El pasado 13 de agosto se reeditó, en México, el diálogo entre el gobierno –representado por Jorge Rodríguez y el hijo de maduro– y la oposición, ahora agrupada en algo llamado “Plataforma Unitaria”.
Con el auspicio del gobierno de López Obrador como anfitrión y la mediación del Reino de Noruega, se reintenta –por iniciativa del gobierno del país escandinavo – un diálogo político que permita salir de la crisis que agobia a nuestro país. Pero este esfuerzo diplomático tiene una falla de origen: la falta de legitimidad y representatividad de las partes, es un “diálogo” de espaldas al país, donde “unos” y “otros” se abrogan la representación de todas las partes involucradas y así decidir por el pueblo venezolano. Están equivocados.
La experiencia de Noruega en Colombia.
La iniciativa noruega tiene su base en la experiencia del jefe de su equipo diplomático, Nieg Nailander, quien actuó como facilitador y garante del proceso de Paz en Colombia. En ese caso había DOS partes claramente definidas y en armas, dos ejércitos opuestos: las FARC y el Gobierno. Era una negociación donde se buscaba que las FARC depusieran las armas –como finalmente lo hicieron– y se incorporaran a los espacios políticos abiertos por el gobierno colombiano, además de velar por el cumplimiento de las respectivas garantías personales para los jefes guerrilleros.
No pretendía este acuerdo abordar la crisis política y social de Colombia, ni abarcaba otros fenómenos de la violencia como el del paramilitarismo, y ese ha sido el factor fundamental de que hoy día, a cinco años de la firma de los acuerdos, la violencia sigue extendiéndose en los campos del hermano país con un saldo de 904 dirigentes sociales y 276 ex combatientes guerrilleros asesinados.
Recuerdo que siendo embajador de Venezuela ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en 2016, el gobierno de Colombia solicitó al organismo la creación de una Misión Política para el seguimiento de los acuerdos. Como embajador miembro del Consejo de Seguridad, a pesar de que maduro maniobró para imponer condiciones al gobierno de Colombia a cambio de nuestro voto en el Consejo de Seguridad, yo apoye desde el inicio la solicitud, pues no solo venía suscrita por ambas partes –FARC y Gobierno–, sino porque la búsqueda de la Paz en Colombia siempre fue el anhelo del presidente Chávez y le dedicó esfuerzo y compromiso político. Nosotros siempre abogamos por la paz en Colombia.
Pero en mis intervenciones, tanto en las sesiones “cerradas” del Consejo de Seguridad como en su sesión “abierta”, siempre señalé la complejidad de la violencia en Colombia, del problema de la tierra, de la crisis social, de la violencia de los terratenientes, del paramilitarismo como parte de la política contrainsurgente en Colombia, grupos criminales creados y vinculados estrechamente a la oligarquía colombiana y sus gobiernos títeres. Fenómeno este que, junto al narcotráfico, tuvo un auge y una fuerza inusitada en el hermano país durante el periodo uribista. Estos eran aspectos importantes en la realidad del conflicto y debían ser abordados con el fin de garantizar que la desmovilización de las FARC no desembocara en otra ola de asesinatos políticos como sucedió con la Unión Patriótica.
Por cierto, ni de esta postura, ni tampoco de estas advertencias, hace referencia la ex canciller Holguín en su libro sobre nuestro país, donde se refiere a mí con términos tan vagos como irresponsables. Eso que llaman “ganar indulgencias con escapulario ajeno”.
El caso de Venezuela no solo es más complejo, también es extraño a los que impulsan el proceso, porque no entienden la complejidad política del país, ni el hecho claro de que la profunda crisis política, económica y social no se resuelve poniendo de acuerdo a los representantes de las élites y cúpulas partidistas, las cuales no cuentan con la confianza del país, ni tampoco tienen la legitimidad para representar a toda la sociedad, son fragmentos de la misma, con intereses muy particulares, y tuteladas desde el extranjero.
¿Quiénes están sentados en México?
Ni son dos fuerzas opuestas, ni mucho menos fuerzas contrarias, en conflicto armado. Entonces, ¿a quién representan? ¿A cuenta de qué deciden por todos los venezolanos?
Del lado del gobierno, no es el gobierno, es Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, poder distinto del Ejecutivo, y el hijo de maduro. Es decir, allí está sentado el madurismo. Es el mismo Nicolás maduro representado por sus más conspicuos personajes. Uno, el primero, que quiere ser presidente en algún momento -por ello sus poses y protagonismo-, mientras que el otro le dirá a su papá lo que recuerde de la discusión.
No hay nadie del sector militar, ni del PSUV, y mucho menos de Diosdado, que, digamos, traería la presencia –así sea diluida– del 4 de Febrero y de la otrora unión cívico-militar del chavismo. Pero es evidente que de eso NO QUEDA NADA.
Es triste, pero Diosdado se conformó con ser el cabillero de maduro. Ha destrozado al PSUV. Su alianza con maduro, de espaldas a Chávez y al chavismo, lo ha relegado a ser uno de los personajes con mayor rechazo en el país, el artífice de las trampas y marramucias del madurismo. Pasó de ser hombre de Chávez, rebelde del 4F, a presidente de la ANC de maduro y ahora jefe de la fracción parlamentaria del PSUV, la cual hace solo lo que maduro diga. Le dio la espalda a sus ideas, a sus amigos –Miguel Rodríguez Torres, entre otros– y a los que éramos más cercanos del Presidente Chávez, para convertirse en un segundón de maduro, Jorge y Delcy.
El episodio de la selección de candidatos del PSUV para las próximas elecciones de noviembre, se ha constituido en una burla y falta de respeto a la base del chavismo y una lección para una cantidad de dirigentes “pisa pasito” que entre cálculos políticos siguen guardando silencio y aguantando todo tipo de maltratos, ofensas y humillaciones. Detrás de la invocada “disciplina” se esconde mucho miedo y oportunismo.
Cómo puede el gobierno “garantizar” los derechos políticos de los que participen en el “diálogo”, si ni siquiera está dispuesto a garantizar la voluntad de la propia militancia del PSUV.
Del lado de la oposición, la Plataforma Unitaria está quebrada a lo interno. Allí hay de todo, desde los políticos tradicionales, tramposos y maniobreros que se han acercado y trabajan abiertamente para el madurismo, pasando por las nuevas “generaciones” de políticos tan oportunistas y podridos como los de siempre, hasta sectores más radicalizados que se ve que están allí, obligados por factores externos, a pesar de que han sufrido todo el peso de la represión del gobierno.
La oposición tradicional ha debido hacer un “diálogo” entre ellos, antes de ir a un diálogo con el gobierno, para, por lo menos, ponerse de acuerdo en los objetivos y propósitos del mismo. Mientras tanto, su presencia allí legitima a un gobierno criminal y los hace cómplices de lo que siga pasando en el país.
La Crisis Venezolana.
La crisis en Venezuela es profunda y compleja. Ésta, se deriva básicamente del hecho de que el gobierno de maduro ha fracasado “en toda la línea”, como diría Chávez: ha violado reiteradamente la Constitución y las leyes, vulnerando todo el andamiaje institucional del país, acabando con nuestra economía, nuestra industria petrolera, nuestras garantias políticas, nuestros derechos sociales, y el saqueo del erario público.
Por ello, la crisis del país NO ES CONSECUENCIA del modelo político-económico y de las garantías sociales vigentes en el país hasta marzo del año 2013, sino que es el resultado de la actuación nefasta del gobierno actual. Siempre hay que diferenciar bien: EL GOBIERNO DE MADURO, NO ES CHAVISTA. Éste es un mal gobierno de derecha, una dictadura.
Decimos esto y creemos que es necesario insistir en esta diferencia, porque los sectores que se aproximan al “diálogo” en México van con el propósito deliberado de terminar de desmontar nuestras garantías Constitucionales, nuestro marco legal y así terminar de desmontar el marco legal de las conquistas políticas, económicas y sociales alcanzadas con el gobierno del presidente Chávez.
Tal como lo hemos denunciado, el diálogo del cual habló Jorge Rodríguez el mismo día de su instalación como presidente de la Asamblea Nacional, busca un pacto entre élites, entre las cúpulas partidistas, los representantes de las élites económicas, sea esta la burguesía tradicional representada por Fedecámaras o la nueva burguesía “revolucionaria”, uno de cuyos principales exponentes está a punto de ser extraditado desde Cabo Verde a los EE.UU. acusado de corrupción y lavado de dinero.
Ya veremos cómo comenzarán a surgir “acuerdos” producto del diálogo, tales como la entrega del petróleo, la venta de PDVSA, la modificaciones de las leyes de la República, hasta que –no se extrañen y no se escandalicen– terminen sacando a Chávez del Cuartel de la Montaña.
El gobierno de maduro, necesita a los partidos de la oposición agrupados en la “Plataforma Unitaria” para que hagan el papel de tontos útiles, el mismo que hicieron los Constituyentistas de la extinta –y ya olvidada– Asamblea Nacional Constituyente, necesita utilizarlos para convalidar el fraude contra la Constitución y contra el pueblo. A cambio, el madurismo les tirará un hueso, como ya han hecho con sectores de la oposición tradicional, quienes ya han aceptado una forma de convivencia con el gobierno de maduro y miran hacia otro lado, mientras maduro sigue acabando con el país a cambio de unos diputados o cualquier gobernación y alcaldía.
Independientemente de los acuerdos a los que puedan llegar las élites en México, la crisis del país seguirá su curso y profundización, puesto que la oposición, sentada en una situación de minusvalía con el gobierno, convalida y legitima el despojo y la destrucción del país.
El diálogo, así planteado, es la búsqueda de un acuerdo para “convivir” políticamente con el madurismo, sin que nadie cambie sustancialmente. No está en la agenda la superación y derrota del madurismo, condición indispensable para, sólo después de ello, comenzar a reconstruir la patria, sobre los cimientos que están plasmados en nuestra Constitución y leyes, y en los objetivos del Plan de la Patria, aprobado por el pueblo en las elecciones del año 2012.
¿Se puede dialogar con un gobierno criminal?
No se puede obviar el hecho de que el “diálogo” en México se realiza con un gobierno que no solo ha destrozado el país y que actúa al margen de las leyes y la Constitución, sino que además, está señalado en todos los informes de la Oficina de la Alta Comisionada de los DD.HH. de la ONU como un gobierno que ha convertido la violación de los derechos humanos en una política de Estado.
Más grave aún, en la última decisión del 15 de junio de 2021, tomada por la entonces fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda –documento que el Fiscal sicario Tareck Willian Saab insistió para que se mantuviese en secreto–, se confirma que, de acuerdo al contundente informe de la Comisión Internacional Independiente del Consejo de los Derechos Humanos (Fact Finders) , así como las denuncias de las víctimas, existen elementos de convicción para abrir un proceso penal en contra de Nicolás maduro y otros altos jerarcas, civiles y militares –incluyendo al Fiscal Saab– para ser juzgados por perpetrar Crímenes de lesa Humanidad en contra del pueblo venezolano, en particular por la persecución política selectiva, los encarcelamientos, tratos crueles e inhumanos, tortura y las miles de ejecuciones extrajudiciales a manos del FAES, CICPC, CNAS, DIGECIM, SEBIN y otros cuerpos paramilitares e incluso –vergüenza para la institución– cuerpos militares.
Entonces, ¿cómo avanzar en un diálogo con un gobierno criminal?, ¿qué garantías puede ofrecer? Cuando le dé la gana hará otra razzia contra la dirigencia política, militares, obreros, esto sólo dependerá del “humor” de maduro o de cualquiera de los nuevos “jefes”.
Hoy día en Venezuela, cualquiera del gobierno le arruina la vida a un ciudadano. Un juez tarifado, un fiscal de “confianza”, el FAES, DGCIM y SEBIN o cualquiera de sus grupos armados, están al servicio de jefes militares, empresarios, diputados o funcionarios, te pueden robar la casa –allí meten amantes y cualquier tipo de persona–, te abren una causa, te montan un expediente, te acosan y persiguen, te quieren extraditar, hacerte preso para someterte a tratos crueles y denigrantes, extorsionar a tu familia, matarte.
No se puede avanzar en ningún diálogo sin exigir el desmantelamiento de la estructura de represión y terror que ha montado el gobierno, sin exigir rendición de cuentas y castigo a los culpables de perpetrar estos crímenes.
¿Y los cientos de presos políticos?
No se puede negociar nada con el gobierno sin exigir la libertad de los presos políticos, tanto los de la oposición tradicional, como los del Chavismo, civiles, obreros, militares. Porque no se puede permitir que el gobierno siga teniendo secuestrados políticos y, a la vez, se pueda sentar a una mesa a negociar, traficando con el dolor humano como le da la gana, capturando rehenes cada vez que siente que debe golpear a un sector que no le favorece, como hace en contra del Chavismo e, incluso, en contra de la misma oposición, para así dividirla.
Se debe exigir la libertad de los secuestrados de PDVSA, son más de 120 rehenes que tiene el gobierno. Se debe exigir la libertad de los militares presos, del Mayor General Rodríguez Torres, del General Baduel, del Comandante Martin Chaparro. Se debe exigir la libertad de los dirigentes obreros y sindicalistas como Eudis Girot, así como de los dirigentes de la oposición presos y secuestrados. Si esto no se exige y se logra, ¿qué sentido tiene negociar? Debe haber un poco de lealtad hacia los asesinados y presos.
¿Quiénes negocian realmente?
La novedad en este proceso de “diálogo”, es que asomaron el rostro los actores internacionales, las potencias que mueven sus hilos e intereses en medio de la crisis, en detrimento de nuestros intereses nacionales. La administración de Joe Biden, en una postura mucho más inteligente que la de Trump y sus bravuconadas que tanto favorecieron a maduro, hoy se hace presente, permite y estimula el “diálogo”, a sabiendas que maduro necesita legitimarse y también necesita una salida que preserve su integridad y sus intereses.
Mientras los rusos, en su permanente forcejeo geopolítico, se dejaron de bravuconadas enviando bombarderos de capacidad nuclear para estacionarlos en Maiquetía, y ahora dicen que acompañan un proceso de diálogo. Maduro no les sirve, la incapacidad del gobierno en gestionar los acuerdos y todas las extraordinarias ventajas petroleras otorgadas a Rosneft colmaron la paciencia de los rusos.
Es decir, las potencias en pugnas, EE.UU y Rusia, por razones desconocidas por los mortales, comienzan a hablar entre ellas. En cualquier momento llegan a un acuerdo, sin posibilidad alguna de que el mismo sea beneficioso para nuestro país, ni mucho menos nos permita salir de este abismo caminando sobre nuestros propios pies.
Los chinos ni atención le prestan al diálogo, están hartos de la incapacidad del madurismo como para defender ningún tipo de posición ni acuerdo; pero, por otra parte, están enfrascados en un delicado conflicto de baja intensidad con los EE.UU., por lo tanto no se meterán en problemas.
La pregunta es ¿vamos a entregar nuestro futuro y posibilidades de desarrollo al arbitrio de las potencias internacionales? ¿Será la Patria de Simón Bolívar un protectorado, un país tutelado por cualquiera de las potencias? ¿Dónde queda nuestra soberanía?
El Diálogo debe ser con el Pueblo, de cara al país
No quiere decir esto que el diálogo, como instrumento de cuerda político, sea lesivo ni malo para el país, sobre todo si se trata del ejercicio de la política. Pero el diálogo debe ser con el pueblo, con todos los sectores del país.
Nadie se puede abrogar el ejercicio de la soberanía popular, un principio establecido en el artículo 5to de la Constitución. Cuando el pueblo elige gobernantes está delegando, de manera temporal, la soberanía popular a los gobernantes, pero está siempre reside en el pueblo. A su vez, la Constitución establece el principio de la democracia participativa y protagónica como un mecanismo de ejercicio permanente de la soberanía popular, por ello se establece la figura del revocatorio como mecanismo de cambiar a los gobernantes cuando estos pierden su legitimidad.
La legitimidad para el ejercicio de cualquier cargo de gobierno, o la legitimidad del gobernante, se pierde cuando estos se desvían del alcance y los propósitos para los cuales fueron electos. La guía, la carta de navegación es la Constitución y las leyes que de ella se derivan.
Evidentemente este gobierno ha perdido legitimidad –si es que alguna vez la tuvo–, ya no la tiene más. El pueblo, la sociedad, no necesita nadie que la interprete, mucho menos cúpulas partidistas que han estado bien distantes de su tarea estratégica de preservar nuestra soberanía y la integridad del Estado.
Nuestra Constitución establece los mecanismos para el diálogo del pueblo, entre sus organizaciones políticas, sociales. Existen mecanismos constitucionales, novedosos, para que el pueblo haga un ejercicio pleno de su soberanía. El revocatorio es uno de ellos.
Nosotros no necesitamos un diálogo de cúpulas partidistas, de elites. Necesitamos que se aplique la constitución y las leyes, que se pueda revocar a maduro, que existan plenas libertades políticas, que cese el terror, la imposición por la violencia de una política de despojo y destrucción de nuestra economía, de entrega de nuestra soberanía.
El diálogo hay que darlo en la calle, con el pueblo, de manera soberana, sin tutelajes. De otra manera, el gobierno seguirá ganando tiempo, algo de legitimidad y continuará la destrucción del país.
El Chavismo no representado en ese diálogo
El Chavismo como movimiento político, como cuerpo de ideas, doctrina, como agrupación política en torno a la obra y mensaje del Comandante Chávez, no está representado en ese diálogo en México. Allí no está Chávez, ni está el socialismo, ni está el Plan de la Patria.
Nosotros, los Chavistas, verdaderamente necesitamos un diálogo entre las fuerzas bolivarianas, en el seno del PSUV, entre los partidos revolucionarios, en el seno del ejercicio del Poder Popular.
Hagamos una agenda revolucionaria, popular. Donde el pueblo, sus problemas e intereses, sea el centro de la agenda. Donde se discutan los errores cometidos. Donde se ratifique el Plan de la Patria como nuestro programa, nuestra Constitución, nuestra obra revolucionaria.
Una discusión abierta, honesta, de confrontación de ideas. Allí podríamos estar tantos, para aportar, reagrupar, Adán, Elías, Giordano, Rodrigo Cabezas, Arias Cárdenas, Miguel Rodríguez Torres, Andrés Izarra, Toby Valderrama, los jefes militares de Chávez, los trabajadores, los movimientos sociales, pensadores, patriotas, la juventud, son tantos compañeros, hombres y mujeres, valiosos y que transitamos el camino revolucionario al lado del Comandante Chávez.
Hay una expectativa importante en el seno del Chavismo, de los humildes, de los olvidados del “diálogo”, para reagruparnos en torno a los postulados y obra del Comandante Chávez. Necesitamos mostrar al país una opción popular, soberana, bolivariana, socilaista, para construir junto al pueblo una posibilidad de reconquistar nuestro futuro, nuestro propio destino, ¡volver a Chávez, junto a toda Venezuela!