Parlamento de Londres, se oponen radicalmente, igual que laboristas y liberales.
Fortalezas
La mayoría independentista no plantea un desafío al Estado ni pretende seguir una vía unilateral, contrariamente a lo ocurrido en Cataluña. Quiere que el proceso se ajuste a las exigencias legales.
Las bazas políticas.
Debilidades
Johnson ha descartado el “permiso” para la celebración de un nuevo referéndum, ateniéndose al principio no escrito (es decir, político, no legal) de que tal iniciativa sólo puede producirse una vez por generación. Cameron ofreció más competencias a Escocia en 2014 y eso resultó decisivo para que el resultado del referéndum fuera favorable a la permanencia en el Reino Unido. Johnson, en cambio, no se ha mostrado muy conciliador, hasta la fecha, aunque, conociendo su carácter, no es descartable un viraje. En todo caso, no será fácil convencer a la base tory, que ya fue reticente con la postura flexible de Cameron. Según una encuesta de YouGov, la mitad de los británicos son indiferentes o incluso favorables a la independencia escocesa, pero los electores conservadores son claramente contrarios. Sturgeon replica que han cambiado notablemente las condiciones políticas con respecto a 2014. Entonces, Gran Bretaña estaba en la UE. Ahora, Escocia se ha visto expulsad del proyecto europeo, a pesar de que, en el referéndum del Brexit, los escoceses votaron claramente a favor de la permanencia en la UE (62% frente al 38%).
Fortalezas
La popularidad de Sturgeon se ha reforzado con una más que aceptable actuación ante la pandemia en sus ámbitos de competencia, y un balance positivo en su gestión global, aunque haya algunos elementos negativos.
La escisión protagonizada por Alex Salmond, el anterior líder nacionalista y en su día mentor de Sturgeon, tras un escándalo relacionado con presuntos abusos sexuales, se ha diluido. ALBA, el partido creado por Salmond tras la ruptura, no ha obtenido ni un solo escaño en las recientes elecciones.
La viabilidad económica.
Debilidades
Las cifras indican un desequilibrio fiscal de Escocia. En la actualidad, este territorio recauda menos y gasta más por habitante que el Reino Unido en su conjunto. El déficit público escoces sería el 8,6% del PIB frente a, 2,6% del Reino Unido.
The Economist señala, además, que el rédito fiscal del petróleo y el gas, el principal recurso de Escocia, es volátil: ha pasado de 10 mil millones de libras en 2008 a 650 millones el año pasado. Eso sin tener en cuenta que, en caso de separación, Gran Bretaña reclamará una parte de esos recursos naturales, además del sostenimiento compartido de la deuda estatal actual, que supera los 2 billones de libras y supone casi el 100% del PIB.
Por último, se resalta el impacto sobre el comercio. Escocia vende al Reino Unido el 60% de los productos que exporta. En el nuevo escenario, habrá una merma clara.
Fortalezas
Los nacionalistas argumentan que Escocia dispone de una situación socio-económica favorable para afrontar estos retos, por cuanto que, según los datos disponibles más recientes, el PIB per cápita es casi de 30.000 libras, sólo dos mil menos que el del Reino Unido.
Asimismo, los independentistas arguyen que, según la mayoría de los análisis, los perjuicios económicos del Brexit van a ser mayores que los de Scotxit, y eso no impidió el empeño de los tories (y de la mayoría de los laboristas) en separarse de la UE.
Otro argumento menos fáctico remite a experiencias similares de otros países europeos, cuya prosperidad mejoró muy claramente después de acceder a la independencia. Son los casos de Noruega (después de separarse de Suecia) y de Islandia (tras segregarse de Dinamarca).
Con respecto al dossier mercantil, Escocia espera compensar la pérdida con la protección del acuerdo entre la UE y Gran Bretaña.
Las relaciones con la UE.
Debilidades
Por muy entusiasta que sea con el proyecto europeo, Escocia tendrá que afrontar un periodo de adaptación y de cumplimiento de requisitos tan estrictos como cualquier otro aspirante a la adhesión. Los tories suelen afirmar que la eurofilia escocesa es muy reciente y recuerdan que en los años setenta se opusieron al ingreso del Reino Unido.
Además, se evoca el problema político que originaría la adhesión tras una secesión nacional; y en particular se apunta a un posible veto de España, para no alimentar las aspiraciones de Cataluña. Se ignora qué posición mantendrán Alemania y Francia, dos ejemplos contrarios de federalismo y centralismo en sus ámbitos internos.
En el aspecto técnico, también se señalan problemas. Para cumplir con los criterios de la UE, Escocia tendría que afrontar un serio ajuste, algo muy perjudicial para su proyecto de expansión de sus servicios públicos.
El gran obstáculo será el monetario. Escocia no desearía adoptar el euro, pero como no tiene moneda propia, tendría que acogerse a la libra como instrumento transitorio. Los tratados europeos no contemplan de forma explicita esta solución, lo cual plantea un complicado proceso de negociación.
Fortalezas
Los nacionalistas acreditan un fuerte compromiso con el proyecto europeo. En el referéndum del Brexit, se pronunciaron claramente por la permanencia en la UE, con un 62% de votos favorables, más que cualquier otra parte del Reino Unido.
El europeísmo escocés no tan reciente como dicen los unionistas. Hace tiempo que los nacionalistas mantienen un discurso de adhesión al proyecto de integración europea frente a las reticencias de conservadores y de un sector de los laboristas.
En cuanto a los requisitos, los políticos y sociales están más que acreditados y los económicos no son insalvables. Se citan opiniones autorizadas, que sostienen que la candidatura escocesa tendrá preminencia sobre la de aspirantes balcánicos como Albania y Montenegro.
En el controvertido asunto del euro, el planteamiento inicial de Escocia es conservar su autonomía monetaria. Aspiran, sin decirlo expresamente, a seguir el modelo sueco, es decir, comprometerse con el euro, pero sin prisas, a largo plazo, hasta calibrar lo que resulte más conveniente para sus intereses económicos y, si procede, crear su propia moneda.
El compromiso con la seguridad aliada
Debilidades
El principal escollo es el futuro de los submarinos de propulsión nuclear Trident, cuya base se encuentra a 65 kilómetros de Glasgow. Los nacionalistas han sido desde hace tiempo partidarios de la retirada de este armamento. La mitad del electorado escocés se manifiesta claramente a favor de la retirada de los submarinos y de una Escocia desnuclearizada. Una eventual tensión con la OTAN puede ser una complicación adicional y una baza para los unionistas de Londres.
Fortalezas
Escocia desea permanecer anclada en la OTAN y su pertenencia a esta organización será muy bien recibida por los aliados. El nuevo país aseguraría el refuerzo de la vigilancia activa del norte marítimo europeo, de importancia estratégica evidente, además de contar con el respaldo de los países bálticos, por la permanente sensación de la supuesta amenaza rusa.
La flexibilidad en el asunto de los submarinos se da por descontada, aunque no sea explícita. De hecho, Sturgeon hace tiempo que ha dejado de reivindicar la retirada de este armamento.
Referencias
– “Brexit has reinvigorated Scottish nationalism. It has also shown up some of the difficulties of secession. THE ECONOMIST, 17 de abril.
– “Scottish activists want a quiet, safe, progressive independence. The new country would scurry to join NATO and the EU”. LINDSEY KENNEDY y NATHAM PAUL SOUTHERN. FOREIGN POLICY, 31 de marzo.
-SNP election win: Johnson set up meeting as Sturgeon pledges second referendum. GUARDIAN, 8 de mayo.
– “Enthusiasm for the SNP does not reflect its record in government”. THE ECONOMIST, 1 de mayo.