Marisa Iturriza: Pueblos felices

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Eso de que «los pueblos felices no tienen historia» debe ser invento de algún totalitarismo represivo para imponer su memoria en vez de la historia, reflexión que entre apagón y apagón viene al intentar recordar cuándo fue que aquí se llegó a 16 bolívares por dólar y no se pensaba que superaría los de cuatro millones (4.000.000) que pronto irán a las cajas o bolsas donde los ciudadanos acumulan los que perdió por los cambios de los descartados billetitos denominados bolívar fuerte, luego soberano, esperando que el futuro digital, que impone a la memoria una demagógica efigie de Bolívar distinta a la anterior, sean más aceptados que los actuales de diez y veinte mil bolívares, olímpicamente rechazados por conductores, buhoneros, etc. de tan inútiles que son.

Pero si hay algo que olímpicamente debemos celebrar es la honrosa actuación de los atletas nativos que, a pesar de todo, nos representaron dignamente en las Olimpíadas Tokio 2020 que el covid-19 obligó a postergar hasta 2021 y que ellos —y otros en otros campos, con esfuerzo y constancia admirables— son muestra de un potencial que merece cultivarse a todo nivel, incrementando la cultura y el deporte desde una básica escuela primaria excelente hasta cualquiera de los distintos niveles educacionales, con docentes bien preparados percibiendo sueldos acordes a la delicada función que ejecutan con vista al progreso del país, y no descalificarles cuando reclaman sus derechos, tal como también se hace con los profesionales de la salud, en estos tiempos en que tantos de ellos han muerto por la pandemia, y a pesar de la cual aún cumplen con su deber.

Si por algo tienen que velar los gobiernos es por la salud de la ciudadanía, especialmente de la infancia.

En la cola del pan la mujer decía si será que el gobierno no tiene corazón y el mensajero contestó que sí, pero tan chiquitico y duro que no le importa que los niños mueran tanto en el J.M.de Los Ríos como en otros donde Eugenio Montejo clama que:

Duerme el amargo insomnio de la muerte

que empaña los últimos espejos

los muros de tus largos hospitales

llenos de ojos en blanco.

Por enfermedades curables y falta de trasplantes que podrían pagarse con reales sustraídos del país, que si se conduelen y algo transfieren, pueden solucionar mucho y, de paso, quedar como benefactores de pueblos felices, pero debe ser que no se han enterado de la emergencia, si no soltarían lágrimas tan dolorosas como las derramadas por la salida de Messi del Barcelona FC.

izaturri@gmail.com

 

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