Ismael Pérez Vigil: Opciones y críticas

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Está claro que el objetivo de los venezolanos es salir cuanto antes de este régimen de oprobio. Pero muchos dicen: Ir a una negociación, ¡No!; dialogar con la dictadura, ¡No!, esas no son opciones; ir a elecciones, mucho menos, porque dictadura no sale por elecciones; tampoco con diálogo o negociación, solo sale por una fuerza igual a mayor de la que él pueda desplegar.

Pero, lo cierto es que carecemos de esa fuerza contundente, para obligar a la dictadura a dejar el poder, enfrentándonos a su FFAA y los grupos armados que lo defienden. Al igual que al Papa Pio XII, de la época de Stalin, si nos preguntaran: ¿Con cuantas divisiones cuenta −en este caso− Juan Guaidó?, tendríamos que responder: con ninguna – salvo la “división” de la oposición, que no es precisamente una fortaleza.

Los países que nos apoyan y reconocen al gobierno de Juan Guaidó, algunos −no todos− están dispuestos a aplicar sanciones personales a los protervos del régimen y sus aliados, pero no están dispuestos a intervenir militarmente en Venezuela. Por lo tanto, esa, la salida de fuerza, que es la única posibilidad −según algunos− para sacar a una tiranía como la que nos gobierna, que no estaría dispuesta a abandonar el poder “por las buenas”, por una votación, por una negociación, es una salida que también debemos descartar

La anterior, la de la fuerza, es una posición solo asumida políticamente por una minoría y ya hoy ni siquiera de manera muy enfática. La oposición democrática ha definido una estrategia de negociación que es la que se está desplegando; y para el proceso electoral fijado para el 21 de noviembre aún no se ha definido una posición definitiva. Faltan seis meses y es mucha el agua que aún puede correr bajo el puente.

Hoy ambas opciones, votar o abstenernos, luce que son igualmente malas pues nos llevan a retroceder en materia política frente a la mayoría opositora del país que, según encuestas, cerca del 50% no está interesada en participar en ningún proceso electoral.

Quizás por eso parece que la decisión del sector mayoritario de la oposición será la de no participar en el venidero proceso. Decisión equivocada. Lo esperable de una dirigencia política opositora es ofrecer a la mayoría del país una alternativa de cambio sobre la cual se debe construir la unidad opositora para derrotar al régimen, que le de esperanza y le sirva para enfrentar las duras condiciones de vida a las que está sometida la mayoría del pueblo venezolano, opositores y no opositores.

Siguen siendo válidas las preguntas, y no me cansaré de hacerlas: ¿Qué plantean los que promueven la abstención como curso de acción para evitar esa mortífera inmovilidad que acompaña a todas las abstenciones? ¿De qué nos sirvieron las abstenciones adoptadas oficialmente y extraoficialmente en 2005, 2017, 2018 y 2020, que ni nos hicieron crecer ni nos condujeron a ninguna parte? Ante la ausencia de respuestas, concluimos que lo de la abstención, más que una respuesta política, parece una respuesta a la frustración y al reconcomio, al resentimiento, que suele ser de dos tipos. Los que están resentidos porque consideran que no se les ha prestado atención a sus consejos, advertencias y propuestas, que no se les ha reconocido en la oposición, el prominente lugar del que se creen merecedores; pero hay otros, que están resentidos por lo que el chavismo ha hecho al país y a ellos en particular, que se han visto privados de trabajo, propiedades, oportunidades e incluso algunos, perseguidos o sintiéndose acosados, han tenido que abandonar el país o no han podido regresar a él.

En materia de críticas se escuchan recriminaciones y acusaciones que no responden a lo que podríamos llamar una reflexión intelectual, de pensamiento serio, sino al viejo paradigma de demoler y destruir al otro; muchos solo ven la oportunidad de desplazar, finalmente, al que teniendo o no más méritos que él, ocupa ese lugar, ese pináculo, que él creé merecer para sí, para su familia, para sus allegados, para sus compañeros de ideas.

Por supuesto que la crítica a la oposición es necesaria e inevitable pero debe ser fundamentada y lo suficientemente contundente para que conduzca a la reflexión y a la rectificación oportuna, de ser necesario. Los líderes opositores no son de plastilina, para aguantar toda clase de embates e improperios, pero tampoco son frágiles piezas de porcelana que no resisten el mínimo impacto. En la crítica a la oposición, siempre son blanco fácil de ella, los que hacen algo y no los que no hacen nada.

Junto con la acción emprendida por los líderes de los partidos y los diputados de la AN2015 −los que siguen activos− de recorrer el país, de plantear y escuchar propuestas, de alentar a la gente y tratar de organizarla, la vía de la negociación que ya está definida, ayudará a ese liderazgo opositor a mantener el apoyo internacional, como fuerza externa imprescindible para presionar al régimen, y como experiencia para crecer en liderazgo.

Además de lo anterior, hacia la población en general, hacia la sociedad civil, se han iniciado un conjunto de acciones, como los encuentros en el marco de “Las ideas de todos” y algunas actividades como las marchas de los estudiantes: “La ruta por Venezuela”.

Hace falta definir una vía específica hacia los militantes de base de los partidos políticos en las regiones del país y esa puede ser la vía de la participación en las elecciones regionales y locales. Nadie está pensando que con esa participación y recuperando algunas gobernaciones y alcaldías se va a lograr que el régimen abandone el poder; pero, sí permitirá recuperar actividad, beligerancia ante la población golpeada por la crisis humanitaria y la pandemia, y les permitirá recuperar espacios y recursos con los cuales sobrevivir haciendo política.

Lo dicho, faltan aún seis meses y que mucha agua corra por debajo de los puentes, pongámosla a circular.

Politólogo

 

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