Enrique Meléndez: El nuevo frente de Maduro

Compartir

 

La verdad es que uno no sabe si fue intencional o si fue por descuido, de quienes atentaron contra el presidente Iván Duque, cuando se desplazaba en un helicóptero por la zona de Cúcuta, y de lo cual salió ileso, por lo demás; el hecho de haber dejado las armas en el sitio, con las que le dispararon, desde un matorral como se observa en las gráficas; sobre todo, porque una de ellas, según sus sellos, pertenece a las fuerzas armadas venezolanas; es decir, uno no sabe si fue un mensaje a García de parte de Maduro a Duque en esta guerra solapada, que han venido sosteniendo; desde que se vieron y no se cayeron bien; cuando no, que se trata de un acto de novatos; que está muy lejos de ser de sicarios; como lo que es costumbre ver en Colombia, y lo que parece más bien es que los autores hicieron los disparos, y desparecieron del lugar muertos de miedo, por lo que entonces dejaron las armas allí mismo: prendas para una policía rastreadora, que lo primero que hizo fue reportar dicho sello venezolano.

No se pase por alto que Nicolás Maduro ha dicho una y otra vez, que Duque tiene, entre sus planes, asesinarlo. He allí lo que sería una venganza suya; aparte de que se ha venido sosteniendo, que este señor financia los disturbios, que se han venido escenificando en las calles de Colombia, a raíz del intento del gobierno de Iván Duque de aumentar las tarifas de un impuesto, lo que desató una ola de protestas a nivel nacional y, en ese sentido, se ha dicho que Maduro ha enviado malandrines, que forman parte de los colectivos, para promover estas alteraciones públicas, y en el marco de lo que se ha propuesto el llamado Foro de Sao Paulo, en su empeño esta gente por dominar la geopolítica de la región sudamericana, y la cual la ha venido recuperando; siendo uno de los objetivos Colombia; lo que explica el hecho del atentado.

Por supuesto, sería hilar muy fino de parte de Maduro, esto de dejar un arma con el sello de nuestras fuerzas armadas en el sitio del atentado como un mensaje subliminal hacia Duque; que, según Maduro, repito, lo quiere matar; el hecho es que aquí se comprueba como es de traicionero el diablo; si lo que se trató fue de un despropósito de la gente, que practicó el atentado y dejó las armas allí; cuando es cosa de desaparecerlas, a objeto de no dejar ningún rastro, que pudiera conducir a una identificación de los asesinos en particular, como ha sucedido en esta oportunidad; que entonces la circunstancia viene a dejar muy mal parado a Maduro; quien pudiera alegar que se trata de un arma robada; pero el problema aquí es que hasta ahora el gobierno suyo no ha condenado este hecho; tanto más que está esa arma de por medio; que más lo obliga a ese respecto, y lo que entonces traduce su silencio en eso: en un mensaje subliminal hacia Duque; esto es, un silencio sospechoso; aparte de que ha sido descarada la relación que mantiene Nicolás Maduro con el ala disidente de las FARC, comandada por Iván Márquez; cuya impronta no deja de estar tampoco en los amotinamientos, que se han visto en Colombia en estos últimos días, y que es lo que ha llevado a decir a la opinión pública que un conflicto, que nació con carácter social, como fue la protesta, que se llevó a cabo en contra de la reforma tributaria de Duque, se le dio carácter político, y que es donde está el objetivo de la estrategia, digamos, de incendiar el continente, que promueve el Foro de Sao Paulo.

Este detalle y, luego, la muerte de Jesús Santrich; cuyo episodio también delató la presencia aquí en Venezuela de la dirigencia de la guerrilla disidente de las FARC, bajo el consentimiento del régimen de Maduro; cosa que viola por completo las reglas de la buena vecindad; aun cuando las relaciones diplomáticas estén rotas, con el perdón de la digresión; demuestran que hay una guerra solapada entre los dos países propiciada, inútilmente, por Nicolás Maduro. No se olvide que en el lenguaje de la narcoguerrilla se viene hablando de Venezuela, no de un santuario para ellos, sino de “la casa segura” y, según se sostiene, Santrich despachaba desde un apartamento de la parroquia 23 de Enero de Caracas.

Como le jugó el diablo a Nicolás Maduro en los días de abril en la zona del eje fronterizo Apure-Arauca; al tratar de sofocar a la narcoguerrilla de Gentil Duarte; un episodio del que es mejor no acordarse, dada la derrota que sufrieron las fuerzas armadas venezolanas; a propósito de la cacareada operación “Escudo Bolivariano Comandante Hugo Rafael Chávez Frías”, con la que intentaron combatir a esta gente; para terminar negociando territorios a partir de esta derrota, a cambio de unos oficiales, que habían quedado como rehenes en manos de esta gente. Sin necesidad Maduro; cuando, incluso, la neutralidad con la gente de la narcoguerrilla no le conviene a nuestro país y nunca le ha convenido, y recuérdese que en tiempos de la República civil a esta gente se le combatió; sobre todo, en momentos en que intentaron penetrar nuestra integridad territorial, y lo que lo lograron, en efecto: secuestraron, asesinaron, ocuparon zonas; sólo que en la más absoluta clandestinidad. Aquí es descarada la presencia de esta gente en ese eje fronterizo; como lo es también en la zona del mal llamado Arco Minero; amén de que se dice que la presencia de las FARC en este sentido se extiende a casi todo el territorio nacional. Eso, en el fondo, es una guerra que se sostiene con el hermano país.

En consecuencia, ¿qué necesidad abriga este señor de abrir un nuevo frente, además del que tiene en la comunidad internacional? Para Maduro ese ámbito está constituido por un campo minado: sólo la justicia estadounidense ofrece 15 millones de dólares por su cabeza; cuando en la Corte Penal Internacional se le ha abierto un proceso, que había sido congelado por muchos años, y que ahora diera la impresión que va a concluir en una condena en contra de su persona; más esto de Duque.

melendezo.enrique@gmail.com

 

Traducción »