La idea de la reproducción de la escritura, la realidad de que lo escrito fuese leído simultáneamente por muchos, fue un logro de la invención de la imprenta.
Federico García Lorca escribió que: “Los poderosos que tenían manuscritos y libros en pergaminos, se sonrieron del libro impreso en papel como cosa deleznable y de mal gusto que estaba al alcance de todos”, y he aquí un interesante concepto en esa evaluación de lo que es exquicito obedece a que es privilegio de unos pocos.
Pero ocurre que está allí la clave del conflicto, la imprenta produjo la posibilidad de la lectura como una destreza para muchos, para todos, el reproducir los textos, es “la multiplicación de los panes”, asumiendo como un derecho colectivo el aprender a leer y escribir.
Pensamos en ello a raíz de lo que ha sido el crecimiento de las llamadas redes sociales, y algo que comentábamos entre amigos, relativo a la información de X circunstancias y el encontrarnos ante muchas versiones sobre la misma, sin que podamos dilucidar con claridad cuál de esas versiones corresponderá a lo que realmente sucedió o sucede.
Hemos entrado a un momento de la historia de las comunicaciones que colinda entre la multiplicidad y el caos, y ya no se trata de la interpretación de los hechos sino además y con mayor gravedad: de la veracidad de los sucesos.
Escojan cualquier acontecimiento público, del orden que sea, e intenten buscar la noticia en redes sociales, las versiones son tan abundantes y disímiles con frecuencia, que cuesta tomar la decisión de cuál de ellas corresponderá a la verdad de los hechos.
El poeta Federico García Lorca al retomar el tema del libro, (y volvamos a la belleza de la literatura y la transcripción de hace el ser humano de sus muchas versiones de la realidad vivida, por medio de lo escrito), escribe el poeta acerca de cómo:” los libros han sido perseguidos por toda clase de Estados y por toda clase de religiones”, pero de inmediato pasa a recordarnos que esas prohibiciones “no significan nada en comparación de lo que han sido amados”. Y pensamos que no hay nada más cierto.
Y es por ello mismo que seguimos empeñados en acercar a todos a la lectura (y si es posible a la escritura también) y cerramos con la sentencia hermosa de Lorca, al señalar que “es preciso que los pueblos lean para que aprendan no sólo el verdadero sentido de la libertad, sino el sentido actual de la comprensión mutua y de la vida”.