Enterado desde el exilio de la desaparición física de mi amigo, el General en Jefe Jorge Luis García Carneiro; lo primero que quisiera hacer, es enviar mis sentimientos de pésame y solidaridad a su esposa María, a sus hijos e hijas, lamentando no poder estar allí para acompañarlos. Uno a uno se van yendo los amigos, el chavismo va cayendo en silencio.
A mi mente vienen tantos recuerdos y vivencias con “mi General Carneiro”, como le decíamos; donde resalta, entre todas sus acciones, durante el extraordinario período revolucionario que nos tocó vivir juntos, su tremendo sentido de la justicia, su carácter eminentemente popular y su lealtad a Chávez.
García Carneiro forma parte de esos oficiales patriotas, del pueblo, que siendo muy cercanos a Chávez, desde el seno del Ejército, lo acompañaron en el esfuerzo transformador y revolucionario impulsado por el Comandante apoyándose en la unidad cívico-militar, aquella que resumía en sí misma, el espíritu de la Revolución Bolivariana.
Todos recordamos el papel decisivo de García Carneiro el 13 de abril, cuando desde Fuerte Tiuna, la instalación militar más importante del país; y, sin duda alguna, en una acción definitiva para la contraofensiva popular contra el infame Golpe de Estado en la Capital, logró movilizar a los oficiales y tropas patriotas, para neutralizar a los golpistas y arengar al pueblo, desde aquella inolvidable Alcabala número tres de El Valle, montado en un tanque, para salir en defensa de Chávez, restablecer la Constitución y rescatar al Presidente secuestrado por el fascismo.
Una vez en el Ministerio de Petróleo, ya como Ministro, siempre contamos con el apoyo de García Carneiro como Comandante General del Ejército, como Ministro de la Defensa y como amigo. Era García Carneiro, un hombre de Chávez, un General del pueblo, que identificaba con claridad, por ese instinto que tiene nuestra gente, quienes estábamos trabajando por los humildes, los más débiles, quiénes estábamos haciendo el esfuerzo, quiénes éramos leales a Chávez, así al rompe, sin cálculos mezquinos, con honestidad, ni maromas politiqueras.
Durante la batalla por el rescate de PDVSA, García Carneiro fue pilar fundamental de Chavez para lograr el apoyo de todos los componentes militares –muchos políticos y militares guardaron distancia en esa batalla–, a nuestro esfuerzo para derrotar el Sabotaje Petrolero y rescatar las instalaciones y sedes de la empresa, restableciendo una a una las operaciones de la industria petrolera y el suministro de combustibles, la gasolina y el gas, garantizando el transporte y la seguridad de nuestras operaciones.
Durante los duros años en que nos tocó enfrentar el sabotaje, las guarimbas, la desestabilización y la violencia política, era García Carneiro, junto a otros oficiales patriotas, una garantía de seguridad para el país, resguardo de la Constitución y las leyes.
Siempre nos brindaba protección y apoyo para avanzar en nuestra obra de gobierno, en medio de la arremetida violenta de los sectores de la derecha, nos brindó protección para asegurar y entregar al pueblo algunas instalaciones y edificios de PDVSA –innecesarias en Caracas donde habían más de 10.000 empleados, aunque no se producía un solo barril de petróleo–, edificaciones que luego se convertirían en las sedes de la Universidad Bolivariana, de la UNEFA, del Instituto Universitario de Caracas, entre otras.
Igual lo hizo para enfrentar las guarimbas y garantizar la prestación de los servicios públicos y el libre tránsito en el país, así como, brindar la seguridad para que todo el pueblo se expresara libremente con su voto; cuando, en el año 2004, durante la Batalla de Santa Inés, el pueblo venezolano convirtió el referendo revocatorio activado por la oposición, en un referéndum aprobatorio, donde el Presidente Chávez obtuvo más del 60% de los votos, derrotando la violencia y logrando estabilidad política.
Dicha estabilidad política se conquistó en el ejercicio pleno de la Constitución y las leyes, garantizando los derechos de todos los ciudadanos y factores políticos, incluso, de los violentos. Durante el gobierno del Comandante Chávez, la paz no se edificó sobre la violencia, ni el crimen, ni la violación de los Derechos Humanos. ¡No se va el General García Carneiro con las manos manchadas de sangre!
Luego que el General en Jefe sale del servicio activo, asumió con grandeza y humildad, una de las tareas más difíciles encomendadas por el Presidente Chávez, la Misión Negra Hipólita. Allí se hizo cargo de los más vulnerables, los que habían sido abandonados por la sociedad, los niños de la calle, mendigos, enfermos. Sólo su sentido de la justicia y su amor al pueblo, le permitió llevar adelante una tarea tan dura, tan hermosa, tan humana.
En esta Misión no solo se recuperó de la calle a estas personas vulnerables, poniéndolas a salvo de los flagelos de la pobreza y el abandono, sino que les enseñó a trabajar, a recuperar su dignidad, los constituyó en cooperativas-escuelas, que salían todos los días a mantener los jardines, plazas y espacios de la ciudad.
Cuando mi General se convirtió en Gobernador del estado Vargas –hoy estado La Guaira–, nos volcamos a darle todo el apoyo posible, para ayudarlo en la nueva tarea que tenía por delante: gobernar para el pueblo y con el pueblo.
García Carneiro siempre contó con la PDVSA del pueblo, con La Estancia, con las Misiones y Grandes Misiones, para ayudar al pueblo, con el desarrollo de obras de infraestructura, espacios públicos, culturales y deportivos.
En la gestión de Carneiro como gobernador, el estado vio como se edificaban y construían obras nunca vistas, se resolvian problemas de la población y la Guaira comenzó a tomar una nueva fisonomía con vida propia. Se hicieron terminales, vialidad, espacios públicos, bulevares, plazas, parques infantiles, decoro y jardinería, colegios, liceos, el estadio de béisbol, iluminación de carreteras y vías, canchas deportivas, la Maternidad –que permitió que las madres no tuvieran que trasladarse a Caracas para que dieran a luz–, vehículos a gas para el transporte público, constitución de empresas mixtas con PDVSA Industrial para el manejo soberano de sus canteras y recursos minerales, para las obras públicas, vialidad.
Con la Gran Misión Vivienda Venezuela, desarrollamos proyectos hermosos, ciudades enteras de espacios para el “vivir bien” del pueblo, núcleos endógenos, transformamos botaderos de Chatarra en ciudades, botaderos de basura en hermosos urbanismos con vista al mar, ¡un milagro!
Estábamos seguros que el apoyo que dábamos a García Carneiro, sería en beneficio del pueblo. El General siempre estaba inspeccionando, revisando, caminando en la calle, entre la gente –era de los pocos gobernantes que podía hacerlo– tenía autoridad, gozaba del respeto y el afecto de su pueblo. Era capaz de mover él mismo –literalmente– un avión abandonado para convertirlo en una atracción popular, liberar y conquistar espacios para todos. Siempre que nos veíamos, venía con ideas, planes, propuestas, al tiempo que tenía la grandeza de escuchar, dejarse orientar, ayudar. Era un gobernante sin grupos, ni intereses mezquinos. Era de los de Chávez.
Luego de la muerte del Presidente Chávez, cuando el madurismo comienza a consolidarse en el poder y da inicio a la persecución en nuestra contra y en contra de PDVSA y de sus trabajadores, García Carneiro siempre me tendió la mano –incluso cuando ya era público y notorio que el mismo maduro orquestaba la persecución política en mi contra– siempre me recibía en su residencia, con las amables atenciones de su esposa María, quien siempre estaba con él, acompañándolo y entregada también al trabajo para el pueblo.
Nunca renegó de nuestra amistad, nunca me dio la espalda, ni guardó distancia como muchos otros ministros, dirigentes y amigos comunes hicieron por compromisos, cálculo egoísta o simple miedo. Discutíamos la situación política, estaba indignado por la persecución del gobierno contra nosotros y PDVSA, fue el único que hizo gestiones y ayudó a los trabajadores de la industria que ya estaban –y siguen– injustamente presos.
García Carneiro sabía que el madurismo no lo quería, que lo menospreciaba –de hecho ya tienen un candidato “estrella” para las próximas elecciones a gobernador–, pero él tenía la fuerza del pueblo, no se dejaría atropellar, era electo por el voto popular, contaba con el apoyo mayoritario. Derrotaría fácilmente al madurismo en cualquier elección en el estado, a menos que el madurismo recurriera a la judicialización de la política, como ha hecho con nosotros.
La última vez que nos encontramos, me llevó a ver la obra estaba concluyendo en aquel momento: la Plaza Bolívar-Chávez, un espacio extraordinario, ícono de La Guaira, donde serán velados sus restos. Allí, ante los dos héroes y frente al Mar Caribe, discutimos lo que estaba sucediendo en el país y con el gobierno. Él estaba decidido a preservar los espacios políticos alcanzados con Chávez para seguir sirviendo al pueblo, moviéndose en una situación política nueva para todos nosotros, donde nuevos factores asaltaban el poder e iban trastocando la Revolución Bolivariana, aquella del 13 de abril, de la derrota del Sabotaje Petrolero, la de las Misiones, la de Chávez, en este desastre de hoy día.
Las últimas conversaciones telefónicas que tuvimos –ya yo había renunciado al gobierno y estaba en el exilio–, eran para transmitirme su indignación por la forma en que maduro me atacaba, me insultaba abiertamente en las reuniones de gobernadores, era García Carneiro de los Generales amigos, como tantos otros, que me pedían que no volviera al país, que corría peligro, que maduro ya había ordenado la persecución en mi contra y me quería preso, para sepultarme en vida, o matarme, como luego haría con Rodríguez Torres, con Nelson Martínez y tantos otros.
Se va García Carneiro, el General del Pueblo. Un hombre justo, honesto, trabajador. Pierde el Ejército uno de los héroes del 13 de abril, pierde el pueblo a su gobernador, pierde el país a un buen hombre, perdemos nosotros a un amigo.