Enrique Meléndez: En manos del Coquí

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La verdad es que suena aterrador un video, que llega por las redes, y en el que se oye la voz de una señora muy angustiada; quien vive aledaña a la parroquia La Vega de Caracas; mientras se oye al fondo una plomazón, como se dice en criollo; siendo el cabecilla de la misma Carlos Luis Revete, un tal Coqui; como se le conoce en los bajos fondos, y quien se ha convertido en un verdadero terror, no sólo de La Vega, sino de la Cota 905, El Valle y El Cementerio; que es lo que dice la señora angustiada, que esos disparos que se oyen al fondo de metralleta responden al hecho de que el famoso Coqui, quiere dejar sentada la impronta de su presencia en la zona, como jefe absoluto; en el marco de una parranda suya, y así que se da el lujo de despertar a medio mundo, pues la plomazón se produce en horas de la madrugada, como hace ver la señora, y que es por donde se le sale la soberbia a esta especie de cacique local de nuevo cuño.

Por supuesto, antes que él lo fue otro que, una vez que el gobierno lo utilizó, cayó en un momento determinado, y así lo exterminó, cuando llegó la hora de hacerlo; de modo que este Coquí tampoco es que sea eterno. Está viviendo su cuarto de hora de fama, como se dice; simplemente, son sujetos que el gobierno se vale de ellos, cuando les ven don de mando; capaz, como Ezequiel Zamora de armar una guerrilla de tipejos en lo inmediato; que en este caso vendría a ser urbana, y que le es muy útil a un gobierno, que se quiere eternizar en el poder; ya que se trata de una manera subrepticia de mostrar sus garras.

En efecto, esto no es nada nuevo; pues ya en la época, en la que Juan Barreto fue alcalde mayor, se hablaba de que éste había armado a los que entonces componían los llamados Círculos Bolivarianos; cuando se atravesaba por los momentos de mayor inestabilidad política de Hugo Chávez; tanto así que se había logrado que se separara del poder por 24 horas; sólo que del lado de acá no se supo hacer bien las cosas, para eyectarlo de una vez por todas. No se pase por alto que la gente estaba en la calle; pidiéndole la renuncia a Chávez; con independencia de estas “metidas de pata” por parte, sobre todo, de Pedro Carmona y de los militares de la Plaza Altamira, como entonces se les comenzó a llamar a éstos, a raíz de la famosa toma de dicho recinto sin orden ni concierto en medio de la desesperación de aquellos días, y con el perdón de la digresión; de modo que tuvimos un 2002 muy agitado, y así que el gobierno tuvo que valerse de estos grupos, para bajarle la temperatura a las masas; infiltrando a sus integrantes en las manifestaciones, que se hacían en forma pacífica, a los fines de alterarlas, y provocar acciones vandálicas, de modo que fueran disueltas enseguida por los cuerpos policiales; así que esto y los errores cometidos por la oposición, conllevaron a que la agitación callejera se enfriara, y Chávez se atornillara en el poder feliz de la vida.

Recuerdo, precisamente, a ese Juan Barreto desesperado clamar por televisión, que se acercara “el pueblo” a los alrededores de Miraflores, para defender la revolución aquel 11 de abril de 2002; cuando Carmona, Carlos Ortega y la principal dirigencia opositora marchaba hacia Miraflores en afán de solicitarle la renuncia a Chávez, y el “pueblo” eran estos Círculos Bolivarianos; de modo que en esa cuadra que va desde la esquina de Carmelitas hasta Miraflores, donde está comprendido el famoso puente Llaguno, allí todo el mundo estaba armado, disparando a mansalva a una marcha, que se dirigía hacia dicho palacio de gobierno.

¿En qué momento dejaron de llamarse círculos, y pasaron a ser colectivos? Uno podría suponer que quien lo hizo, pensó en la connotación de fuerza que tiene la expresión círculos, y que se prestaba para todo tipo de predicado, que entonces le endilgaba la gente la oposición: “círculos de la muerte”, “círculos de terror”; por más que Hugo Chávez pretendiera darle carácter de jóvenes misioneros; esto es, círculos de jóvenes de buena fe, y de modo que comenzaron a proliferar, que si el “Colectivo la Piedrita”, que si el “Colectivo 23 de Enero”, y así sucesivamente, ejércitos de jóvenes, que venían actuando entre la legalidad y la ilegalidad, y que en la época de la República civil se venían incorporando a nuestros procesos educativos; gracias a los programas sociales, que habían establecido los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, a los fines de combatir la deserción escolar, y así capacitarlos; tanto desde el punto de vista profesional, como desde el punto de vista técnico; sólo que llegó el comandante, para hacer el cuento corto, y mandó a parar.

Así como en la época de los dinosaurios, algunos de estos bichos se llenaban de crestas, a los fines de revestirse de una cierta aspereza anti-depredador; al gobierno en el fondo le conviene esta fachada de lo que representa el Coquí, y su colectivo de “satélites”, como se les dice, si es que pretende mantener a una población amedrentada. Eso no es un acto de cobardía, el hecho de que Padrino López se reunió con el Coquí, para negociar, digamos, algunos minutos de paz y de concordia en su territorio, y quien sabe si fue una bola que echó a correr el G-2 cubano, esto es, lo de esta reunión, y que dio lugar a que más de uno se tragara a Padrino López por esas redes; pues, repito, el día que se antoje eliminar el gobierno al Coqui lo hace, y en esta estrategia entra hasta el caso del fiscal Danilo Anderson, Lina Ron, Robert Serra y, luego, ciertos pranes.

Porque cualquier intervención de una fuerza multinacional en nuestro territorio, tiene que prever la presencia de estos grupos. He allí un dato que tiene bien a la mano el gobierno. De hecho, la ex ministra para Asuntos Penitenciarios, Iris Varela ha dicho que ella cuenta un ejército de 60 mil presidiarios, capaces de enfrentar cualquier intervención, que venga con la intención de sacarlos del poder.

melendezo.enrique@gmail.com

 

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