La sociedad venezolana no encuentra consuelo en el gobierno nacional. La acción asumida por el régimen, es hacia la discriminación. No hay pudor en los oficialistas para hacer público el abuso y la exclusión. Desde sus representantes en las alcaldías, hasta los llamados cuadros de sus estructuras partidistas del PSUV, nadan en tal desproporción, sin importarles las necesidades de la gente. Lo han hecho con alimentos y medicinas, ahora es con la vacuna contra el virus chino. Parece, eso les genera emoción.
El contagio del covid19 se incrementa y con ello las muertes. Los ciudadanos no creen en los datos estadísticos que muestra el régimen porque les han perdido la confianza. Todo lo llevan al plano de la duda y la desesperanza. Ya habían anunciado que en defensa de la revolución los pendejos tienen que hacer sacrificios. La desnutrición en la niñez es descomunal, y esa información la esconden también. El gobierno nacional se ha convertido en el epicentro de la mentira y la obsesión por la destrucción de los valores éticos- morales, y la sana convivencia ciudadana. Abrazan la injusticia y la impunidad como el trofeo alcanzado. Profesan amor, y accionan con el desprecio.
La miseria se ve en las calles y avenidas de la ciudad. El campo está quedando desolado, sin la mano de obra que siembre la escasa y costosa semilla que logran encontrar los productores por los caminos verdes. La desinformación rueda por el callejón de la chismografía, sin freno y en abundancia. Al perezoso, envidioso y vanidoso, les molesta ver al otro trabajar. Lo llaman jala bolas, y escupen porquería contra él, por asumir retos y compromisos a favor del cambio y progreso de su municipio, estado y país. Son el producto de la escoria y la mediocridad. Así amanecen y anochecen permanentemente. Se les podría llamar los sicarios mercantilistas, contratados por los usureros, para ir en contra del desarrollo de la sociedad.
Los gobernantes que se apegan al restablecimiento del sistema de libertades, son desatendidos por el oficialismo. La estrategia de generar conflictos a lo interno les da resultados. La prepotencia y arrogancia la espiran los energúmenos, sin clemencia, en contra del demócrata, para hacerle el favor al régimen, que tal vez les da dulce con retoques de chocolate, por la tarea realizada. El camino de la perversión invade los terrenos de la clase política desvinculada de las penurias de la gente. El llanto del niño no estremece, ni le duele al irresponsable. Con dar la espalda se sienten realizados. Son el cacle de personas que se burlan de los demás, porque ellos se sienten protegidos. Olvidan que la justicia divina existe, y apuestan por ver el escenario en blanco y negro. Son los señores de la oscuridad.
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