Un informe revela cómo las promesas de neutralidad climática de las empresas que más contribuyen al calentamiento global no están respaldadas por ninguna sustancia real.
El último año ha estado repleto de grandes promesas y supuestos planes encaminados a frenar la crisis climática. Las empresas superemisoras –las que más contribuyen al calentamiento global– han impulsado una agenda cero neto -también denominado neutralidad climática, es decir, compensar lo que se emite- y, a través de acciones poco realistas que miran a muy largo plazo, han colocado esa máxima en el centro de sus estrategias climáticas. Ahora, un informe revela cómo esas promesas ocultan «de manera grotesca» planes climáticos insuficientes que, lejos de suponer una contribución, retrasarán la acción climática.
La Gran Estafa es un estudio publicado este miércoles y elaborado por las organizaciones Corporate Accountability, The Global Forest Coalition y Amigos de la Tierra Internacional. Su principal conclusión es que los grandes contaminadores promueven una agenda cero neto para «retrasar, negar y engañar». Tanto la comunidad científica como la academia y el activismo han mostrado ya sus preocupaciones sobre centrar las políticas climáticas en la neutralidad climática. Consideran que este tipo de planes no van en la línea de conseguir el principal objetivo del Acuerdo de París: limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 1,5 ºC.
De este informe se extrae que los objetivos de las empresas para lograr la neutralidad climática no suelen estar respaldados por ninguna sustancia real. Muchos de ellos son demasiado ambiguos y no implican una reducción de emisiones real o comportan una aritmética imposible en la que no hay suficiente tierra disponible para las compensaciones que se necesitarían para lograr el cero neto.
Promesas vacías para continuar emitiendo
El informe está construido a partir del análisis de los planes de una serie de industrias contaminantes clave, como las de los combustibles fósiles y de energía, la industria de la aviación y tecnológica, la de venta y distribución de bienes de consumo o la financiera y la agroindustria. También hace una revisión de algunas de las estrategias utilizadas por esas industrias para asegurar que su agenda cero neto se convierta en el punto más importante de la respuesta global a la crisis climática.
Respecto a los planes, la investigación pone el foco en Shell –la primera compañía obligada por la justicia a asumir su responsabilidad en la crisis climática–. Para el 2030, la petrolera planea adquirir compensaciones de emisiones en un volumen mayor a las disponibles en toda la capacidad del mercado mundial de compensaciones voluntarias de carbono en 2019.
Según el estudio, el plan climático de Walmart también es «completamente negligente con las emisiones de su cadena de valor». Estas representan alrededor de un 95% de la huella de carbono de la corporación. Mientras, el mayor gestor de inversiones en el mundo, BlackRock, se ha comprometido a lograr la neutralidad climática para 2050 a pesar de que en 2020 proyectó la venta de la mayoría de sus acciones de combustibles fósiles “en el futuro cercano”. El banco todavía posee 85 mil millones de dólares en carbón.
Otro de los planes que analiza el estudio es el del gigante de la carne en Brasil JBS. Una compañía implicada en la deforestación de la Amazonía brasileña que ha prometido acabar con esta práctica en su cadena de suministro para 2035. Hasta entonces, durante 14 años, seguirá contribuyendo a la deforestación en lugar de ponerle fin de manera inmediata.
Presiones a instituciones académicas de renombre
La investigación también hace una revisión de algunas de las estrategias utilizadas por esas industrias para asegurar que su agenda de cero neto se convierta en el punto más importante de la respuesta global a la crisis climática. Una de las principales pasa por encargar estudios académicos para influir en las normas relativas a los compromisos de cero neto de manera que se debilite su eficacia general
Así, el informe revela cómo estas compañías vinculadas a los combustibles fósiles y la aviación ejercieron una gran presión para garantizar la aprobación de un crédito fiscal en los Estados Unidos, llamado 45Q, que subsidia la captura y almacenamiento de carbono. «Es probable que esas mismas corporaciones hayan obtenido millones de dicho crédito, a pesar de no contar con los requisitos que se solicitaban para ser beneficiarios», dice el informe.
Además, algunas corporaciones han hecho contribuciones financieras masivas a instituciones académicas de renombre, como el Instituto de Tecnología de Massachusetts, la Universidad de Princeton, la Universidad de Stanford y el Imperial College de Londres para delinear y ejercer determinado tipo de influencia sobre las investigación que se llevan a cabo sobre el cero neto.
El de Exxon Mobil –la petrolera ha sido ampliamente señalada por negar el cambio climático a pesar de que llevaba décadas sabiéndolo– es un ejemplo: se reservó el derecho de revisar formalmente las investigaciones antes de que fueran terminadas y, en algunos casos, lo hizo con el propósito de incluir a su propio personal en el equipo de investigadores del Proyecto Global del Clima y la Energía de la Universidad de Stanford.