La muerte de Jesús Santrich viene a ser uno de esos raros elementos, que constituyen aquello que en la teoría literaria latinoamericana se conoce como lo real maravilloso; sobre todo, por la onda expansiva que ha dejado; que hasta se dice que fue un simulacro de asesinato, y que el tercio está vivo en Caracas; pues la idea es darlo por muerto; para resucitarlo, quizás, en otro personaje. Uno no sabe.
Con independencia de estas especulaciones, lo que mueve a pensar es por qué está vivo su carnal, que se encuentra aquí en Venezuela, es decir, Iván Márquez. Por aquí comienza todo el misterio; pues la otra parte dice que a este señor el propio Vladimir Padrino López lo vendió a la guerrilla de Gentil Duarte, a cambio de los soldados, que esta facción mantiene retenidos, en calidad de secuestrados; aunque a esta altura ha corrido mucha agua debajo del puente, y no han aparecido aquéllos; que es la parte que más ha venido a desmoralizar a nuestra fuerza armada.
Es decir, Padrino López le habría proporcionado las coordenadas a Duarte de la ubicación de este personaje en la Sierra de Perijá, y allí lo acribillaron. Entre tanto, el gobierno ha mantenido un silencio absoluto sobre esta circunstancia. Si esa muerte se produjo aquí, y fue objeto de una negociación, ¿por qué convenía salir de él y no de Iván Márquez, por ejemplo? No hay que pasar por alto que días antes de su ejecución, el Tribunal Supremo de Justicia de Colombia había acordado su extradición a los EEUU; aunque, por supuesto, se mantenía prófugo de la justicia; residenciado en Venezuela; como se ha venido insistiendo.
En ese sentido, Padrino López no ha dicho nada al respecto, sobre todo, porque se le vincula a una acción, en la cual se coloca en una situación de riesgo; tomando en cuenta que esto significa una traición, y que como tal, las tropas que pertenecían a Santrich, dado el carácter de terror con el que actúan, activen una forma de venganza; teniéndolo tan cerca, si se parte del hecho de que Santrich estaría en Venezuela con su alto mando militar y, según algunas columnas de comentario periodístico, despachaba desde uno de los apartamentos del 23 de Enero (Caracas).
Por supuesto, fue asesinado en territorio venezolano, y aquí es donde también hay una confusión; pues no se sabe si sus sicarios pertenecían a las tropas del narcoguerrillero Gentil Duarte o si pertenecían a la Guardia Nacional venezolana; toda vez que habría la intención detrás del móvil de cobrar la recompensa en dólares, que ofrece la justicia estadounidense por su cabeza; pues lo primero que hicieron los sicarios, una vez que cosieron su camioneta a plomo en plena selva de Perijá, fue cortarle los meñiques, y que servirían de fe de identidad de su persona, a la hora de cobrar la recompensa. Aquí se da esa misma situación, que ocurre cuando la esposa adúltera ha metido a su amante a su lecho conyugal, y resulta que el tercio se infarta en medio del acto. Enseguida, el gobierno colombiano puso el acento en la i: esa es una prueba de que sí se esconden en Venezuela esos delincuentes, que terminaron por disentir del plan de paz, a que llegaron las Fuerzas Revolucionarias Colombianas con el gobierno de Santos, y esto porque prefirieron jugarle más bien a ese negocio tan lucrativo que es el narcotráfico.
De hecho, Santrich se movía en esa zona de Perijá, frontera con el Zulia, como parte de la estrategia, que llevaba a cabo con el reforzamiento de las tropas, que se requerían preparar, para los combates que lleva a cabo por la posesión de territorios; que constituyen la ruta del narcotráfico, y que se lo disputa con la guerrilla de Gentil Duarte. He allí la explicación del por qué este personaje aparece en esta zona; cuando su “casa segura”, como ellos la llaman, está en Caracas, en el 23 de Enero; un sector donde ha logrado reclutar algunos jóvenes, que el aparato del gobierno de Nicolás Maduro le ha puesto a su disposición; pues no se olvide que una parte de los llamados colectivos están compuestos por jóvenes, a quienes han venido entrenando con esta finalidad.
Porque el Ejército colombiano tampoco se ha atribuido la autoría de este asesinato; lo cual hubiera significado una intromisión en nuestro territorio; como parte de una operación quirúrgica, como ocurrió con el caso del jefe guerrillero Raúl Reyes; que fue acribillado por tropas colombianas en territorio ecuatoriano, y se prendió la mecha; aunque eso es otro tema. El hecho cierto es que aquí está la prueba de que estos dos altos capos de la delincuencia organizada colombiana habitan en Venezuela, “en casa segura”, se repite; en plena actividad subversiva con respecto al estado de derecho colombiano; aun cuando este servicio de santuario del territorio venezolano, que le presta el gobierno venezolano a estos irregulares, es de vieja data. Incluso, el entonces presidente Alvaro Uribe no dejaba de ser irónico, cuando sostenía sus encuentros con Hugo Chávez, y le sacaba medio en broma, medio en serio los entretelones de esta relación de Chávez con los guerrilleros, sobre todo, de la FARC, y hasta llegó un día a decirle que no se preocupara tanto por la seguridad de Colombia.
Claro, cuando se tenían abiertas las relaciones comerciales y diplomáticas con el vecino país; pues, por lo demás, rotas como están desde que Iván Duque y Nicolás Maduro se miraron y no se gustaron, la circunstancia le permite a Maduro mantener ese absoluto silencio. De otro modo, hubiera tenido que salir a dar la debida explicación, al respecto. Aunque por aquí lo que se comprueba es algo más grave todavía, y es el hecho de que se observa que Maduro se mantiene en el poder por presión de estos grupos; sobre todo, por presión del narcotráfico, y que es donde se observa que la pacificación del país con un cambio de gobierno, no está a la vuelta de la esquina.
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