Todos acudimos a la Universidad, para forjarnos un destino con el propósito de encontrar una profesión y cumplir con el dictado de los convencionalismos, no siempre corremos la suerte de tener un maestro, un guía un mentor toda la escuela de Economía de la Universidad de Carabobo, puede afirmar que tuvimos la suerte, la dicha y el honor de contar con un verdadero maestro de ña vida, un académico entregado en cuerpo y alma a la docencia y sobre todo inquieto. Siempre buscando las vías para hacernos sentir distintos, para que pensáramos diferente y mantuviéramos el nexo con la ciencia económica.
Mi maestro, trasciende a tiempos y lugares, trasciende incluso a esta trampa furtiva, tendida por el criminal virus que apaga las luces junto al régimen de las muy menguadas Universidades, hace una semana su corazón bondadoso dejó de latir y justo en ese momento toda una sensación de orfandad se apoderó de todos quienes habíamos formado parte de sus dilatados cuarenta y seis años de vocación.
Sin embargo a una semana de su partida, es cuando comenzamos a entender, la trascendencia del buen Gordo Guevara, a quien consideramos un padre, un ejemplo de rectitud y un compás moral, nos enseñó a pensar distinto a cuestionar, a contestar, nos inculcó que la mente no es rígida y que la academia se abraza con rectitud, vocación y entrega para el mejoramiento del grado moral de las generaciones, un caballero de luz, con su bastón en mano desafiaba las limitaciones de la movilidad y en cada rincón en dónde el dictó sus clases se aprecia la luz sempiterna de esta Tierra Inmortal.
A su paso a la casa del Padre, los gestos de dolor se apoderaron de la Universidad, pero también se reafirmó el sentido de su profunda trascendencia la Universidad venezolana perdía un baluarte, notas y cartas de la diáspora invadieron las redes sociales, de Chile a México, al otro lado del Atlántico también se hicieron sentir los llantos, las lágrimas y los pésames.
Gustavo al igual que hace una semana te reitero que no estás muerto, pues la muerte es olvido y tu estarás en nuestros corazones, en nuestras mentes y en la manera peculiar con la cual nos enseñaste a pensar, te llevaré siempre en la diestra de mi corazón, te honraré con cada clase, con cada muchacho que le arrebatemos a esta abyección innominada hacia la cual siempre estuviste firme con tu pecho y tu brazo.
Ya no te recuerdo entre lágrimas, ni con voz entrecortada te quiero recordar riéndote con la inocencia de un niño, con la picardía de tu eterna juventud, te fuiste antes de tiempo, te faltaba mucho por enseñarnos, mucho por disfrutar, tal vez en el cielo te requerían para que nos ayudaras en esta compleja tarea de enseñar y apagarnos, frente a una tiranía que odia a la luz, la sabiduría y la bondad.
Con estas líneas te honro y cierro tus ojos, quedarás siempre fresado en nuestra escuela y en la Universidad hoy más que nunca tus consejos son necesarios, estamos seguros de que desde el cielo los inspiraras con la misma emoción y cariño, que cuando nos los dabas de tu boca.
Descansa Gustavo, descansa y duerme tranquilo tu Universidad y tu escuela son tu obra y las miles de vidas que tocaste, entre ellas la mía levantaremos a diario una oración por tu descanso. Te quiero inmenso, te agradezco todo y te ofrendo mi trabajo docente, el cual tú me enseñaste a hacer.
Tu Hijo.
Carlos Ñáñez R.