Luis Fuenmayor Toro: El extraño nuevo diálogo

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El intento de realización de un nuevo diálogo entre el gobierno de Maduro y los grupos opositores que están o estuvieron alrededor de Juan Guaidó ha sorprendido, grata o ingratamente, a muchos, y ha sido también motivo de burlas de distinto tipo en las llamadas redes sociales, donde los viscerales de todos los bandos se han dedicado a descalificar las acciones del gobierno y de las oposiciones existentes. Sobre todo luego de conocerse que la oposición democrática no estaba invitada a esas nuevas conversaciones.

Al gobierno se le recrimina su conducta desleal con estos sectores opositores, que nunca dejaron de participar en los procesos electorales cotidianos y que enfrentaron la violencia aventurera de la oposición liderada por López-Guaidó-Voluntad Popular, que incluso incluía a Capriles y su grupo. Sectores además que impulsaron el diálogo y tuvieron la valentía de sentarse con el gobierno a negociar salidas a la crisis vigente.

Estas salidas, gusten o no, hoy están en marcha en la sociedad venezolana y son las que han hecho posible el inicio de un nuevo diálogo con el sector extremista. Hace tres años, era imposible pensar en esa posibilidad de diálogo entre la administración de Maduro y los calificados por éste como traidores a la patria. Tampoco estos últimos hubieran podido conversar con quienes consideraban delincuentes usurpadores. Recuerdo aquello de que con delincuentes no se negocia.

Hoy, unos y otros, sin dar mayores explicaciones se reunirán en México, lejos de los venezolanos de a pie, como corresponde a quienes secretamente quieren acordarse, para tratar de evitar los posibles efectos políticos negativos de esa conducta ante sus seguidores radicalizados. ­¿Cómo es que se le va a hacer concesiones a la ultraderecha apátrida? Reclaman los inmaculados de la revolución bonita. Mientras su contraparte denuncia el reconocimiento que se le hace a quienes no son gobierno, sino simples usurpadores.

Pero lo cierto es que en México está Guanipa, quien para participar representando a Primero Justicia tuvo que renunciar al cargo de supuesto embajador en Colombia que no desempeñaba, pero que suculentos ingresos le daba. Y está también Carlos Vecchio, quien representaría a Voluntad Popular. Sí. Al partido de Leopoldo y de Guaidó, que sin vergüenza ninguna se sentará con quienes juró nunca lo haría, pero que no quiere renunciar a su supuesta representación diplomática ante el gobierno yanqui.

El gobierno por su parte ha hecho lo que siempre hace: actuar en función de sus intereses partidistas, sin importarle que los beneficios para el pueblo venezolano estén ausentes. Y también como siempre sin dar explicaciones de ningún tipo de su conducta, aparentemente contradictoria. Y ninguno quería testigos de las componendas en marcha, razón para no permitir la presencia de la oposición que hemos llamado democrática, para diferenciarla claramente del extremismo opositor violento.

El gobierno entiende que esta oposición tiene aún el respaldo del gobierno de EEUU y actúa en la búsqueda de un ablandamiento de las sanciones. Ésta es la única carta vigente de esa oposición, pues el apoyo popular, valorado a través de las encuestas, es inexistente. Son una fuerza que no se ha contado desde hace seis años, y como partidos desde hace mucho más tiempo, lapsos donde cometieron toda suerte de dislates, contrarios al sentir de los venezolanos y contraproducentes en relación con la estabilidad de Maduro.

La oposición democrática, la que actúa en Venezuela, no es una aliada del gobierno, como algunos quieren hacer ver. No tiene por lo tanto que acompañarlo en sus decisiones políticas. Debe sí ser muy clara en la crítica de las acciones gubernamentales, alejadas de una sincera rectificación e impulsadas únicamente por el deseo de perpetuarse en el poder, a lo cual ayuda curiosamente quienes se declaran sus enemigos acérrimos.

 

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