En el segundo semestre de 2021, el Secretario General de la ONU convocará una cumbre sobre los sistemas alimentarios, en el marco de la Década de Acción para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de aquí a 2030. Avanzar en cada uno de los 17 objetivos depende hasta cierto punto de sistemas alimentarios más saludables, sostenibles y equitativos.
Para el Centro Europa-Tercer Mundo (CETIM) el desafío más preocupante es que la Cumbre parece centrarse únicamente en un enfoque de los sistemas alimentarios basado sobre las soluciones de la economía de mercado -que se han mostrado incapaces de resolver los problemas relacionados con el hambre, las desigualdades y la crisis climática- e ignora las soluciones sostenibles de los sistemas alimentarios campesinos como la agroecología
La agroecología es un enfoque fundado en la búsqueda del equilibrio ecológico de los medios agrícolas, así como un motor de justicia social y de empoderamiento de las comunidades rurales locales, la cual está inscrita en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales..»
Es un hecho que, desde el principio, el proceso de concepción de la Cumbre se ha caracterizado por la opacidad y el control de las empresas transnacionales agroalimentarias. Varias transnacionales, algunas/os «expertos/as», conocidos en realidad por ser defensores de la agricultura industrial, y algunos estados poderosos están guiando su contenido, mientras los movimientos y organizaciones rurales han permanecido hasta ahora fuera del proceso, relegados al papel de figurantes.
Parecería que no hay voluntad de incluir a las organizaciones que abogan por el rediseño de los sistemas alimentarios de una manera verdaderamente sostenible e igualitaria.
Por su parte, el movimiento campesino internacional, La Vía Campesina ha elaborado un análisis titulado «Una Cumbre bajo asedio. La Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios 2021″, en la que denuncia estas maniobras.
Siguiendo la trayectoria actual, el proceso de construcción de la Cumbre permitiría al sector de la agroindustria ejercer una influencia determinante e indebida en un espacio público multilateral para amoldarlo a sus propios intereses comerciales estratégicos y legitimarse como líder y diseñador de los sistemas alimentarios. El objetivo es que el sector mantenga esta posición de fuerza para proteger y aumentar sus beneficios y los dividendos a los accionistas.
Para muestra basta un botón. Cabe recordar que la Cumbre es una iniciativa conjunta del secretario general de la ONU y el Foro Económico Mundial (FEM). No es ningún secreto que este último es un espacio diseñado por y para las empresas transnacionales y las instituciones financieras internacionales, con el apoyo clave de unos pocos estados poderosos y algunas grandes entidades «filantrópicas».
Es el centro estratégico de las iniciativas dirigidas a la privatización de los servicios públicos y a la mercantilización/financiación de todos los sectores productivos y de los recursos naturales, incluidos por supuesto, los sistemas alimentarios.
Por ello, no sorprende el nombramiento de la Dra. Agnes Kalibata como enviada especial del Secretario General de la ONU para supervisar la Cumbre. Kalibata es la actual presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA), una organización que está en el centro de la polémica y las críticas de los movimientos sociales africanos por su apoyo a la promoción de modelos agrícolas industriales y altamente intensivos.
La elección de esta «experta» muestra cómo se articulan los intereses particulares del sector agroindustrial con la voluntad de controlar y «capturar» la Cumbre a su favor. , lo que es sinónimo de preocupación para muchas organizaciones.
La Cumbre parece centrarse sólo en un enfoque de los sistemas alimentarios basado en las soluciones de la economía de mercado -que han demostrado ser incapaces de resolver los problemas del hambre, la desigualdad y la crisis climática — mientras que se ignoran las soluciones de los sistemas alimentarios campesinos sostenibles, como la agroecología
La agroecología es un enfoque basado en la búsqueda del equilibrio ecológico en los entornos agrícolas, pero también como impulsor de la justicia social y el empoderamiento de las comunidades rurales locales. El propio Relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Michael Fakhri, se ha mostrado preocupado por los preparativos de la Cumbre, ya que, en su opinión, está dando prioridad «a un tipo de política, a saber, la agricultura intensiva sostenible, también conocida como la nueva revolución verde».
Para el experto de la ONU, tanto la intensificación sostenible como la intensificación industrial se basan en procesos y tecnologías con uso intensivo de capital, lo que refleja el statu quo de la economía política actual del sistema alimentario.
La alimentación:Un tema central para el desarrollo (in) sostenible
Las políticas impuestas a nivel económico y social desde hace varias décadas, en el marco de la globalización neoliberal, son el origen del aumento de la pobreza y de la exacerbación de las desigualdades. La crisis sanitaria internacional relacionada con la pandemia de Covid-19, ha agravado esta situación.
A la vez que esta crisis se ha revelado ser el prisma de un modelo de desarrollo único que genera pobreza, desigualdad, discriminación, violaciones masivas de los derechos humanos y múltiples crisis sistémicas (democrática, política, económica, social, financiera, medioambiental, alimentaria, sanitaria y cultural).
Esto se debe a la naturaleza de las prerrogativas del sistema económico dominante basado en la competitividad, la búsqueda del crecimiento económico a toda costa y el máximo beneficio para las élites económicas. Las decisiones tomadas han debilitado las prerrogativas públicas, que son esenciales, en beneficio unilateral del sector privado y han reducido los recursos presupuestarios asignados al sector público (especialmente en los ámbitos de la sanidad, la agricultura campesina, la educación, la cultura, etc.).
En consecuencia, los Estados se ven privados de los principales medios y recursos políticos que les permitirían aumentar la capacidad de resiliencia y respuesta ante choques como el de la actual pandemia.
Desarrollo sostenible, la gran falacia
En el actual contexto, las condiciones para un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible desde el punto de vista económico, social y medioambiental se ven aún más socavadas. Lo mismo ocurre con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) estipulados por la Agenda 2030, y en particular con los objetivos relativos a los derechos económicos, sociales y culturales (especialmente los objetivos no 1, 2, 3, 4, 6, 8, 10), que se ven inexorablemente afectados desde el principio.
Ante la pandemia, resulta especialmente preocupante el agravamiento de la crisis alimentaria a nivel mundial. Según las proyecciones de la FAO, la mayoría de los indicadores de hambre y malnutrición muestran un deterioro de la situación como consecuencia de la crisis sanitaria internacional. A los 750 millones de personas que sufrían de inseguridad alimentaria severa a finales de 2019 podrían sumarse más de 100 millones de personas en 2020.
En lo que se refiere al hambre y la malnutrición «moderada-grave», las cifras se elevan a más de 2.000 millones de personas. Paradójicamente, la mayoría de las personas que pasan hambre son las que trabajan en zonas rurales y que producen alimentos.
Estos resultados son consecuencia directa de la estructura y del funcionamiento de los actuales sistemas alimentarios, construidos en función de los intereses de las grandes empresas transnacionales de la agroindustria y en detrimento del campesinado familiar y las comunidades rurales.
El tema del Foro Político de Alto Nivel del Eocos 2021 indica la voluntad de contribuir a orientar a nuestras sociedades hacia la construcción de un camino inclusivo y eficaz para la consecución de la Agenda 2030 y hacia modelos de desarrollo sostenible, especialmente frente a la crisis sanitaria internacional.
Pero la construcción de este camino tiene que pasar imperativamente a través la promoción de sistemas agrícolas resilientes, sostenibles e igualitarios, basados en la soberanía alimentaria y en la promoción y el respeto de los derechos de las y los campesinas/os.
Pero para lograr estos objetivos, es esencial que los Estados inviertan en la agricultura y protejan las zonas rurales y el campesinado familiar, promoviendo al mismo tiempo la cooperación internacional multilateral. Contrariamente, este evento onusiano multilateral podría y debería ser, una oportunidad para fortalecer nuestros sistemas alimentarios, para dirigir nuestras sociedades hacia una recuperación sostenible después de la pandemia del COVID-19 y para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030.
Sin embargo, sostiene el CETIM, su integración es fundamental porque permite anteponer las necesidades humanas a las económicas y comerciales de la comunidad empresarial. Es una forma de recordar un principio tan simple como «la vida antes que el beneficio». Además, esta integración obligaría a los Estados a actuar para cambiar y democratizar los sistemas alimentarios, de modo que estén diseñados para satisfacer las necesidades de la humanidad.
Las anteriores crisis alimentarias, y en particular la de 2008, nos han demostrado que el sector empresarial y agroalimentario no son la solución al hambre y la malnutrición, ni a la consecución de los ODM. Al contrario, a menudo son la raíz del problema: abogan por sistemas agrícolas dedicados a la exportación, destruyendo las prerrogativas de la agricultura alimentaria, aumentando así la desnutrición de los pequeños productores de alimentos.
Abogan por sistemas basados en el monocultivo, lo que tiene consecuencias nefastas para la biodiversidad, la calidad del suelo, la alimentación y los aportes nutrientes de las poblaciones locales; invierten en la especulación bursátil sobre los productos agrícolas y los recursos naturales, provocando crisis financieras y alimentarias, dramáticas para los pueblos, mientras que los accionistas se llenan los bolsillos.
Es inaceptable que un acontecimiento tan importante como la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios se deje en manos de estos sectores, cuyas prioridades agravan la crisis sanitaria de Covid-19 y la alimentaria.
El impacto de la pandemia en los sistemas alimentarios ha sido considerable: las cadenas agrícolas mundiales se han visto gravemente perturbadas, las desigualdades dentro del mundo rural y entre los centros rurales y urbanos se han ampliado aún más, y la inseguridad alimentaria, que ya venía creciendo antes de la crisis sanitaria, ha aumentado, incluso en las ciudades.
La crisis ha puesto de manifiesto las desigualdades en los sistemas alimentarios mundiales y la falta de resiliencia de estos sistemas. Ha llegado el momento de cambiar esta situación mediante la remodelación de los sistemas alimentarios, emprendiendo cambios profundos y estructurales.
En conclusión, los Estados miembros de la ONU tienen el deber de terminar con el dominio de las empresas transnacionales y las instituciones financieras en todos los espacios multilaterales de la ONU; está en juego la integridad de la ONU como organización multilateral de interés público, así como de su credibilidad, independencia e imparcialidad.
Decía Seneca” ¿hasta cuándo toda una flota de navíos aportara, y no solo de un mar las provisiones para nuestra mesa? El toro sacia su apetito con el pasto de poquísimas mojadas; una sola selva basta para muchos elefantes; el hombre para alimentarse explota mar y tierra”. Pero no es el hambre de nuestro vientre que causa los deseos inmoderados, sino la vanidad de los ricos y poderosos contrarios a la naturaleza en su afán de riqueza.
Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra Analista asociado al Cenro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).