Alfredo Michelena: Rusia, la gran ganadora

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Los cambios en la geopolítica mundial se aceleran. Luego de un par de décadas de cierta estabilidad política en el mundo, a la caída del Muro de Berlín, se inicia una fase de cambios que va tomando momentum.

En términos geoestrátégicos los actores de la guerra fría vuelven por sus fueros, buscando nuevos posicionamientos en el mundo.  Rusia recupera sus ansias imperialistas, China se reconoce como uno de los poderosos del mundo, y los EE.UU. y en general occidente comienzan a perder influencia en espacios geopoestratégicos que en el pasado tenían.

Mientras EE.UU. Canadá y Europa ( la OTAN) dirigen su mirada al medio oriente y  Asia los colosos de Rusia y China siguen con paso firme medrando en los espacios que occidente y en especial que EE.UU. creían suyos por antonomasia.

El caso más patético está ocurriendo en América Latina donde la presencia rusa y china se ha hecho determinante.

La gran victoria de Bin Laden no fue promover el ataque a las Torres Gemelas  de Nueva York  hace 20 años, sino haber embarcado a los EE.UU. – que arrastró a Europa-en una extraña guerra, que ha producido consecuencias nefastas para esa potencia y para el mundo. Baste recordar el surgimiento del Estado islámico, la estampida migratoria hacia Europa, la obtención de material atómico por Irán, la pérdida territorial de Ucrania a manos de los rusos y lo más importante para nuestra región el surgimiento del castrochavismo que trajo de la mano a Rusia, China, Irán y Turquía por estos lares.

Rusia y en particular Putin se ha convertido  en el gran interlocutor de los movimientos populistas antiamericanos de Latinoamérica, esos que antes se catalogaban como de izquierda pero que ahora se sabe que no son, pues al llegar al poder se tornan en dictaduras depredadoras de las riquezas nacionales y violadoras de los derechos humano, pero eso es otro tema. China prefiere jugar lo geopolítico desde lo económico y por eso no vocifera consignas antinorteamericanas, sino acciones que la han convertido en el primer socio económico de la región.

Lo cierto es que el Kremlin ahora se ha convertido en jugador clave en Latinoamérica . No solo es el tema cubano que ahora ha retomado o la estrecha relaciones con Nicaragua, es que comienza ser parte del juego político de poderes en la región. Dos ejemplos claros son su injerencia en Colombia y en Venezuela.

Rusia ahora es quien aboga para que el Consejo de Seguridad y el Secretario General de la ONU apoye del proceso de paz entre Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)- si, ese que está metido en Venezuela y que controla parte de territorio minero del oriente del país.

Lo más patético es que el régimen nada democrático de Putin, es ahora “acompañante” en el proceso de diálogo entre el régimen de Maduro y la “Plataforma Unitaria” junto a Holanda, para buscar una salida democrática al conflicto. ¡Que ironía!.

Y como directores de orquesta los noruegos y en especial el embajador Dag Nylander, quien también jugo ese papel en los Acuerdos de La Habana, entre las FARC y el gobierno de Colombia y que fue “facilitador” en la controversia sobre el Esequibo. Ya sabemos los resultados de sus gestiones.

Lo cierto es que mientras Occidente y en especial EE.UU. es absorbido por conflictos extracontinentales, aquí mismo en sus narices, en su patio trasero, su enemigo o competidor geopolítico más significativo, Rusia,  ya puso un “pica en Flandes” y comienza a pasear su señorío por la región. Esto unido a la progresiva importancia comercial de China en Latinoamérica, deja a EE.UU. y Europa en  capitis deminutio.

Es la nueva guerra fría en pleno desarrollo en el continente con Venezuela como su epicentro, pero occidente no lo entiende así.

En este momento los gringos están perdiendo más por estos lares que lo que pierden en Afganistán. Pero les es difícil verlo, quizás la inercia de la vieja política.

 

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