Guillermo Durand: La historia de caracas: ¡exprópiese! …. Fajardo y Guaicaipuro ¡Confróntenlos! …

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Es necesario insistir en el tema de la maniquea historia oficial que pretende, con mucha tozudez, buscar sacar réditos políticos a la sociedad inoculándole su paradigma de la “descolonización del pensamiento” so pretexto de resarcir a nuestro pasado de las mentiras de la burguesía y el capitalismo. Según su rebuscada jerga propagandística, todo ha consistido en una conspiración, supuestamente, para invisibilizar el heroísmo del pueblo venezolano en los hechos memorables de su historia. Dicho con otras palabras, nos dicen que hemos estado ayunos de la verdad, y por tanto engañados por los historiadores lacayos del colonialismo español y el imperialismo norteamericano, desde los tiempos del mismísimo Cristóbal Colón hasta la llegada de la “redentora” revolución comunista del “Telmo Romero” de Sabaneta. Es por ello el sentido del título que acompaña estas líneas, pues el oficialismo, parece haber recibido órdenes de la ultratumba y actuar en consecuencia, decretando solapadamente la expropiación de nuestra memoria histórica. Con ello creen que podrán convencer a un pueblo, por ejemplo, que Guaicaipuro era un furibundo chavista y Francisco Fajardo un dilecto de Rómulo Betancourt, que dirimieron sus irreconciliables diferencias, enfrentándose en una dura y épica batalla para legar su nombre a la autopista más importante de la ciudad que fundaría Diego de Losada el 25 de julio de 1567. Ya sabemos que la historia es lo que aconteció, y no lo que desean algunos de forma truculenta, extemporánea y hasta nigromántica.

La exaltación del supuesto único protagonismo de las masas populares en los eventos históricos más importantes, no es más que un engaño calculado para expropiar, por así decir, todo vestigio de verdad que se halle presente en la conciencia histórica venezolana, la cual fue conociéndose al calor de la labor que desempeñaron nuestros historiadores en el estudio y explicación del pasado. La historiografía que es el nombre que recibe ese esfuerzo de comprensión para desentrañar la complejidad de la historia, estuvo pues según la nueva doctrina “redentora” chavista, en un complot que se trasmitió a través de muchas generaciones y se ha mantenido consecuente con difundir y repetir “mentiras” sobre los hechos históricos. Sin embargo, la conciencia histórica de un pueblo da cuenta de su protagonismo en el pasado, articulado a una compleja red de hechos, sucesos, tradiciones, costumbres, creencias, peculiaridades, compromisos, talentos, heroísmos, valores, sentimientos, esfuerzos y sacrificios, entre otros factores, que han permitido su fraguado, robustez e infranquiabilidad en el curso de su formación y evolución como sociedad. Dicho de otro modo, no es posible desmontar los atributos y validación de una conciencia histórica, sobre la base de mentiras ideológicas del oficialismo, cuyo interés precisamente, es la negación de la verdad sobre el pasado. Ahora bien, habría que agregar que, en este vano esfuerzo del gobierno de cambiar nuestra historia con sus nuevos paradigmas, se acude reiteradamente al expediente de odio, el resentimiento y la ignorancia, como acicates precursores y condicionantes a su propuesta de “descolonización del pensamiento” como proceso “redentor” del pasado. Es decir, el hombre común supuestamente redimido, se verá a sí mismo como el perpetrador de una justicia por su propia mano, que no era posible imponerla de otra forma que no fuese por el asalto a su propia memoria histórica, a través de la fuerza y motivada por un supuesto ajuste de cuentas impuesta desde las altas esferas del poder político gubernamental.

El caso de la nueva arremetida del régimen de imponer el nombre de Guaicaipuro sobre el de Francisco Fajardo a la autopista del Este, es una buena oportunidad para intentar ilustrar lo que expusimos con anterioridad sobre nuestra conciencia histórica y claro está, con la propia historia entendida como hecho consumado. Ya en otros trabajos hemos abordado el tema de Guaicaipuro como personaje histórico, lo que nos llevó a concluir que son necesarios nuevos estudios que nos aproximen con mayor objetividad científica sobre su papel histórico, con el propósito de desmitificar la actuación que le atribuyó la historiografía bajo una percepción un tanto acomodaticia y hasta timorata.1 En el caso de Francisco Fajardo, su temprana y violenta muerte en los momentos iniciales de la conquista de Caracas, todo o casi todo se quedó a niveles de conjeturas, por la precariedad de la prueba documental que respalde de modo preciso, la intensa labor que suponemos hubo de realizar en sus propósitos de conquistar el Valle de Caracas. Pese a ello, en una oportunidad nos vimos en la circunstancia de abordar al carismático personaje en el contexto de un breve ensayo sobre la explotación del oro en la inexpugnable Caracas, antes y después de la fundación de Santiago de León, lo que nos hizo bocetear algo sobre quien era este hombre odiado tanto por los naturales como por los mismos conquistadores, al intentar, contradiciendo su condición de mestizo, conquistar y poblar. Fue esta determinación que iba contra lo establecido históricamente, lo que sin duda llenaba de encono tanto a los españoles como los aborígenes, los primeros despreciándolo al considerarlo gente inferior; los otros repudiándolo al tacharlo de un traidor. Empero, Francisco Fajardo, fue el primer criollo o venezolano de figura excepcional, que puso un pie en suelo caraqueño y fundó pueblos tras desempeñar un papel histórico trascendente en un período caracterizado por cambios promovidos por la hostilidad y la codicia en los inicios de la segunda mitad del siglo XVI.2

Fajardo y Guaicaipuro nunca llegaron a enfrentarse directamente como enemigos, aunque hubo encuentros entre sus parciales luego de 1557 que es cuando en propiedad, Francisco Fajardo, establece fundaciones, primero con la llamada Villa del Rosario hacia el Este del litoral central cerca de Panecillo; también la Villa de El Collado en el mismo litoral y la de San Francisco en el territorio de los Toromaimas en el Valle de Caracas. Estos enclaves poblacionales fueron hechos tras los poderes que hubo de conferirle, respectivamente, en El Tocuyo los Gobernadores Gutiérrez de La Peña y Pedro Collado. El inicio de hostilidades sobrevenidas entre indios comarcanos y peninsulares conquistadores, sería como respuesta precisamente a la concreción de Fajardo de conquistar y poblar, empresa ésta que hallará franca oposición de un lado y otro; es decir, de los aborígenes capitaneados por Guaicaipuro, opuestos a la conquista peninsular y la de éstos, contrarios a los méritos o éxitos logrados por el mestizo, cuya repulsa solapaban de muchas maneras sobre todo a partir del momento en la que el alucinado Fajardo, hubo de confirmar para su desgracia, la existencia del ominoso oro en el valle de Caracas y los dominios de los indios Teques. Así la villa de San Francisco o de Catia que levantó precariamente Fajardo por cerca de 1557, fue desmantelada (1560) a punta de flechas por el cacique Paramaconi al mando de sus aguerridos Toromaimas, quienes eran los que habitaban originalmente el valle del mismo nombre. Con posterioridad (1561) el capitán Rodríguez Suárez, fundador de Mérida, intentando recomponer la destruida villa de San Francisco, debió entonces vérselas con Guaicaipuro y sus guerreros Teques, quien ya había asumido según nos afirman, la defensa de todo el vasto territorio codiciado por los conquistadores. Guaicaipuro pudo expulsar a los españoles y en la refriega matar a dos hijos del sanguinario Rodríguez Suarez durante aquellos encuentros bélicos.

Unos siete años después de estos acontecimientos, el capitán Diego de Losada emprende desde el Tocuyo junto a sus huestes la conquista de Caracas. Su misión será la de rehacer lo atribuido a Francisco Fajardo, según lo dispuesto por la real cédula de 1563 que ordenaba repoblar lo hecho y castigar a los indios que habían sido responsables de las muertes de los “buenos” cristianos tiempo atrás. Se trata entonces de un replanteamiento de la conquista de Caracas sobre lo actuado por el mestizo Francisco Fajardo, quien para entonces había sido colgado alevosamente por el justicia mayor de Cumaná, Alonso Cobos. Al respecto, nos dice Enrique Bernardo Núñez: “Los soldados de Fajardo quisieron vengar a su general, pero luego se dispersaron. Los de Margarita, indignados por la ejecución, fueron a Tierra Firme donde prendieron a Cobos y le hicieron formar proceso por la justicia de la isla Pedro de Viedma. La Real Audiencia de Santo Domingo lo sentenció a muerte. Así pagó Fajardo la muerte de Paisana y los suyos por manos del justicia Alonso Cobos, quien a su vez concluyó en la horaca”3.

Diego de Losada, como advertimos, quien era el responsable de la aplicación de la medida retaliativa ordenada en la cédula real, no tenía la mayor intención de repoblar en el sitio (Catia y El Collado) donde lo hizo Francisco Fajardo. Su elevado orgullo y sobrados prejuicios estaban a disposición de lo que él consideraba su propia gloria y para ello fundó a Santiago de León de Caracas el 25 de julio de 1567 y Caraballeda; dejando en el olvido a la destruida villa de San Francisco (Catia) hasta que fue redescubierta, podría decirse, el siglo XX cuando es creada la parroquia Sucre en diciembre de 1936.

Dada la polémica o controversia que se había generado en relación a la fundación de la ciudad de Caracas, en los años cincuenta del pasado siglo XX, surgieron dos corrientes de opinión, referidas no tanto al año de la fundación de la ciudad, sino quien había sido el pionero del proceso histórico que desembocó entonces en el establecimiento de la ciudad de Santiago de León. Es así como surgen las tendencias fajardista y losadista, por llamarlas de alguna forma. La primera tuvo a su más ferviente promotor en Juan E. Montenegro, mientras que la segunda en Enrique Bernardo Núñez. Ambos fueron Cronistas Oficiales de la Ciudad de Caracas, pero fue este último quien escribió un interesante ensayo en 1950, que ya citamos, bajo el título “La Amistad de Fajardo” donde ofrece una visión bastante crítica sobre la figura de Francisco Fajardo, llevado de la opinión, que suscribimos, que este personaje fue un hombre de su tiempo y en función de ello no se le puede juzgar a la ligera por haber querido alcanzar la gloria con conquistas y fundaciones de pueblos, como en efecto supo concretar en la medianía del siglo XVI en el valle de Caracas. Por su parte Juan E. Montenegro, escribió una interesante biografía de Fajardo, buscando demostrar que mestizo conquistador fue el precursor de la existencia de Caracas, tras desempeñar un papel histórico de envergadura que lo llevaría, como vimos, a emplazar la presencia de españoles en el valle de Caracas y posibilitar ulteriormente su conquista por Diego de Losada. Es decir, sin ese precedente no se hubiese verificado la fundación de Santiago de León de Caracas en 1567. Tal aseveración podría encontrar sustento cuando nos impone: “Este personaje singular (Fajardo), valiéndose de los recursos de la persuasión y de la amistad, puso bajo su dominio a todas las comunidades indígenas de la provincia, y a no ser por la influencia perniciosa y la crueldad de sus compañeros peninsulares, habría sido el artífice de una fusión entre la civilización europea y la cultura indígena. (…) No le fue posible a Fajardo, dominar la ambición y el culto a la crueldad que había heredado el europeo del siglo XVI, y así su anhelo de conquista utópica forjado en su interior por las bondades del mestizaje, fue desecho por el abuso de la fuerza y el estampido del arcabuz.” 4

Líneas arriba habíamos sostenido la importancia de un nuevo estudio sobre el cacique Guaicaipuro, puesto que pudimos determinar que su figura histórica estaba acompañada de errores conceptuales o de percepción. Por una parte, la historiografía del siglo XIX lo hizo un adalid de la hoy llamada resistencia indígena basado en los fragmentados datos de documentos y cronistas de la época colonial como José de Oviedo y Baños. Esta fama si bien es merecedora de todo elogio, no por ello justifica que los historiadores del siglo XX hayan guardado silencio ante un voluminoso expediente que da cuenta de un largo juicio sobre la posesión de una encomienda a la que estaban sometidos el cacique Guaicaipuro con los demás sujetos de su tribu. Una copia de este expediente fue entregada por el investigador fray Froilán de Rionegro a la Academia Nacional de la Historia en 1912 y pese a que con posterioridad surgieron trabajos de especialistas en materia de las encomiendas, como Vicente Dávila y mucho más tarde Arcila Farías, nada dijeron al respecto. Incluso en 1967 cuando la ciudad celebró a lo grande el Cuatricentenario de su fundación, para lo cual se escribió de todo y hubo ocasión para cuestionar muchas cosas del pasado caraqueño, tampoco se mencionó el caso de que Guaicaipuro había sucumbido a la conquista y fue encomendado. Prevaleció así el mito que se había inmolado dentro de su choza prendiéndole fuego, producto del acoso criminal de los conquistadores que habían puesto precio a su cabeza En mi opinión, esta es una falta de ética por parte de los historiadores y una equivocada percepción crítica sobre el papel histórico del héroe indígena, pues su condición de encomendado, en nada compromete y desmerita el destacado rol que desempeñó en esos momentos críticos en la que asumió la defensa de sus iguales frente al conquistador.

De estos asuntos como los tratados hasta ahora someramente, son los que debería haberse encargardo la historia oficial chavista. Sin embargo, eso no es posible puesto que su interés no es alcanzar la verdad o conocimiento sobre el pasado caraqueño, sino por el contrario, expropiar todo lo que contenga de credibilidad sus acontecimientos memorables, para tratar de sustituirlo con fantasiosos ritos y mitos “redentores”. Así lo que denominan la resistencia indígena con Guaicaipuro a la cabeza, cobra otro matiz a los efectos de imponer mentiras ideológicas que estén en armonía con la supuesta “descolonización del pensamiento” como supuesta acción liberadora de la dignidad del pasado. Desde la Alcaldía de Caracas junto con el actual y obediente cronista de la ciudad, se oficializó hace dos años este concepto hueco desde el punto de vista científico, pero que políticamente es una herramienta atractiva para buscar socavar ideológicamente la memoria histórica. Recientemente el régimen anunció nuevamente el cambio de nombre de la autopista Francisco Fajardo por la de Guaicaipuro como un supuesto acto de justicia histórica, de redención y exaltación de un héroe “olvidado” del pasado glorioso. Nada explican más allá que el afirmar que los conquistadores eran malos y nuestros historiadores unos falsarios. La omisión de una razón de fondo, aparte de ocultar su incapacidad para la comprensión del pasado, expresa su intención de activar el libre albedrío para insuflar resentimiento, ignorancia y la sed de venganza en algunos caraqueños, y tal vez arrancarle unos pocos aplausos de aprobación ante esa desquiciante medida de expropiación.

La memoria histórica de los caraqueños no está colonizada por un alzheimer ideológico, pues a despecho del oficialismo, podría metaforizarse, que ella goza de buena salud. El soterrado resentimiento por nuestro pasado, busca disimularse con supuestos rescates de la dignidad del pueblo, erigiéndose sus promotores a sí mismos como jueces irredentos de nuevo cuño. La sola manipulación no basta para vender esa idea de las “descolonización del pensamiento” y es por ello que acuden al expediente de la arbitrariedad, el abuso de poder, la socarrona burla y el desprecio por nuestro pasado memorable. La conciencia histórica de los caraqueños, insisto, no está para arrojarle, por así decir, ese hueso envenenado, pues su curiosidad solo puede ser satisfecha con la verdad o cuando menos con la duda razonable en la que en veces nos atrapa el pasado. Es inaceptable, risible y ofensivo, que se pretenda con esta medida inconsulta y por tanto arbitraria del régimen, pisotear la memoria histórica del primer venezolano que puso un pie en suelo caraqueño, como Francisco Fajardo, esgrimiendo argumentos como el expuesto por el actual cronista de la ciudad, en términos francamente genuflexos y baladíes, para buscar justificar, tal vez su permanencia en el cargo, pero nunca la infamia con la cual pretende burlar la verdad esculpida en la historia por el carismático y singular mestizo llamado Francisco Fajardo en el pasado de Caracas. Es precisamente esa cualidad de personaje histórico, con la que la ciudad lo recuerda dándole su nombre a la importante arteria vial que bordea a nuestro río Guaire desde Petare hasta Caricuao; es decir, tremolado por dos referencias indígenas que aluden a un topónimo ancestral y un héroe aborigen. Esto fue entre otras sandeces lo que nos refirió el ‘actual cronista’ sobre Francisco Fajardo:

“Hacia 1526, entre los empresarios españoles que habitan Cubagua, Nueva Cádiz, se encontraba Francisco Fajardo, padre de quien sería posteriormente primer explorador del valle de Caracas y fundador del primer asentamiento de los invasores en la región caraqueña. Los empresarios españoles de las islas La Española y Puerto Rico figuraban como los principales financistas y depredadores de los placeres de perlas de Cubagua. El interés de dichos empresarios, vinculados a Francisco Fajardo padre, era obtener ganancias inmediatas para recuperar el capital invertido, conducta depredadora que terminó por destruir dichos placeres. Más grave aún, las ganancias que obtenían dichos empresarios por concepto de la pesca y comercio de las perlas, se hicieron a costa de la vida de numerosos negros e indios esclavizados (…)

Los empresarios margariteños financiaron una expedición armada hacia el valle de Caracas, espacio habitado para ese momento por la etnia Toromaimas, con el objetivo de lograr su conquista utilizando grandes canoas caribe. La expedición naval estaba al mando de Francisco Fajardo, hijo de un español y la cacica Guaiquerï doña Isabela, aprovechando los contactos que esta mantenía con los jefes tribales del litoral guaireño. Con estos apoyos Fajardo hijo desembarcó en la Guiara y logró fundar entre 1559 y 1560 la villa de San Francisco, que luego sería bautizada por Diego de Losada como Santiago de León de Caracas (…) La villa de San Francisco se hallaba localizada en el centro de la actual Caracas. (…) Después de haber fundado el hato de san Francisco, Fajardo, como buen abusivo invasor, comenzó a repartir las tierras que eran propiedad de los Toromaima entre los empresarios margariteños que habían financiado su expedición (…) Por las razones antes expuestas, creemos que se debe cambiar el nombre de la autopista Francisco fajardo, vinculado a un depredador de nuestros recursos naturales y esclavizador de las poblaciones originarias de Venezuela. Deberíase, por el contrario, dar el nombre de autopista Guaicaipuro en honor a los pueblos (sic) caribes originarios que humanizaron esta región caraqueña y dieron su vida para defenderla de la codicia de los invasores europeos “…5

No vamos a ocuparnos de esta versión escolar de la historia escritas para niños anestesiados bajo la sombra del comunismo. Pero si advertir sobre los premeditados descalificativos que se hacen, primero acusando al padre de Francisco Fajardo de “empresario asesino” para luego criminalizar ese mismo término junto a los de financiamiento, propiedad, ganancia, capital, inversión, explotador, etc. con el propósito evidente de asociarlo, extemporáneamente, con el capitalismo y la burguesía. También he de señalar las expresiones “expedición naval, desembarco y depredador, (como los marines estadounidenses) a los fines de vincularlas con supuestas e inmensurables fuerzas bélicas de las cuales se valió Francisco Fajardo para la conquista de sus iguales. Por último, es notable su falta de conocimiento histórico, por no decir ignorancia, cuando asevera que la villa de San Francisco “se hallaba en el centro de la ciudad” omitiendo de esta manera que se trataba de Catia, como bien lo saben todos los escolares de nuestra querida parroquia Sucre. Tampoco existe ninguna prueba documental que Fajardo haya hecho repartimiento de tierras a supuestos financistas margariteños en el valle de Caracas entre 1557 a 1560, y menos que sus viajes hacia tierra firme desde la isla, fuesen auspiciados por “empresarios” españoles esclavistas del siglo XVI. Este es entonces, el “portento” científico que ofrece la teoría de la “descolonización del pensamiento” a través del actual cronista para intentar cambiarnos nuestra historia y convencernos, “indubitablemente”: “por qué debe llamarse Guaicaipuro la autopista del Este.” En resumen, tal propuesta parece ser planteada, aparte del arqueólogo cronista, por unos protohistoriadores especialistas en la pseudohistoria, la mitohistoria y una nueva modalidad que llamaremos la “pirohistoria”, por la manía de buscar encandilarnos y distraernos con pirotecnia patriotera de historia, cada vez que surge un problema mayúsculo al gobierno, o se acercan unas elecciones con todas las desventajas que ello supone en un régimen negador de libertades políticas y ciudadanas. Guaicaipuro y Fajardo, hallábase tranquilamente en el Panteón Nacional uno y la deteriorada autopista del Este el otro, rumiando en los bellos pastizales de nuestra conciencia histórica, antes de esta desquiciada resolución. Nos preguntamos: ¿Qué razón poderosa tuvo el régimen para confrontar estos dos conspicuos personajes de la historia de Caracas? Saquen ustedes queridos lectores, sus propias conclusiones. Para concluir, el que suscribe estas líneas, respalda el comunicado público de la Academia de Historia del Estado Nueva Esparta, para repudiar el calificativo de “genocida” que le fue proferido por Maduro a Francisco Fajardo, con la insana intención de ocultar la verdad sobre el papel protagónico y valiente de esta sinigual figura histórica, representante del genuino mestizaje venezolano, principal baluarte y crisol de todas las virtudes de nuestro pueblo.6

VI Cronista de la Ciudad de Caracas.

1  Guillermo Durand G. Guaicaipuro: ¿Un problema de percepción crítica o de sentido ético para los historiadores? En: clioencaracasblogspot.com.

2  Guillermo Durand G. “El Ominoso oro en la fundación de Santiago de León de Caracas “en: Crónica de Caracas. N° 95.pp. 36-40.

3  Enrique B Núñez. “La amistad de Fajardo” en: La insurgente y otros relatos. pp. 176-77-

4  Juan E. Montenegro. Francisco Fajardo y la fundación de Caracas. Pp. 17-18

5  Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas. “Por qué nombrar Guaicaipuro a la autopista del Este” en: Caracas Ciudad Caribe. Las negritas son nuestras.

6  Ana Carolina Arias. “La Academia de Historia de Nueva Esparta rechaza calificativo a Francisco Fajardo. Emite comunicado de repudio contra el término ‘genocida’” En El Universal. 17-10-2020.

 

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