El proceso de cambio de modelo productivo que está produciendo la innovación tecnológica y la globalización del trabajo crea importantes modificaciones en el mercado laboral, fundamentalmente relacionadas con la organización y la gestión. La digitalización influye en la economía, en la vida social, laboral y en la seguridad y salud en el trabajo. Evoluciona muy rápidamente, produce grandes cambios y es un proceso esencial para el futuro de nuestro país. Prácticamente se ha implantado en todos los sectores de nuestra economía y sociedad, es una prioridad que debemos analizar para que la transición hacia el nuevo modelo productivo y de relaciones laborales sea justa y equilibrada.
Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) están creando nuevas oportunidades de empleo, innovación, incluso en ocasiones beneficios para las personas trabajadoras, mayores niveles de autonomía y flexibilidad, facilitando el acceso a los grupos vulnerables, como las personas con discapacidad, y las personas de más edad. Pero también están generando nuevos retos que dificultan que las condiciones de trabajo sean evaluadas y gestionadas correctamente, desarrollándose en algunos casos desigualdad y precarización del mercado de trabajo, así como riesgos para la salud y la seguridad de las personas trabajadoras.
La inteligencia artificial (IA), la robótica, la conectividad, internet, los macrodatos, los accesorios electrónicos, los dispositivos móviles, las plataformas en línea, transforman continuamente el ecosistema laboral, su ubicación, la supervisión, cada vez mayor por tecnologías de control digital y algoritmos, ¿cuándo?, ¿cómo se organiza y gestiona el trabajo?, de una manera cada vez más flexible, con mayor ritmo y rapidez en su realización, y generando continuas necesidades.
Cambios en la vida personal y el trabajo, reorganización de la jornada laboral, el cuidado de los hijos y las políticas de conciliación de las empresas, la motivación personal, el diseño de los puestos de trabajo, etc., aunque las TIC y la IA fomentan una mayor autonomía y diferente organización del tiempo, también conllevan un incremento en la intensidad y volumen del trabajo, trabajar durante más tiempo y estar de manera constante conectado al trabajo.
Hay que estar vigilantes en la implementación de estos procesos, ya que los derechos adquiridos se pueden vulnerar y otros nuevos se han de consolidar, como el derecho de la población trabajadora a la intimidad en relación con el entorno digital y a la desconexión. Se trata de conseguir el equilibrio entre el modelo económico, laboral y social y obtener progreso para la ciudadanía.
La incorporación de las TIC no es contraria a la mejora de las condiciones laborales de las personas trabajadoras, trabajo digno, seguro y saludable. El aumento del estrés y otros daños relacionados con la precariedad, como la presión, los horarios de trabajo irregulares, la reducción de la interacción social y el apoyo en el trabajo, los límites entre la vida laboral y personal, la situación laboral poco clara, incrementan los problemas relacionados con la salud mental. La prevención cobra especial relevancia en el bienestar laboral.
Todas y cada una de las nuevas tecnologías que ofrece la digitalización deberían girar en torno al equilibrio del mantenimiento de condiciones de trabajo favorables y no de la intensificación del mismo. Un ejemplo de ello son los robots, cada vez son más utilizados en todos los sectores y no sólo realizan tareas físicas, como los exoesqueletos, sino también cognitivas. Sustituyen a las plantillas en puestos de atención a las personas (asistencial), de atención a clientes (hostelería), se utilizan en la agricultura, en la industria, en el trasporte, en los servicios.
La humanización del trabajo debe estar constantemente presente. Se han inventado máquinas que producen órganos humanos, impresoras láser, y cualquier otro tipo de productos, generando gran demanda de las mismas, en muchos casos reducirán el contacto entre personas trabajadoras, elevarán la presión sobre el rendimiento, y producirán un incremento de los riesgos psicosociales. Se avanza tan rápido que no da tiempo a ampliar el conocimiento sobre el impacto social, laboral y en la salud que producirán.
Alrededor del 40% de los departamentos de recursos humanos de empresas internacionales utilizan aplicaciones de Inteligencia Artificial (IA), y el 70 % considera que son prioritarias para su organización. Esta tecnología permite que las personas trabajadoras no necesiten estar en el mismo lugar para comunicarse e intercambiar información. El entorno laboral se flexibiliza, también el horario laboral. Puede ser una oportunidad de mejorar la vida personal y laboral pero también puede producir el efecto contrario, disponibilidad permanente, exceso de horas de trabajo, horarios de trabajo irregulares, falta de límites entre el trabajo y la vida privada, en definitiva, mayor precariedad, aumento de la carga, y del ritmo de trabajo. El trabajo a cualquier hora del día, de la noche, todos los días de la semana, puede convertirse en norma.
El teletrabajo poco implantado y que con la pandemia de la COVID 19 ha venido a quedarse, a pesar de que la mayor parte de las empresas y de las personas trabajadoras no estaban preparadas, de ahí su reciente regulación que aún se ha de implantar y mejorar a través de la negociación colectiva. Trabajar en solitario provoca sensación de aislamiento, de falta de apoyo colectivo, trastornos musculoesqueléticos, problemas de salud debidos al trabajo sedentario, y todos ellos aumentan a medida que los entornos de trabajo son más flexibles y las tecnologías digitales móviles habituales. Lo mismo está sucediendo con los riesgos psicosociales debido a la inseguridad, a la presión, al estrés.
La digitalización supone un reto importante para la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) y para el mercado laboral, ya que lo aparentemente beneficioso puede tornarse en un perjuicio. Con esta tecnología el trabajo tiene cada vez más supervisión, está coordinado por algoritmos basados en macrodatos, datos de seguimiento de la productividad de las personas trabajadoras, localización, control de constantes vitales, indicadores de estrés, expresiones microfaciales e incluso análisis de tono de la voz y de emociones.
Las plataformas digitales que bajo la apariencia de facilitar el acceso a grupos vulnerables y de regular el trabajo no declarado, adaptan la demanda del trabajo y la necesidad de plantillas a su oferta. Las condiciones laborales varían, dependen de las diversas actividades de trabajo específicas, generan diferentes tipos de puestos y formas de empleo, desde trabajo altamente cualificado realizado a través de internet hasta trabajos de servicio ejecutados a domicilio o en otros lugares y administrados a través de aplicaciones basadas en internet.
Se ha generado precariedad, temporalidad, informalidad, autonomía y movilidad, problemas que llevaron al Gobierno a regular este tipo de trabajo a través del Real Decreto-ley 9/2021, de 11 de mayo, por el que se modifica el texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, aprobado por el Real Decreto Legislativo 2/2015, de 23 de octubre, para garantizar los derechos laborales de las personas dedicadas al reparto en el ámbito de plataformas digitales, tras el acuerdo alcanzado el 10 de marzo entre el Ministerio de Trabajo y Economía Social y las organizaciones sindicales y empresariales.
La norma se centra en aquellas personas trabajadoras que desempeñan trabajo de distribución de cualquier tipo de producto o mercancía a través de plataformas digitales. Recoge aspectos importantes como informar a los representantes de los trabajadores de las reglas en las que se basan los algoritmos o sistemas de inteligencia artificial que afectan a las condiciones de trabajo.
Además, se ha anunciado la creación de un grupo de expertos que estudiará el uso de la inteligencia artificial y de los algoritmos en las relaciones laborales. Necesitamos que el uso de estas nuevas formas de organizar el trabajo no reduzca empleo, no empeoren las condiciones laborales y además no las hagan perjudiciales para las personas trabajadoras.
El trabajo digital es global, es accesible para un mayor número de población trabajadora, los horarios de trabajo son irregulares, la situación laboral es inestable, los ingresos inciertos, no se produce información ni formación, no existen vacaciones, la representación sindical es escasa y desconocida, en definitiva, los derechos laborales de las personas trabajadoras se ven mermados. Puede ser una ventaja en cuanto de la flexibilidad del horario y lugar de trabajo, pero es una flexibilidad impuesta, no hay opción de elección.
Se está produciendo intensificación del trabajo y generando importantes desigualdades entre las “plantillas”, ya que incluyen solicitudes de trabajo con una mínima antelación, penalizan a las personas trabajadoras por no estar disponibles, reducen el contenido de las tareas, están sujetas a una evaluación continua y a una calificación del rendimiento. Se ha dejado la puerta abierta a la mejora a través de la negociación colectiva, y es necesario incorporar mecanismos de equilibrio.
Garantizar la adaptación de puestos, la formación de personas trabajadoras en el uso de las nuevas tecnologías, que los algoritmos utilizados no sean un mecanismo discriminatorio son algunas pautas para que no se reduzcan empleos, ni se sustituyan trabajadores por robots, ni se atente contra la igualdad de oportunidades y las condiciones de trabajo.
La sociedad de la información y del conocimiento está produciendo un rápido avance de las tecnologías, pero no todas las personas tienen el mismo acceso a estas tecnologías, creándose diferencias e injusticias sociales entre los ciudadanos. Las personas mayores y la población más joven, las mujeres, las personas en cuyos hogares aún no existen estas tecnologías por falta de recursos económicos para obtenerlas, los territorios donde aún no llegan estas tecnologías. Aún existe un porcentaje de hogares con acceso a Internet muy lejos de los países líderes y, con una ratio de ciudadanos internautas muy por debajo de otros países europeos de nuestro entorno.
Los jóvenes son conocedores de la tecnología pues forma parte de su vida, siempre han estado relacionados con las TIC. En cambio, las personas de más edad han vivido épocas en las que no existían estos medios, se hace necesaria una adaptación por su gran implantación en la vida diaria. Conviene disminuir estas diferencias intergeneracionales y acercar y adaptar la tecnología a todos los ciudadanos. La experiencia de las personas de más edad en el ámbito laboral es mayor que la de los jóvenes, en ocasiones ofrecerán resistencia a los cambios, la formación ha de producir un reciclaje profesional. Una mayor comunicación y la acomodación del trabajo se hacen imprescindibles.
Para las mujeres son casi inexistentes los empleos en las TIC. Tan sólo el 9,6% de las empresas emplean mujeres especialistas TIC, y la brecha salarial de las mujeres en este ámbito aumenta constantemente.
El lugar de residencia sigue siendo un condicionante, mientras Comunidades Autónomas como Madrid, Baleares o Navarra tienen cotas de inclusión digital importantes, otras como Galicia, Castilla-La Mancha o Extremadura, están muy por debajo de la media española y europea.
La falta o escasa formación académica también favorece la exclusión digital. Las personas con niveles educativos más bajos presentan mayor brecha digital que los universitarios. Además, hay un número importante de españoles que no pueden pagarse el teléfono, ni internet. De ahí que el panorama español deje aún mucho que desear en cuanto a implantación de la digitalización; la falta de igualdad de oportunidades todavía existe.
Nos enfrentamos con el reto de lograr una economía digital inclusiva, sostenible, justa e integradora, cuyos beneficios alcancen a todas las personas trabajadoras y a toda la sociedad. La población trabajadora se muestra preocupada por su futuro dentro de un mercado laboral tecnológicamente desarrollado.
Incorporar factores humanos en el diseño, la participación de las personas trabajadoras, la colaboración entre el ámbito académico, el investigador, la industria, los interlocutores sociales y las administraciones siempre teniendo en cuenta los aspectos humanos; junto con un marco normativo claro y adaptado a los nuevos sistemas y formas de trabajo; un sistema educativo y formativo continuo de las personas trabajadoras, son algunos de los elementos que pueden mejorar la eficacia de las TIC y su implantación en el mundo del trabajo. Si se toman las medidas necesarias, habrá una relación positiva entre progreso tecnológico y aumento del empleo, y bienestar laboral para todas las personas trabajadoras.
Tenemos que recordar que la trasformación del sistema productivo no será efectiva si parte de la ciudadanía sigue excluida de la digitalización. El acceso a Internet es un Derecho Universal, declarado por la ONU; y para España y Europa el acceso a Internet es considerado como un Servicio Universal extensible a todos sus habitantes. Trabajemos por evitar la desigualdad y la precariedad.