Los efectos del dragón amarillo en las plantas pueden tardar años en presentarse, y no es sino al tercer o cuarto año que empiezan a morir. Se estima que las principales industrias pasaron de moler 45.000.000 de kilos de naranja al año a principios de los 2000 a solo 2.000.000 de kilos en 2020.
Considerada como una de las enfermedades más destructivas de cítricos en el mundo, la Huanglonbing (HLB), también conocida como reverdecimiento de los cítricos o “dragón amarillo”, solo en los últimos dos años causó la destrucción de al menos 35.000 árboles naranjeros y limoneros en Venezuela, lo que ha puesto en modo de supervivencia a los productores que por años dependieron de esta actividad.
El presidente de la Federación Nacional de Fruticulutores (Fenerafrut), Carlos Romero, señala que desde 2012 han estado advirtiendo a las autoridades, principalmente el Ministerio de Agricultura y Tierras y el Instituto Nacional de Salud Agrícola Animal (Insai) sobre la presencia de la bacteria en el país.
En un oficio de una reunión efectuada ese año con las mismas autoridades, Fenerafrut advierte que el ingeniero agrónomo Clemente Velarde estuvo estudiando la presencia de la enfermedad desde 2007 en las zonas naranjeras de Yaracuy, y que desde 2006 está presente en todo el territorio nacional.
¿En qué consiste la enfermedad?
El Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de Chile explica que la HLB se disemina en otros territorios “por medio de material de propagación infectado”, como yemas y ramillas de las plantas o plantas enfermas. Además, entre las mismas plantas se infectan a través de insectos vectores, siendo psílido asiático (Diaphorina citri) y el africano (Trioza erytrae) los principales.
Estos insectos, que miden entre 3 mm y 4 mm, se reproducen con rapidez y se alimentan de las hojas y tallos de árboles de cítricos, como naranjos, limoneros, mandarinos, limas, kumquats, híbridos, entre otros. En Sudamérica, se conoce de la existencia del psílido asiático en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Uruguay, Paraguay y Venezuela.
El SAG señala que el dragón amarillo se caracteriza por provocar brotes amarillentos o de color verde pálido en árboles, hojas y frutos, formando también manchas. Los frutos infectados suelen ser pequeños y deformes, con cáscara más gruesa y pálida. Si bien la enfermedad no tiene efectos en seres humanos, afecta la producción de las frutas.
Afectaciones devastadoras
El productor Carlos Romero explicó a Crónica.Uno que las áreas naranjeras más afectadas desde la llegada del dragón amarillo han sido los estados Carabobo, Yaracuy y Anzoátegui, siendo las dos primeras las zonas productoras de naranjas por excelencia del país.
La producción en Carabobo prácticamente murió por completo, solo se está produciendo en los valles altos de Bejuma, Montalbán y Valencia, la poca naranja que queda aquí está, sobre todo, en zonas altas, que es donde el Diaphorina citri actúa de forma más lenta”, señala.
Otras zonas que se han visto fuertemente afectadas son San Felipe, Durute y Yumare, en el estado Yaracuy, cuyas plantas Rutaceae citrus se encuentran principalmente en zonas cercanas al nivel del mar, donde el Diaphorina citri es más agresivo. Otros sectores como parte del estado Anzoátegui y el sur del Lago de Maracaibo, cerca de Trujillo, también han sido afectados.
Las alternativas de la industria
El presidente de Fenerafrut explica que los efectos del dragón amarillo han sido devastadores para la agroindustria naranjera. Estima que las principales industrias pasaron de moler hasta 45 millones de kilos de naranja al año a solo dos millones de kilos en 2020, una reducción aproximada de 95 %. Fedeagro estima que 80 % de los cítricos cultivados mueren por esa enfermedad.
Explica que, ante el problema de producción y la liberalización de controles a la importación, las industrias empezaron a traer al país plantas de cítricos de California, Estados Unidos, las cuales si bien son más resistentes, no son inmunes a la infección con la bacteria. De hecho, el ataque bacteriano transmitido por el psílido asiático fue diagnosticado por primera vez en Florida en 2005.
Importar plantas sanas tampoco es una opción para los productores. Carlos Romero estima que cada productor tendría que invertir hasta 2.400 dólares por hectárea sembrada, pues cada planta cuesta alrededor de ocho dólares. “¿Quién va a invertir esa suma si se arriesga a perder todo por la bacteria?”, se cuestiona.
Como último recurso, Romero señala que las industrias optan por importar directamente los concentrados de frutas para seguir produciendo sus jugos y derivados de las frutas cítricas.
¿Qué se ha hecho al respecto?
Otro inconveniente que supone la enfermedad del dragón amarillo es que sus efectos en las plantas pueden tardar años en presentarse, y no es sino al tercer o cuarto año que empiezan a morir, justo en el momento que debe iniciar la producción de frutos.
Ese es el problema principal por el cual no hay desarrollo frutícola en este momento, no hay plantas libres de virus o bacterias, la gente no tiene nada que sembrar, no sabes si la mata que te están vendiendo está infectada o no”, exclama Romero.
Para detectar la infección en las plantas se les deben hacer pruebas de reacción en cadena de polimerasa (PCR), que en Venezuela son hechas exclusivamente por el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Por falta de reactivos, el sector agrícola tardó casi dos años en identificar y hacer análisis para verificar que se trataba de la enfermedad.
Además, Carlos Romero señala que desde los organismos gubernamentales dicen que no tienen planes ni nada específico para contrarrestar la problemática en el futuro, por lo que la responsabilidad y prevención recae en el sector privado, bien sea diversificando la producción de sus campos o importando materia prima.
CropLife Latin America, organización que representa a la ciencia de los cultivos, estima que el control con insecticidas para prevenir la enfermedad del dragón amarillo es de hasta 740 dólares por hectárea cultivada. En Florida, por ejemplo, cada año la industria citrícola destina alrededor de 20 millones de dólares en el combate a la enfermedad.
Alberto Torres – Crónica Uno