Glória Serra: Viajes plastificados

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Chaikovski muere de cólera por beber agua en un San Petersburgo insalubre. En la interpretación que hizo de su vida el cineasta británico Ken Russell, La pasión de vivir ( The music lovers , 1970), Richard Chamberlain, interpretando al músico ruso, bebe el vaso de agua contaminada que le causará la muerte en Venecia, para hacer aún más desmesurada y romántica su historia.

Ahora Chaikovski, gran viajero, podría beber con tranquilidad un vaso de agua tanto en San Petersburgo como en Venecia sin miedo a morir, pero eso no quiere decir que las aguas del Nevá o las de los canales estén más limpias, sino al contrario. Ya no se vierten directamente los desagües fecales, pero se sigue tirando porquería, como el omnipresente plástico que cubre todo el planeta, hasta el fondo del mar. Al salir del confinamiento, el mundo observó maravillado cómo la naturaleza se había recuperado a toda velocidad durante el tiempo que los humanos dejamos de ser la principal plaga de la Tierra. Paseando por los espacios naturales, era más fácil ver la fauna salvaje que normalmente huye en cuanto nos atisba. Eso sí, las botellas, latas, bolsas y celofanes seguían allí. En Barcelona, donde las gaviotas se han acostumbrado a vivir cerca de las zonas turísticas, repletas de comida medio masticada tirada en montañas en las papeleras o en cualquier lado, con su correspondiente envase de plástico, tuvieron que desplazarse fuera de este territorio para llenar el buche sin esfuerzo. De hecho, la misma pandemia ayudó a la multiplicación del plástico con las toneladas de comida para llevar a casa encargadas y los millones de mascarillas, guantes y gel desinfectante que han entrado en nuestra vida.

Este verano se está recuperando tímidamente el turismo. Y ha vuelto la locura de comprar más comida de la que necesitamos, consumirla a todas horas y tirar los restos y los envases por doquier. Ciudadanos modélicos que tienen cuatro ­cubos diferentes para la basura se olvidan de ello en cuanto pillan la maleta y lo tiran todo mezclado. Parece como si la suciedad tuviera nacionalidad y se le pudiera cortar el paso en la frontera y las aguas territoriales, un absurdo pensamiento mágico de muchos turistas convertidos en incívicos según los kilómetros recorridos desde que salen por la puerta. Del mismo modo, ciudadanos que ya han adoptado la bicicleta como primer medio de transporte, para liberar de contaminación sus calles, están deseando que vuelvan las ofertas de los chárters para pasar un fin de semana donde sea. ¿Recuerdan amigos y conocidos que te contaban que habían ido a Milán o Rotterdam un sábado, ir y volver? ¿O que escogían volar porque salía más barato que quedarse en casa?

Propuesta para emprendedores: el tour Ola de Calor. Vistas a los incendios de Turquía, Grecia, Italia o Argelia, inmersiones para hacerse pasar el calor y explorar los plásticos del fondo y, para los más caseros, basura y fuego sin moverse de casa, que en este país también tenemos de todo.

 

 

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