Esta nueva ronda de negociaciones que ha emprendido el régimen chavista y una representación de la falsa oposición no puede ser calificada por menos que extraña y atípica. Habría que revisar e interpretar nuevamente los últimos eventos que han conducido a esta “negociación” para determinar si es tal como nos lo han tratado de vender o si estamos frente a una situación distinta y bien distante de una negociación entre el régimen chavista y la falsa oposición.
Abrazada ferozmente a la constitución chavista de 1999 la Asamblea Nacional proclamada en el 2016 instaló el gobierno interino o provisional de Juan Guaidó en enero de 2019. La política de esa nueva entidad quedaba resumida en tres slogans de mercadeo político: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. El tiempo demostró que detrás de esos llamados mantras jamás existió un programa efectivo de lucha ni el compromiso para derrocar al régimen chavista. Por el contrario, el interinato se habría convertido en un objetivo en sí mismo para operar como una gigantesca oficina de lobby pero jamás tuvo la voluntad de constituirse como un gobierno alterno al de Nicolás Maduro en Venezuela.
El reconocimiento y apoyo logístico del gobierno norteamericano al interinato de Juan Guaidó dió paso al discurso que insistía en el apoyo de “más de 60 países” al llamado gobierno interino en una situación ambigua que se pensaba, en ese momento, duraría para siempre. Sin embargo, la propia legalidad del estado chavista invocada por el gobierno interino le imponía una fecha de vencimiento específica que solo pudo ser sorteada en forma chapucera extendiendo su duración “hasta que cese la usurpación.” O sea, por tiempo indefinido.
Un “gobierno” que opera en un limbo jurídico, como el interinato de Guaidó, con acceso ilimitado al manejo de los activos de Venezuela en el exterior para pagar a sus operadores y sin la obligación de rendir cuentas a nadie podría perfectamente coexistir con el estado chavista por muchos años y operar con el reconocimiento de varios países, pero fundamentalmente con el de los Estados Unidos. Por lo menos así lo habían pensado los defensores y beneficiarios del interinato hasta que ocurrió el cambio de administración en los EEUU con Joe Biden.
Es precisamente Biden quien, sin una política clara para enfrentar al estado chavista en Venezuela, le imprime nuevas condiciones y velocidades a la relación del estado norteamericano con el llamado gobierno interino de Juan Guaidó. De un apoyo al interinato que parecía tener el sabor de un cheque en blanco los Estados Unidos han virado a una posición que le pone límites en el tiempo.
En una información ofrecida por el empresario de medios Oswaldo Muñoz en mayo de este año, que jamás fue desmentida por los operadores del interinato, se aseguraba que en una reunión celebrada en Bogotá el embajador de los Estados Unidos para Venezuela, James Story, le habría comunicado a los representantes del G-4 que su gobierno dejaría de reconocer al interinato de Juan Guaidó después del 1ro de diciembre de 2021, lo que de hecho equivale a ponerle fecha de vencimiento. Pareciera que los EEUU están urgidos en desentenderse del tema Venezuela y mostrar al mundo algún resultado concreto cualquiera que este sea.
Este inesperado ultimátum es lo que habría inyectado esteroides a la tesis de negociar otra vez con el régimen chavista y provocado el abrupto e improvisado acuerdo de salvación nacional. Pero estas “negociaciones” se comienzan a desarrollar en condiciones sumamente extrañas. El chavismo no solo muestra desinterés sino que desprecia públicamente unas negociaciones que parecieran no ser relevantes para el sostenimiento del régimen. Todo lo que se podría negociar, incluyendo el levantamiento de las sanciones por parte de los EEUU contra Venezuela y las condiciones electorales, ya en la práctica está siendo ejercitado. Así lo demuestra el progresivo ablandamiento de las sanciones internacionales y un proceso electoral en marcha para el cual solo faltan poco más de 12 semanas que contaría con la participación de toda la falsa oposición. Los temas de presos políticos, ayuda humanitaria, y COVID seguramente serán manoseados en una declaración final para ambas partes queden bien y puedan lucir como preocupadas por Venezuela. ¿Qué quedaría por negociar entre el chavismo y la falsa oposición? Nada.
Esta “negociación” entre el régimen chavista y la falsa oposición resulta extraña ante los ojos de millones de venezolanos porque todo lo que se podía negociar ya ha sido previamente entregado por la falsa oposición al chavismo. Estamos frente a la apariencia de una negociación que solo busca enmascarar una decisión que ya ha sido previamente acordada por los operadores del G4 de participar en las elecciones de noviembre y lograr su reinserción en el régimen político chavista como su oposición oficialmente reconocida. Las reuniones, las fotos y los acuerdos de esta extraña “negociación” en realidad serán un intento de enmascarar la nueva fase de cohabitación entre el régimen chavista y su falsa oposición.
@humbertotweets