La derecha se dedicó el domingo a formar grupos burbuja, pero no por miedo al coronavirus como los niños en el colegio, sino a que les fotografiaran juntos en Colón. La izquierda, mientras tanto, intentó levantar el vuelo de los últimos castañazos mediante la victoria sanchista en Andalucía y la nueva etapa en Podemos. Nada que objetar a ninguno. Buen momento para reflexionar. Y para que se pregunten, o nos preguntemos, para qué sirven.
Podemos ha servido largamente para empujar hacia la izquierda al PSOE, un partido de fuertes avances sociales, sí, pero a ser posible gratuitos. En cuanto le dejan solo, el partido socialista se pliega, flojea en lo económico y sus gobiernos no son ajenos a la brutal precariedad laboral que se ha instalado en España, a la desigualdad creciente, a las caídas de recursos en sanidad y educación y a la ausencia de un modelo productivo impulsado desde la investigación y la ciencia. En todo ha suspendido, y mira que llevamos años diciéndolo.
La desigualdad en España, que ya era mayor que la media europea y de la OCDE, se disparó en 2008 a partir de la recesión y ha llegado a unos niveles de exclusión insoportables para buena parte de la población. En 2014 éramos los más desiguales de la eurozona junto a Letonia y Grecia. Pero es que en 2019, ya lejos de la recesión, solo estábamos mejor que Lituania, Letonia y Rumanía, según Eurostat.
Lo dramático es que esa desigualdad ha crecido con gobiernos del PSOE (2004-2011) y del PP (2011-2018) con una similitud vergonzosa para quienes aún creemos en las ideologías. Ya sabemos que en la actual fase del capitalismo el crecimiento no garantiza un descenso de la pobreza, pero es ahí donde las políticas deberían servir para intentarlo.
La presencia de Podemos en el Gobierno ha obligado al PSOE a moverse en esa dirección, pero a este paso acabará siendo más útil el giro de Estados Unidos que la parsimonia de esta coalición. El plan para limitar el precio de los alquileres se encasquilló y su sustituto no ha llegado a tiempo. Ni para el hombre que se suicidó esta semana en Barcelona cuando venían a desahuciarle ni para que la OCDE nos saque más guapos en la foto. La de esta semana recordó que España está a la cola en gasto público en vivienda.
El tribunal en que se han convertido platós y redes ha sido salvaje para Pablo Iglesias y el ruido ha empañado cualquier valoración de su papel, lleno de claroscuros. Pero su partido y otros que surgieron tras el 15-M son vitales para que este país no avance hacia la desaparición de la izquierda que se constata en Europa, sino hacia su fuerza. Siempre que recuerden, Podemos y PSOE, que nos prometieron centrarse en la lucha contra la desigualdad. Ahí les queremos ver.
@bernagharbour