El domingo 6 de junio serán las elecciones más peligrosas en un país en pandemia y bajo una de las crisis económicas más devastadoras. Llenas de incertidumbre, se elegirá entre dos candidatos accidentados y bastante extraños ―algo digno de estudio pues pertenece, en términos de elecciones, al surrealismo abstracto, a decir de los votantes―.
Pedro Castillo, maestro evangelista, sindicalista y rondero (agricultor de Cajamarca, donde mastican continuamente hojas de lima y coca). Con un discurso contradictorio, al ser educador pone prioridad en educación y salud sobre una palabra populista: pueblo. Al haber descontento, enciende con una polémica tonta una técnica de atracción, exacerbar la pobreza para cambiar de argumentos.
El discurso, nervioso; un plan de gobierno desde la tabla rasa; es decir, un cambio sin estructura.
¿Dónde está su derrota? No habrá sorpresas. Es folklore de izquierda pero que, a diferencia de otros sinónimos latinoamericanos ―Hugo Chávez (+) en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua―, nada que ver con la Cuba del siglo XX, ideología compuesta de un significado heroico ya en decadencia.
Al Perú, Pedro Castillo no le dijo «perro», pero le enseñó el tramojo: eliminar el tribunal constitucional, llamado a una asamblea constituyente para cambiar la constitución vigente bajo los parámetros del populismo, nacionalizaciones y expropiaciones. Faltaría la pared de fusilamiento, como en Cuba, cuando expresa: «¡Muerte civil a los corruptos!».
Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori, harto conocida, opta por tercera vez, ahora bajo un discurso comedido de derecha, intenta acercar los factores intelectuales y las empresas, un mea culpa, la mancha de la némesis.
¿Quién será el elector? El antivoto.
Solo para los observadores: Pedro, de camisa blanca con cuello rojo; y Keiko, de franela blanca. El nacionalismo.
En segunda vuelta no existirá el voto sorpresa de la primera, cuando Pedro Castillo, poco conocido, representó el descontento de las masas. Ahora, en estos dos meses, se ha corrido el velo; y lo que le dio su victoria a Perú Libre será su derrota en segunda vuelta: el antivoto.
El voto para Keiko no debe ser solamente por miedo, con un pañuelo en la nariz, sino por el peligro que representa su oponente para las instituciones (que a decir verdad están bastantes maltrechas, pero logran mantener en pie una democracia débil, pero a fin de cuentas democracia).
Los números no mienten. En la primera vuelta, Perú Libre (Pedro Castillo) obtuvo 19 %, y Fuerza Popular (Keiko Fujimori), 13,5 %.
Pedro Castillo tiene techo. Keiko Fujimori tiene piso.
Hay un empate técnico a solo dos semanas de las elecciones…
Caballo que viene de atrás, pasa y gana.
¿Quién define la presidencia?
El antivoto.
Para muchos, Keiko representa el mal menor. Ha doblado en preferencia, pues ha hecho acuerdos frente a la diversidad de votantes.
La ideología de Pedro Castillo es ambigua y su sindicalismo tiene su origen en el MOVADEF (movimiento senderista).
La ecuación que intenta tomar el poder por la vía del populismo es:
Perú Libre = Sendero Luminoso
La de Keiko, perseverancia y constancia:
Fuerza Popular = El camino
Aceptar los resultados no será fácil. Serán finales de junio difíciles. ¡Ojo avizor!
Cuando hay ignorancia, cuidado con la violencia escondida. José María Aristimuño.