En el mundo empresarial, igual que en todos los sectores, hay de todo. Buenos, regulares y malos. Sucede en la política y en los distintos aspectos sociales de la vida nacional. Nada, ni nadie, es perfecto, pero tal circunstancia no autoriza a desvalorizar el todo.
En lo personal soy un convencido de que la mejor política social que puede tener cualquier país, es una economía que funcione sobre la base de un mercado libre y autónomo, no dependiente del estado y mucho menos del gobierno de turno. No hablamos de libertinaje donde se vale todo y cada quien hace lo que le dé la gana. No. Debemos tener claro el tema.
Estado y Mercado no son incompatibles. Ambos deben estar sometidos a un Estado de Derecho obligante para todas las partes. Esto es válido especialmente para el Estado que lo elabora y mantiene, pero es el más obligado a someterse a ese ordenamiento jurídico que él mismo elabora y tiene la obligación de garantizar su vigencia plena. Fuera de este esquema básico sólo encontraremos tráfico de influencias, corrupción de la más variada naturaleza tanto en el sector público como en el privado y la destrucción progresiva del sistema político y social. Bastante de esto hemos tenido en la Venezuela de hoy a lo largo de algo más de dos décadas. Tiempo suficiente para sacar conclusiones definitivas.
La inseguridad jurídica es el factor que más alimenta a la corrupción. El actual régimen acabó con el Derecho haciendo ineficiente el articulado constitucional. Todo el poder judicial, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, está cuestionado. Así es imposible que algo funcione, especialmente la economía y la libertad de trabajo y de empresa.
Es impresionante revisar a muchos escritorios de abogados y a colegas en ejercicio individual, convertidos en simples gestores de negocios bien con relación al estado-gobierno como con las contrapartes siempre evitando tener que ir a los tribunales para resolver los conflictos o diferencias. Aquel viejo decir de que más vale una mala transacción que un buen juicio, hoy tiene más vigencia que nunca.
El tema es importante y apasionante, pero nos aleja un poco del objetivo central de estas líneas. Lo sucedido alrededor de la 77° Asamblea de Fedecámaras, máximo exponente de la industria, el comercio y la producción en todas las áreas, es un reflejo de lo que vive la Venezuela de hoy. Nos dejó un sabor agridulce, pero renovamos nuestra fe en los hombres de negocios, en el empresariado que a pesar de todo se mantiene activo y firme, sin tirar la toalla, a pesar de todo. Para Carlos Fernández, nuevo presidente de la organización empresarial más importante del país, y el nuevo Directorio juramentado el pasado jueves, nuestra felicitación y deseos por el éxito que se necesita.
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