Al día siguiente de llegar a Rumania en diciembre de 1979, comenzando los casi 7 decisivos años que pasaría en esa amada nación, le escribí a uno de mis más importantes mentores una cartica en la que le decía -Teodoro, lo que dice la derecha acerca del socialismo es mentira. ¡La cosa es peor!
Tal afirmación dicha por un carajito de 19-20 años, al día siguiente de haber llegado al antiuniverso del socialismo real, pudo ser tomada como una inmadurez. Lamentablemente el tiempo, el muy largo tiempo, la implacable historia, le dio la razón a ese carajito de 1979, y la réplica de mi mentor, llegada varias largas semanas después, dadas las comunicaciones de la época, quedó como un recuerdo consolador ante la aplastante evidencia de la realidad:
-No te apresures Alfredito, apenas vas llegando.
La demencia socialista fracasó en el área en la que se consideraba que era científica, la economía.
Pero no le quito el carácter científico al socialismo, porque era tras era, nación tras nación, variante tras variante, mediante la experimentación, la repetición, la observación y el registro de los resultados, se ha constatado que el socialismo es, repito, en todo tiempo y en todo lugar, un descomunal fracaso.
Fracasó de Lenin al Socialismo del Siglo XXI, pasando por Hitler, Stalin, Mussolini, los Kim de Corea, Mao y Fidel Castro.
Su legado, en el cenit de su aplicación, como quien aplica un vomitivo, resultó en 150 millones de muertos y en el mayor fracaso de gestión económica de la historia humana.
Pero dado este estruendoso fracaso, el socialismo ha mutado. Dado que la clase obrera ya no quiere cambiar el mundo sino cambiar de carro y teléfono celular, la izquierda ha desatado un ataque brutal en contra de la cultura occidental, lanzando misiles en contra de los valores judeo-cristianos que nos sustentan, la familia natural, el matrimonio, natural, el lenguaje natural, la percepción de lo que es bueno y de lo que es malo.
Hoy la izquierda, en complicidad con las seudociencias de la conducta, nos quieren hacer creer que el mundo es relativo, que no hay absolutos de lo que es bueno y de lo que es malo, y que en fin de cuentas todo es un espejismo que depende de la percepción o autopercepción, que tengamos del mundo o de nosotros mismos. Bienvenidos a la Matrix, bienvenidos a Babel, bienvenidos al mundo de la demencia global.
La única manera de “convencer” a la gente de que un hombre o una mujer no son tales, sino que depende de cómo se autoperciban ellos, es mediante el poder de coherción del Estado y del aparato cultural de la Nomenklatura global.
La única manera de “convencer” a la gente de que se pueden asesinar bebés en el vientre de las madres, aún a los 9 meses, es mediante el poder cohercitivo del Estado y del aparato cultural de la Nomeklatura global.
La única manera de seguir chantajeando a la gente por su color de piel, en este caso a los blancos anglosajones, debido a su pasado vergonzoso esclavista, pasado que han repudiado y combatido ¡las democracias blancas anglosajonas!, es mediante el poder cohercitivo del Estado y del aparato cultural de la Nomenklatura global.
Es decir, la única manera que tienen de obligar a la gente cuerda y decente, que es la mayoría, de convencernos de que lo bueno y lo malo no existen, que es lo mismo niña o niño o que la vida no vale nada o que la familia natural debe ser desmantelada, es a la fuerza, a punta de pistolas, de persecuciones, de listas negras, de censuras como las que aplican Zuckaritas y sus socios de las Big Tech. Están obligados a constreñir la realidad, la verdad.
El capitalismo y la democracia liberal, con todas sus carencias, defectos, crímenes, es sin duda superior ética, económica, tecnológica y estéticamente, a cualquiera de los adefesios paridos por las sociedades socialistas.
La izquierda es dada a los experimentos sociales. Los hicieron las SS de Hitler, lo hizo Mao con su Revolución Cultural, lo hicieron Fidel y el Che con su intento de crear al “hombre nuevo”. El resultado en todo tiempo y en todo lugar ha sido el fracaso acompañado de la tragedia, la muerte y la miseria. El experimento social al que asistimos globalmente, también va a fracasar y a un costo mayor.
Los ciegos que se dicen científicos, insisten en creer que el socialismo no ha fracasado sino que lo que ha fracasado ha sido la manera como se ha aplicado. La estupidez es utilizar los mismos métodos y creer que el resultado va a ser distinto.
¿Por qué no les alcanza la experiencia empírica, los resultados estadísticos de la aplicación de las recetas socialistas para convencerlos de que el socialismo sencillamente no sirve? Porque en realidad no se trata de una postura política sino de una reacción emocional ante la realidad de cómo es el mundo, cargada de envidia y resentimiento: en contra del que es más próspero con base en su trabajo e iniciativa, en contra del que logró construir una familia con base en la responsabilidad y los valores, y se atrevió a tener hijos y a proteger y a amar a su cónyuge.
¿Qué tienen en común Hitler, Stalin, Mao, Lenin, Fidel Castro, el Che, Chávez, Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y las FARC?: que fueron y son unos vagos que nunca trabajaron, unos depravados sexuales que no tuvieron pareja fija y a algunas de ellas las llevaron al suicidio, no tuvieron familia, que todo el dinero del que disfrutaron fue y es robado a sus naciones y que dejaron tras de sí, la estela de la muerte, la miseria, el destierro y la desolación.
Esa es y ha sido en todo tiempo y en todo lugar la izquierda.
Eso es el socialismo.