Lo que ha sucedido hoy en la Asamblea Nacional con relación a la aprobación de la Ley por la tolerancia de diversidad de género, es un paso (que finalmente se da) que ya muchos países del mundo, incluida la América del Sur han dado antes que Venezuela, y por lo cual se ha luchado mucho, y sorprendentemente fue una consigna o tema desplazado de las discusiones de cúpulas en el poder durante varias décadas.
Tiene la misma circunstancia, en buena medida, que las luchas por los derechos de la mujer, en términos de la búsqueda de igualdad de derechos.
Todo ello forma parte de la Cultura, como una entidad que define a nivel de conocimiento, adaptación y consistencia intelectual, nuestro lugar en el mundo como población, con normas que regulan deberes y derechos para la convivencia de una población sana.
Yo nací a mediados del siglo XX y creo que desde niña he estado escuchando voces clamando por este tipo de circunstancias que definen nuestro lugar en el mundo de la moral y lo cívico, y siempre se le trató como tema del que no se hablaba en voz alta.
Definitivamente, para mi generación, es importante tener la noción de que, antes de nuestra desaparición sobre la faz de la tierra, nuestra sociedad sea capaz de considerar la validez de ejercer el respeto a todos, la aceptación natural, sin discriminaciones injustificadas, en el ámbito de la vida en común con todos.
La biología es un área del conocimiento que ya definió en muchos sentidos, asuntos que las leyes y actitudes construidas por los conglomerados humanos, no podrán modificar.
Son pues, pasos importantes los que se están dando. Pensamos que se introduce así una relación de principios, que paulatinamente y desde su génesis mismas, se suman a la necesidad de respetar el derecho general de los seres humanos al reconocimientos de las diferencias, la aceptación de las diferencias en un mundo que es diverso y por ello mismo: rico, variado, complejo, infinito, no discrepante necesariamente.
Seguimos aprendiendo a convivir desde lo que tenemos en común. Sin conflictos.