Thierry Meyssan: Siete mentiras sobre Afganistán‎

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En sus reportes sobre la caída de Kabul, los medios de prensa repiten estúpidamente ‎las mentiras de la propaganda occidental, ignoran la verdadera historia de Afganistán, ‎ocultan los crímenes perpetrados contra ese país y hacen imposible entrever el futuro ‎que Washington proyecta imponer a los afganos. Y hasta es posible que los talibanes ‎ni siquiera sean los peores en todo este asunto.

1- La guerra contra Afganistán ‎no fue una respuesta al 11 de septiembre. Ya estaba ‎planificada antes de los atentados

Según estos dos jefes políticos occidentales, la invasión de Afganistán por parte ‎de ‎Estados Unidos, en 2001, tuvo como único objetivo «perseguir a quienes nos atacaron el 11 ‎de ‎septiembre de 2001 y evitar que al-Qaeda pudiese utilizar Afganistán como base para ‎perpetrar ‎nuevos ataques».‎

El ministro pakistaní de Exteriores, Naiz Naik, fue asesinado en su domicilio en 2009.‎

Al oír eso, el ministro de la Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels, habría recordado ‎que «una mentira ‎repetida 10 veces sigue siendo una mentira. Repetida 10.000 veces, ‎se convierte en verdad». ‎

Pero los hechos siguen siendo hechos y, aunque no sea del agrado de los presidentes ‎Biden ‎y Macron, la guerra de 2001 contra Afganistán no se decidió después de los atentados ‎del 11 ‎de septiembre. Se decidió antes, a mediados de julio, cuando fracasaron las ‎negociaciones de ‎Berlín que Estados Unidos y Reino Unido habían iniciado, no con el gobierno ‎afgano sino con ‎los talibanes. ‎

Pakistán y Rusia asistían a esas conversaciones secretas como observadores. La delegación ‎de ‎los talibanes fue admitida en Alemania en violación de la prohibición de viajar que ‎el Consejo ‎de Seguridad de la ONU había emitido contra ellos. Después del fracaso de ‎aquellas ‎negociaciones, el ministro pakistaní de Exteriores, Naiz Naik, dio la señal de alarma ‎al regresar ‎a su país. Pakistán buscó entonces nuevos aliados. Propuso a China abrirle ‎una puerta al ‎Océano Índico –lo que hoy vemos con la nueva «Ruta de la Seda». ‎Estados Unidos y Reino ‎Unido comenzaron a enviar a la zona grandes cantidades de tropas –‎‎40 000 hombres fueron ‎desplegados en Egipto y casi toda la flota de guerra británica fue ‎enviada al Mar de Omán. ‎Los atentados del 11 de septiembre sólo tuvieron lugar después… ‎cuando ya todo aquel ‎dispositivo militar estaba en posición y listo para entrar en acción. ‎

2- Al-Qaeda no amenaza a los anglosajones. Es su instrumento.

Según el presidente estadounidense Joe Biden, «nuestra misión de reducir la amenaza ‎terrorista ‎de al-Qaeda y de matar a Osama ben Laden fue un éxito». ‎

El jefe de la inteligencia francesa, Alexandre de Marenches, elucubró ‎la manera de llevar a la URSS a empantanarse en Afganistán.

Fue el director de la inteligencia de Francia para el exterior, Alexandre ‎de Marenches, quien ‎propuso a su homólogo estadounidense hacer que la URSS interviniera ‎militarmente ‎en Afganistán para que se empantanara allí. Así que el consejero de seguridad nacional ‎del ‎presidente James Carter, Zbigniew Brzezinski, viajó a Beirut para ponerse en contacto con ‎el ‎millonario anticomunista saudita Osama ben Laden y pedirle que se pusiera a la cabeza ‎de ‎mercenarios árabes para emprender una campaña terrorista contra el gobierno ‎prosoviético ‎afgano. ‎

Osama ben Laden se hallaba en Beirut para reunirse con el ex presidente libanés ‎Camille ‎Chamoun, miembro de la Liga Anticomunista Mundial. Washington había escogido a Osama ben Laden por 2 razones:‎

‎- En primer lugar porque Osama ben Laden era miembro de una secta secreta –la ‎Hermandad ‎Musulmana– lo cual le permitiría reclutar combatientes

‎- y porque era uno de los herederos de la mayor compañía de obras públicas de todo ‎el mundo ‎árabe, lo cual le permitía disponer de los especialistas, la fuerza de trabajo y ‎los medios ‎necesarios para transformar los ríos subterráneos del macizo montañoso asiático ‎llamado ‎Hindu Kush en vías de comunicación para uso militar. ‎

En 1993, el diario londinense The Independent alaba a Osama ben Laden. En ‎el mismo momento, en Washington, la Heritage Foundation, el tanque pensante del ‎presidente Ronald Reagan, repartía camisetas con la imagen de Ben Laden y el eslogan ‎‎“Él lucha por nuestras libertades”.

Osama ben Laden fue después consejero militar del presidente bosnio, Alija ‎Izetbegovic –‎desde 1992 y hasta 1994. Los hombres que había reclutado lo siguieron a Yugoslavia, donde ‎modificaron su apelación de «muyahidines» para denominarse «Legión Árabe». Comandos ‎soviéticos que lograron penetrar en el campamento de ben Laden, tuvieron ‎tiempo de registrar ‎su puesto de mando, antes de ser detenidos, y comprobaron que todos ‎sus documentos militares ‎estaban redactados no en árabe sino en inglés.‎

Después de su paso por Bosnia-Herzegovina, Osama ben Laden utilizó sus combatientes ‎en ‎operaciones específicas, seleccionándolos en su “fichero”, en árabe «al-Qaeda» (‎القاعدة‎).‎

Como vemos, es indiscutible que Osama ben Laden fue durante largos años un agente ‎de ‎Estados Unidos. Claro, los estadounidenses afirman que acabó volviéndose contra ellos, ‎pero ‎no hay nada, absolutamente nada, que demuestre tal cosa. ‎

En todo caso, Osama ben Laden estaba gravemente enfermo. Como necesitaba atención ‎médica ‎constante en una cámara estéril, fue internado en… el hospital estadounidense de Dubai, ‎en julio ‎de 2001, lo cual se publicó en el diario francés Le Figaro, información que fue ‎desmentida por ‎el hospital… pero que fue confirmada por el jeque Khalifa ben Zayed Al Nahyane ‎‎–el actual ‎presidente de Emiratos Árabes Unidos– quien me aseguró que él mismo visitó a ‎Osama ‎ben Laden en ese hospital y en presencia del jefe de la estación local de la CIA. ‎Finalmente, ‎Osama ben Laden recibió tratamiento en el hospital militar de Rawalpindi (Pakistán), donde falleció ‎en diciembre ‎de 2001. Fue enterrado en Afganistán, en presencia de dos representantes del MI6 ‎británico que ‎redactaron un informe al respecto. ‎

Otro hecho indiscutible que contradice la versión de que Osama ben Laden se volvió contra ‎sus ‎empleadores de la CIA es que hasta 1999 –o sea, aún después de los atentados que ‎le fueron atribuidos contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenya) y en Dar-es-‎‎Salam (Tanzania)– ben Laden seguía teniendo una oficina de relaciones públicas en Londres. ‎Fue ‎desde esa oficina que ben Laden lanzó su Llamado a la Yihad contra los judíos y los ‎cruzados. ‎

Por otra parte, durante años hemos visto y oído videos y grabaciones de audios del ‎supuesto ‎Osama ben Laden, aunque se trataba de personas tan diferentes que sólo pueden ‎equivocarse ‎quienes desean ser engañados: los expertos suizos del Instituto Dalle Molle de ‎inteligencia ‎perceptiva, utilizado por los grandes bancos en casos muy delicados de identificación ‎de personas, son rotundos en ese sentido. Esos videos y grabaciones son falsos –incluso el que ‎fue ‎divulgado por el Pentágono, donde el propio Osama ben Laden supuestamente ‎reclamaba ‎la autoría de los atentados del 11 de septiembre– y no corresponden al verdadero ‎Osama ‎ben Laden. El reconocimiento facial y vocal, que en aquella época era una especialidad ‎muy ‎específica, es actualmente una técnica corriente. Usted mismo puede verificarlo con ‎programas ‎informáticos disponibles en diferentes plataformas. ‎

Después de la muerte real de Osama ben Laden, Ayman al-Zawahiri pasó a ser el nuevo emir de al-‎‎Qaeda. Después de los atentados del 11 de septiembre, Al Zawahiri –quien había supervisado ‎el ‎asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat– vivió durante años en la embajada ‎de ‎Estados Unidos en Bakú, la capital de Azerbaiyán [8]. Al menos en aquella época, Ayman al-Zawahiri estaba ‎bajo la ‎protección del US Marine Corps. Hoy se ignora su paradero, pero nada demuestra que ‎haya ‎dejado de tener protección estadounidense.‎

3- Estados Unidos dice luchar contra el terrorismo pero financia y arma a los terroristas

En su alocución sobre la caída de Kabul, el presidente Joe Biden dijo que ‎Estados Unidos ‎no estaba en Afganistán para construir un Estado sino sólo para luchar contra el ‎terrorismo.‎

La «lucha contra el terrorismo» es una fórmula que viene repitiéndose desde hace ‎‎20 años, ‎lo cual no quiere decir que tenga una significación válida. El terrorismo no es un ‎adversario de ‎carne y hueso sino una forma de lucha. En ciertas circunstancias, todos ‎los ejércitos del mundo ‎pueden llegar a recurrir al terrorismo. Durante la guerra fría, ‎ambos bloques lo utilizaron ‎ampliamente contra su adversario. ‎

Desde que el presidente estadounidense George Bush hijo proclamó la «guerra ‎contra ‎el terrorismo» –una especie de “guerra contra la guerra”– el uso de esa estrategia militar ‎ha ‎crecido sin cesar. Cuando se habla de «terrorismo», las opiniones públicas de Occidente ‎piensa ‎en los atentados cometidos en algunas de sus grandes ciudades, pero lo más grave ‎sucedió con ‎la creación de algunos pequeños Estados terroristas en el Medio Oriente ampliado ‎‎(o Gran Medio ‎Oriente)… hasta que se instauró el siniestro Emirato Islámico –o sea, Daesh, ‎también llamado Estado ‎Islámico del Levante (EIL) o designado en inglés como Islamic State of ‎Iraq and the Levant (ISIL) ‎o Islamic State of Iraq and Syria (ISIS) o simplemente Islamic State ‎‎(IS). Ahora pasamos a un ‎‎«Emirato Islámico de Afganistán». ‎

Los afganos, iraquíes, libios y los sirios creyeron al principio en la narrativa estadounidense ‎sobre ‎lo que estaba sucediendo… pero ya no se hacen ilusiones. Al cabo de 20 años ‎de guerra, ‎esos pueblos han entendido que a Estados Unidos no le interesa el bienestar de ‎sus países. ‎Washington no lucha contra el terrorismo sino que crea, financia y arma grupos que ‎practican el ‎terrorismo. ‎

4- los talibanes no tuvieron que luchar, sólo tomaron lo que Estados Unidos les dio

Los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Francia, Emmanuel Macron, se dedican a ‎un ‎juego sorprendente cuando abordan la «toma de Kabul» por los talibanes. ‎

Según Biden y Macron, «los dirigentes políticos afganos abandonaron y huyeron del ‎país. ‎El ejército afgano se derrumbó, a veces sin tratar de luchar». Pero ‎‎¿cómo huyeron ‎esos dirigentes afganos? En aviones militares de países occidentales. En cuanto ‎a que el ejército ‎afgano «a veces» no trató de luchar… es más bien lo contrario: el ejército ‎afgano ‎‎«a veces» trató de luchar. Es importante que sepamos que las fronteras de Afganistán ‎estaban ‎entre las más seguras del mundo: los soldados de Estados Unidos registraban la ‎identidad de ‎todos los viajeros utilizando medios electrónicos sofisticados, principalmente el ‎reconocimiento ‎personal a través del iris del ojo. ‎

El ejército afgano contaba 300 000 hombres –o sea, más soldados que las fuerzas ‎armadas ‎de Francia– entrenados por Estados Unidos, Francia y otros países occidentales. ‎Además, ‎sus hombres disponían de armamento y de material de guerra sofisticados. Toda ‎la infantería ‎afgana disponía de chalecos blindados y de equipamiento personal de visión ‎nocturna. La fuerza ‎aérea afgana era muy competente. Los talibanes, al contrario, no pasaban ‎de ‎‎100 000 combatientes –o sea eran 3 veces menos numerosos– en sandalias y con ‎simples ‎fusiles kalachnikov y no tenían aviación… pero parece que ahora si la tienen y con pilotos ‎que ‎aparecieron de no se sabe dónde. Si hubiese habido combates, los talibanes ‎seguramente ‎habrían sido derrotados. ‎

El cambio de régimen en Afganistán ya se había decidido cuando Donald Trump aún estaba en ‎la ‎Casa Blanca. Pero el presidente Joe Biden modificó el calendario para manipular ‎la historia. ‎Biden utilizó el tiempo extra para instalar bases militares en los países vecinos y ‎desplegar ‎al menos 10 000 mercenarios, movilizó el ejército turco –que ya estaba presente en ‎Afganistán ‎pero que nadie menciona a pesar de que ya ha reclutado al menos ‎‎2 000 yihadistas ‎provenentes de Idlib (Siria)… y todavía sigue reclutando. ‎

En esta foto, el líder muyahidín afgano Gulbuddin Hekmatyar –fundador del ‎grupo terrorista Hezbi Islami y clasificado como genocida– recibe votos de fidelidad de Rached ‎Ghanuchi (a la izquierda), actual presidente de la Asamblea Nacional de Túnez, y del actual ‎presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (a la derecha).‎

Es muy importante recordar que durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán, ‎el hoy ‎presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ya era miembro de la Hermandad ‎Musulmana y jefe ‎de una milicia turca –la Milli Gorus, que hoy abre mezquitas en Alemania ‎y Francia. Como ‎miembro de la Hermandad Musulmana y jefe de la Milli Gorus, Erdogan fue a ‎arrodillarse, ‎literalmente, ante Gulbuddin Hekmatyar, el líder afgano de la Hermandad Musulmana ‎y futuro ‎primer ministro de Afganistán. Posteriormente, el propio Hekmatyar juró fidelidad a al-‎Qaeda, ‎lo cual no le impidió presentarse como candidato a la elección presidencial afgana ‎en 2019, ‎bajo la protección de Estados Unidos. ‎

Los aliados occidentales de Estados Unidos ya estaban sacando a sus ciudadanos de ‎Afganistán ‎desde hace meses. Creían que tendrían tiempo de repatriarlos antes del 11 de ‎septiembre, o ‎al menos antes de la medianoche del 30 de agosto. Pero Washington decidió ‎otra cosa al ‎escoger el 15 de agosto, día de la fiesta nacional de la India, lo cual debe ‎interpretarse como ‎una advertencia al gobierno indio: Washington no ve con agrado que ‎los pastunes del hoy ‎fugitivo presidente afgano Ashraf Ghani sean reemplazados por los del emir ‎Akhundzada cuando ‎Estados Unidos respalda a otras etnias. ‎

Las escenas de pánico que hemos visto en el aeropuerto de Kabul, ‎nos recuerdan las que ‎se vieron en Saigón, a raíz de la derrota de Estados Unidos en Vietnam. ‎Es, en efecto, un ‎fenómeno idéntico. Los afganos que intentan huir colgados de los aviones ‎no son precisamente ‎traductores de las embajadas occidentales sino agentes de la “Operación ‎Omega”, iniciada bajo la ‎presidencia de Barack Obama. ‎Son miembros de la «Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección ‎Nacional de Seguridad ‎‎(NDS) y se encargaban de torturar y asesinar afganos que se oponían a la ‎ocupación extranjera. ‎Esos elementos cometieron tantos crímenes que los talibanes, ‎en comparación con ellos, son ‎almas inocentes.‎

En poco tiempo, veremos un panorama muy diferente en Afganistán. ‎

5- Estados Unidos no perdió Afganistán frente a china sino que ha forzado las empresas ‎chinas ‎a aceptar su protección

Estados Unidos no ha perdido absolutamente nada en Afganistán porque Washington ‎no quiere ‎que la paz vuelva a ese país. A los políticos de Washington no les interesa el millón de ‎muertos ‎que su guerra de 20 años provocó en Afganistán. Sólo quieren que la región siga ‎siendo ‎inestable, que ningún gobierno sea capaz de controlar allí la explotación de sus ‎riquezas ‎naturales. El objetivo de Washington es que las empresas, de cualquier país desarrollado ‎que ‎vengan, tengan que aceptar la protección de Estados Unidos para poder explotar las riquezas ‎afganas. ‎

Ese es el esquema del mundo globalizado que Hollywood ha popularizado: la imagen de ‎un ‎mundo globalizado protegido por un muro y cuyas fuerzas especiales se encargan de proteger ‎los ‎yacimientos de riquezas en regiones “salvajes”. ‎

El asistente del almirante Cebrowski divulgó la visión de este militar ‎estadounidense sobre la manera de adaptar las fuerzas armadas de Estados Unidos a las ‎necesidades del capitalismo financiero.

Esa estrategia fue concebida por Donald Rumsfeld, el secretario ‎de Defensa ‎de George Bush hijo, y el almirante Arthur Cebrowski, quien antes había ‎informatizado las fuerzas ‎armadas de Estados Unidos. El 11 de septiembre de 2001, ‎esa estrategia pasó a ser la ‎‎“ideología” del estado mayor estadounidense, antes de ser divulgada ‎más ampliamente por ‎Thomas Barnett, el ayudante del almirante Cebrowski, en su libro ‎‎The Pentagon’s New Map.‎

Ese es el cambio de paradigma que el presidente Bush hijo calificó de «guerra sin fin». Con ‎esa ‎expresión, George W. Bush quería decir que Estados Unidos libraría una lucha ‎interminable ‎contra el terrorismo… o más bien que Estados Unidos utilizaría eternamente grupos ‎terroristas ‎para destruir toda forma de organización política en los países de esas regiones. ‎

Sí, hay compañías chinas que ya explotan minas en Afganistán, pero ahora tendrán que pagar ‎a ‎Estados Unidos… y si no lo hacen serán blanco de atentados terroristas. Es cierto que ‎eso ‎se parece al pago de “protección” que exigen los grupos gansteriles en barrios con muy ‎altos ‎niveles de delincuencia… ¿y qué?‎

6- Las potencias occidentales no defienden el progreso frente al obscurantismo, lo que ‎hacen ‎es utilizar este último sin complejos

‎¿Recuerdan cuando la Primera Dama de Estados Unidos, Laura Bush, nos hizo llorar ‎contando ‎la historia de niñas afganas masacradas por los talibanes por haberse atrevido a ‎pintarse ‎las uñas? La verdad es muy diferente. ‎

Cuando el consejero de seguridad nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, y el jefe ‎de ‎la inteligencia francesa para el exterior, Alexandre de Marenches, apoyaron a los ‎islamistas ‎afganos –en 1978–, los dos estaban combatiendo a los comunistas… que abrían ‎escuelas para ‎las niñas afganas. Para el estadounidense Zbigniew Brzezinski y el francés ‎Alexandre ‎de Marenches era más importante luchar contra los aliados de la URSS que favorecer ‎los ‎derechos humanos. Hoy en día, el presidente estadounidense Joe Biden y su ‎secretario ‎de Estado Antony Blinken propician el regreso de los talibanes a Kabul porque ‎consideran que ‎controlar las riquezas naturales del Medio Oriente ampliado es más importante ‎que preservar los ‎derechos humanos. Los estadounidenses ya hicieron lo mismo en Irak, ‎en Libia y en Siria. ‎

El general pakistaní Mohamed Zia-ul-Haq, el millonario saudita Osama ‎ben Laden, el médico egipcio Ayman al-Zawahiri, el pandillero turco Recep Tayyip Erdogan y ‎el profesor de religión tunecino Rached Ghannouchi proceden todos de la Hermandad ‎Musulmana.

Estados Unidos no sólo apoyó a los islamistas en los países en guerra. También los puso ‎en ‎el poder en Pakistán, con el general Mohamed Zia-ul-Haq, miembro de la ‎Hermandad ‎Musulmana, para que ese país sirviera de retaguardia a los islamistas ‎antisoviéticos ‎de Afganistán. El general Mohamed Zia-ul-Haq derrocó la democracia, ahorcó ‎al presidente ‎Zulfikar Alí Bhutto e instauró la sharia en Pakistán. En los años 1990, la hija de ‎Alí Bhutto, ‎Benazir Bhutto, llegó a ser primer ministro y acabó asesinada por los talibanes ‎en 2007. ‎

Es inútil pasar en revista aquí todos los crímenes que la “contrainsurgencia” occidental ‎perpetró ‎en Afganistán, basta con ver el pánico de sus colaboradores en el aeropuerto de Kabul. ‎

Si bien el islamismo y el laicismo han sido ampliamente utilizados para manipular a los afganos ‎y ‎engañar a la opinión pública en Occidente, el hecho es que la vida política afgana no se basa ‎en ‎tales conceptos sino, primeramente, en las divisiones étnicas. En Afganistán existen ‎unas ‎‎15 etnias diferentes y la más numerosa, la etnia pastún, está también fuertemente ‎implantada ‎en Pakistán. Afganistán sigue siendo un país tribal donde no existe el concepto de ‎nación. ‎Otras etnias cuentan con apoyo de otros países de la región en los que también ‎están ‎implantadas.‎

7- Francia no siempre apoyó los crímenes de estados unidos en Afganistán. Sólo ‎lo hizo ‎a partir del mandato del presidente Nicolás Sarkozy

Según el presidente francés Emmanuel Macron:‎

‎«El Presidente Jacques Chirac decidió, desde octubre de 2001, la participación de Francia en ‎la ‎acción internacional, por solidaridad con nuestros amigos y aliados estadounidenses ‎que ‎acababan de sufrir un espantoso ataque en su suelo. Con un objetivo claro: combatir una ‎amenaza ‎terrorista que apuntaba directamente a nuestro territorio y al de nuestros aliados ‎desde ‎Afganistán, convertido en santuario del terrorismo islamista».‎

Esa argumentación es una manera, característica de Francia, de ocultar un conflicto. ‎En octubre ‎de 2001, el presidente francés Jacques Chirac se opuso enérgicamente a que ‎el ejército francés ‎participara en la ocupación de Afganistán por parte de los anglosajones. ‎Jacques Chirac ‎no autorizó más despliegue que en el marco de la resolución 1380 del Consejo ‎de Seguridad de ‎la ONU. Los soldados franceses estaban ciertamente bajo las órdenes de ‎la OTAN, pero sólo en ‎el marco de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (FIAS), ‎sólo participaban en la ‎asistencia a la reconstrucción, no hacían prisioneros sino que arrestaban ‎ocasionalmente ‎combatientes que entregaban de inmediato al gobierno afgano. ‎

Fue el presidente Nicolas Sarkozy quien modificó la actuación de los militares franceses ‎y ‎convirtió a Francia en cómplice de los crímenes de Estados Unidos. Es por eso que Francia ‎está ‎sacando de Afganistán a miembros de la «Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección ‎Nacional ‎de Seguridad (NDS). Por supuesto, eso tendrá un precio para Francia. ‎

 

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