Admitía Betancourt lo dicho por el historiador Ramón J. Velásquez, en el sentido de que, cuando él regresa en 1936 al país, venía de polemizar con los comunistas del Caribe y Centroamérica; eso significa que aquéllas ya para ese momento se trataba de sociedades ilustradas; tomando en cuenta que para asimilar el marxismo, había que manejar algunos conceptos ideológicos; sobre todo, en el caso de Cuba, cuyos índices a nivel educativo repuntaban en todos los sentidos. Su cercanía con los EEUU así se lo permitían, y de modo que se trataba de un país pionero en todo en la América Latina: en telefonía, en la importación de automóviles y de aparatos para el hogar; en radiodifusión: no se olvide que de Cuba saldrá un nuevo género literario, que será la radionovela, y genero que se extenderá por toda Sudamérica; transformándose, con la aparición de la pantalla chica, en telenovela. ¿Eso era el resultado de iniciativas culturales, como el hecho de poner a un lector, durante las jornadas de fabricación de tabacos, bajo los grandes galpones acondicionados para tal evento, a leer obras literarias? Guillermo Cabrera Infante en su libro Cine o Sardina hace ver la influencia, que va a ejercer sobre su persona el cine de Hollywood. Es decir, se había venido formando la cultura de un pueblo en una forma ambiciosa; lo que dio lugar al origen de una conciencia, que se politizó, y fue la que el cubano apoyó, cuando Fidel Castro se proclamó comunista, y se adhirió a la corriente soviética, encabezada en ese momento por Nikita Kruschev; aparte de que todo el movimiento de luchas, que llevó a cabo este señor; desde el punto de vista del credo revolucionario, fue muy exitoso; unido a las condiciones del liderazgo mesiánico suyas. Al igual que Betancourt, se trataba de un liderazgo fraguado en aulas universitarias.
He allí la diferencia entre este tipo de líder, y el otro, que la modernidad lo había dejado atrás: el famoso líder de a caballo; que se apoderaba del poder por la vía de la montonera. Es decir, se trata de un hombre de acción; mientras que ahora comienza a prevalecer el hombre de la tribuna; salido, precisamente, de las aulas universitarias, y en el caso de Cuba, en particular, el maestro Rómulo Gallegos en su novela Una Brizna de Paja en el Viento refleja ese medio universitario, en el que se fragua ese liderazgo de Fidel Castro. En ese sentido, a Castro lo vino a favorecer la providencia con su oratoria; que llamó mucho la atención, sobre todo, en esa rebelde y contestataria década de 1960; cuando éramos comunistas, y todavía uno sentía el complejo de inferioridad, que padece una conciencia tercermundista frente a la potencialidad del hermano mayor del Norte; sobre todo, porque en ese discurso estaba presente ese nacionalismo, que se va a fomentar en la América Latina; consecuencia de discursos como el de Teodoro Roosvelt, quien decía que a nuestro continente había que llegar con un pan en una mano y un garrote debajo del brazo: son como niños los latinoamericanos; viven en una permanente guerra, y de donde derivaba ese calificativo, que se le tenía a Juan Vicente Gómez, de que era el loquero de Venezuela. De allí que los enclaves industriales, como el que se va a desarrollar a partir de la explotación del petróleo aquí en nuestro país, como en México, y que te van a instalar usinas con sus respectivas edificaciones: plantas, equipos; además de urbanizaciones privadas, campos de recreación, centros asistenciales; pequeñas ciudadelas; estos enclaves, decía, van a dar lugar, por supuesto, a oferta de empleos; pero lo más importante, a impartirte un know how, que va a implicar la incorporación del pueblo a la cultura del progreso, y que era lo que no observaba esa conciencia nacionalista; que veía todo aquello más bien como un desmadre, con respecto a nuestros recursos mineros y naturales, y esto porque en nuestros pueblos había privado mucho esa idea, que nos había legado la colonización española, de que la propiedad del subsuelo pertenecía al Estado; que, por supuesto, influyó en el Libertador, a propósito de esa condición suya de “padre de la patria”; lo que derivó en esa mentalidad rentista sobre lo que había de riqueza en ese subsuelo en nuestra sociedad, y lo que se tradujo en ese nacionalismo ciego y avaro.
Que sería la mano generosa del hermano mayor del Norte; pues, como hemos dicho, estaba también la del garrote, y que se había comenzado a manifestar en lo que los nacionalistas ponían el acento, es decir, en su expansión territorial; cuando comenzó a ocupar, precisamente, a lo mero macho, no más, parte de México y, en consecuencia, se apoderó de todo lo que es Texas, Los Ángeles, es decir, todo lo que es su frontera sur hasta río Bravo; que fue hasta donde llevó a su vecino; mientras estaba entre sus ansias la isla de Cuba: ¿un Estado asociado, como lo iba a ser Puerto Rico? He allí lo que le hizo ver Raúl Castro a Barak Obama, en la famosa Cumbre Iberoamericana, a propósito de su perorata, y en donde se paseó por todo lo que había sido la lucha de resistencia del pueblo cubano, con respecto a esa ansia de anexión; una perorata que le permitió a un escritor de la talla de Moisés Naim calibrar la mentalidad de un hombre del primer mundo y la de un tercermundista, cuando dijo que, mientras Obama necesitó sólo ocho minutos de intervención durante la plenaria de la Cumbre, y para referirse a lo que sería el futuro de la humanidad en términos de progreso, Castro necesitó tres cuartos de hora, para referirse a este hecho; aparte de que le pareció exagerado una gran parte de lo que dijo a ese respecto, y esto para terminar culpando al cerco económico de EEUU del atraso de la isla. Aquí cabría recordar la famosa escena de la película El Padrino (II), cuando está triunfando el movimiento guerrillero de Castro, y entonces los grandes capos de la mafia estadounidense, reunidos en un club de La Habana, celebran el hecho frente a una torta, que lleva como adorno el mapa de Cuba. Porque la idea que tenía esta gente era que EEUU le expoliaba el azúcar a Cuba, mientras la transformaba en un burdel.