Cuando un siglo termina y cuando comienza el siguiente ha sido siempre terreno abonado para la especulación asertiva o descarriada.
Ahora recordamos a Eric J. Hobsbawm (Age of Extremes. The Short Twentieth Century 1914-1991). Un siglo XX corto que él marca en la primera Gran Guerra como final de la civilización burguesa decimonónica y el final por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la guerra del Golfo con sus efectos inflacionarios.
Una serie de episodios se anotan en entre las fechas, como las que Hobsbawm señala, tal la alianza del sistema comunista con el capitalismo liberal para hacer frente al fascismo con efectos paradójicos como la revolución de Octubre salvando al capitalismo impulsándolo a la reforma para aceptar el concepto de planificación económica.
Entre nosotros tocó a Picón Salas fijar el inicio de nuestro siglo XX en 1936. Ahora podemos afirmar que seguimos en la vieja centuria, que el siglo XXI no se ha asomado aquí, lo que podría perfectamente llevarnos a la conclusión que es una característica de este país acceder con retardo.
Los primeros esbozos de la democracia nacen a la muerte de Gómez. En este trayecto vivimos la transición encarnada en López Contreras y Medina Angarita, el desbocado trienio adeco, la posterior insurgencia de sus aliados perezjimenistas, el período democrático con sus particularidades como las dictaduras militares en el continente con sus secuelas de golpes de Estado y una errática insurgencia armada indebidamente inspirada por el ejemplo cubano.
Continuamos en el siglo XX porque conservamos todos sus elementos, a destacar nuestra inclinación por el caudillo todopoderoso y redentor. El XXI nos es aún ajeno fundamentalmente por nuestro retraso conceptual y por lo que parece nuestra fatalidad histórica. Todavía aquí no se asoma, al menos en forma porcentualmente importante, la voluntad humana cambiando esa fatalidad.
En La rebelión de las masas, Ortega y Gasset nos dejó una expresión adaptable en alguna medida a nuestro atraso secular, “ya no hay protagonistas, sólo hay coros”. Hoy en día hay que transformar esta expresión para decir de la ausencia de movimientos inteligentes, de líderes de una nueva política, de innovadoras formas de organizar la expresión.
@tlopezmelendez