Laura Antillano: El vacio que deja Orlando

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Hoy es un día amargo, oscuro, difícil, hoy falleció Orlando Chirinos. Desde hoy no estará más entre la gente, no será más el talentoso, contestatario, magnifico narrador, malcriado a veces, sentimental y polémico siempre, que conocimos.

Su dolencia definitiva está igualmente ligada al covid-19, porque el virus conduce a las fallas de los reveces del corazón y sus venas y arterias, como brazos conductores. Todo al final, una misma cosa.

Orlando ha sido uno de los más talentosos escritores engendrados por este país, y su nexo con la escritura viene de hombre adulto ya, cuando lo conocimos en las aulas de la Escuela de Educación asistiendo a clases de Lengua y Literatura. Lector insaciable, su talento le venía de la vida misma y sus fueros, de lo oscuro y lo claro, de lo difícil y lo pequeño, de lo grande y tenebroso. Trabajaba entonces en el aeropuerto de Puerto Cabello (cuando aún no había uno en Valencia), y estaba justo en la torre de control , el mejor lugar del mundo para pensar y escribir dado que los vuelos que llegaban allí eran muy pocos, y en ese lugar podía hasta tocar el cielo.

Orlando, escritor insaciable, disfrutaba el oficio en creces, y lo tuvimos muy cerca años, viendo crecer a sus hijos, ahora presenciamos la  aparición de sus nietos y con Cointa, el crecimiento de esa bonita familia Chirinos, que en todos revela la marca de padre y madre, desde la ternura esencial.

Orlando Chirinos  es  uno de los narradores venezolanos de mejor estirpe, de escritura continua  sin intermedios (de hecho estaba escribiendo ahora una nueva novela, que deja inconclusa).

Sin Orlando habrá un vacio espantoso. Despedirnos es espantoso. Lo tendremos siempre cerca en su gran obra narrativa  y es un deber hacer que su esfera de lectores se reproduzca, crezca, considerablemente.

No podemos despedirnos, Orlando, eso es imposible.

 

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