Manuel Barreto Hernaiz: ¿Sin petróleo y sin ideas?

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“El verdadero heroísmo consiste en convertir los sueños en realidades y las ideas en hechos.” Alfonso Castelao

Idea es un término filosófico que designa el “sentido”, la “significación”, la “esencia” y está vinculado estrechamente con las categorías de pensamiento y ser. Y es precisamente lo que con urgencia necesitamos. Requerimos ideas nuevas -no meras simplificaciones ideológicas- para explicarnos el sentido del país que vivimos y dar respuestas a sus problemas.

Quizá ayude comenzar borrando los clichés insensatos, auténticos prejuicios políticos, que imposibilitan pensar y hablar, pero potencian la exclusión, el monólogo y, como consecuencia, la división. Tan sólo el incremento de la conciencia acerca de nuestra capacidad transformadora de la realidad para la satisfacción de nuestras propias necesidades, sumado al compromiso, a la unidad de quienes soñamos ese país mejor y a la movilización social, para cambiar el actual estado de cosas y construir una sociedad más justa y solidaria para todos, es finalmente nuestra única salida.

Si la falta de definiciones conduce a la ambigüedad y a los acomodos, la falta de discusión pública abre espacio a la demagogia y al ejercicio de la política sin compromisos.

El ciudadano necesita ideas, razones para la identificación, no solo consignas, nombres o slogans. La imprescindible regeneración de la actividad política requiere el regreso a las ideas y a los valores, para poder recuperar la confianza, la participación y la democracia, y por supuesto, a nuestro país. La política es o debería ser, un modus vivendi, una forma de relacionarse con los demás, incluso de reconciliarse, de no sentir como ajeno nada que le afecte al otro de una forma relevante.

La entereza exige muchas veces contener el ansia de prevalecer sobre otros, moderar la precipitación y situarse en una posición de aparente desventaja. Es procurarse ideas claras, programas definidos, madurez política y, sobretodo, la humildad suficiente para posponer las ambiciones personales y no anteponerlas al interés de la ciudadanía. La desconfianza generada durante años no desaparece tan fácilmente. Y nada de lo que está ocurriendo con la selección del CNE, siquiera muestra cierta intención de lograrlo. Nada se logrará si los dirigentes políticos no comprenden la inmensa necesidad que tiene el país de recuperar credibilidad. Los vaivenes de la política doméstica, la histórica contradicción de sus marchas y contramarchas, se han constituido en un estigma difícil de superar. Si se entiende lo que sucede, se transita un camino hacia el enorme reto de construir confianza.

Los liderazgos construidos sobre medias verdades, pretenden elevarse con plomo en el ala y no pueden aspirar a tener permanencia. Ello hace indispensable reflexionar sobre un hecho que ha sido espinoso en el pasado y es: la representatividad. Hay muchos partidos, ONG y personas que no representan a nadie y sin embargo pugnan por estar en cualquier órgano de conducción política.

Hacer oposición obliga a tener a la ciudadanía ocupada en pensar el futuro, en replantearse constantemente sus propias ideas, en organizar a la gente, hoy, ahora, desde ya, para alcanzarlo; en repetir a los jóvenes lo que es la democracia, pues pronto tendremos una generación formada en este sistema; por ello está prohibido olvidar, no solo a nuestros muertos, sino también a nuestras creencias y convicciones.

Debemos, analizar, replantear lo que creemos y queremos. Reiniciar la lucha una y otra vez. Es el único camino. La resignación, la comodidad, el miedo, son conductas razonables. Pero al intentar elucubrar sobre el porvenir, al percibir que lo que nos espera es más violencia, hay que cambiar la conducta y pensar seriamente en las maneras activas de sobrevivir. Eso es razonable y lógico también.

“On n’a pas de pétrole mais on a des idées” (No tenemos petróleo pero tenemos ideas) era un eslogan utilizado por el gobierno francés en aquellos momentos que siguieron a la guerra del Yom-Kipur y el alza de los precios del petróleo golpearon duramente la economía de toda Europa. Eran tiempos de universidad y reflexión. Y esa frase se quedó grabada en mi memoria por razones obvias.

Así las cosas, tengamos presente la importancia de ese fluir del pensamiento que sintetizò con tanta precisión Víctor Hugo: “Ningún ejército puede detener la fuerza de una idea cuando llega a tiempo”.

 

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