El liderazgo de Joe Biden para encontrar puntos en común entre los americanos dio otro paso adelante con la aprobación en el Senado, el pasado 7 de agosto, de la Ley de Empleos e Inversión en Infraestructura.
La capacidad negociadora del presidente Biden, desarrollada y demostrada años atrás como vicepresidente del país y como miembro de la Cámara Alta, ha permitido que la nación se acerque a la puesta en marcha del proyecto más prometedor para la calidad de vida de las últimas décadas.
Consecuente con su promesa de gobernar para todos los americanos más allá de sus preferencias partidistas, la propuesta de Biden para impulsar la economía nacional ha llegado a la primera base para su implementación.
La posibilidad de recuperar la infraestructura nacional —que involucra desde carreteras hasta telecomunicaciones, transporte colectivo y energías limpias, además de garantizar millones de empleos estables y de calidad— depende ahora de los votos que respalden esta Ley de Infraestructura en la Cámara de Representantes.
El apoyo bipartidista de demócratas y republicanos protagonizado en el Senado es coherente con el compromiso de darle a Estados Unidos una extraordinaria oportunidad de recuperación y estabilidad, pero la iniciativa debe volverse a medir ante la Cámara Baja, un reto que no debe desatender la administración Biden.
Lograrlo es crucial para la robustez económica del país en condiciones «normales», y su importancia toma valor ante la creciente incertidumbre en torno a la cepa delta del coronavirus, un peligro para la salud física y económica de los americanos que amenaza con no abandonar la escena por lo menos hasta 2022, según funcionarios de salud pública.
Tales condiciones pudieran ser propicias para la debacle, pero también son una oportunidad para demostrar el compromiso no solo de la Casa Blanca, sino también de los actores políticos de tendencias divergentes para buscar coincidencias y relaciones ganar-ganar. En este caso, se trata del futuro de la calidad de vida en América sobre la base firme de la inversión de más de un billón de dólares en el motor del empleo y la innovación.
Son millones los americanos que esperan que en la Cámara Baja predominen las mismas intenciones. El reto es que los republicanos más a la derecha y los demócratas más a la izquierda se acerquen a un punto de equilibrio que haga que cada habitante de Estados Unidos gane una nación más amable, más responsable, más poderosa.
En este episodio será decisivo el desempeño de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. En gran parte, de su capacidad persuasiva para moderar la posición de los miembros extremistas de ambos partidos depende el apoyo que haga posible que esta ley pase del papel a la acción.