Voy a hablar sin tapujos, como generalmente hablo, pero sin tremendismos, pues me anima el sincero deseo que los políticos opositores recapaciten y dejen de actuar en una forma que favorece solamente al gobierno. Para nadie es ya un secreto, que esa oposición beligerante, de discurso y actuar permanentemente violento, inmediatista, que ha enfrentado a los gobiernos chavecistas desde 2001 inclusive, y que siempre ha acariciado que una invasión estadounidense o un golpe de Estado los lleve al gobierno, lo que ha hecho y parece querer seguir haciendo es garantizar la permanencia de los pseudo bolivarianos en el poder. Esa posición persiste en varios de quienes se sentaron en México y constituye un grave impedimento para lograr un frente opositor unido. El G4 como tal no quiere ninguna unidad con nadie, ni siquiera entre ellos.
Los llamados de la oposición democrática a la unidad tropiezan con el muro de la indiferencia y del desprecio de ese G4. Éste no desea establecer alianzas con ellos. Ni siquiera reunirse. No quiso que participaran en las conversaciones de México. Su objetivo, si terminan participando, es ganarle las elecciones a la otra oposición y no al gobierno. Quieren demostrar que ellos son la única oposición, por lo que tienen que acabar con lo que hemos llamado la oposición democrática. Cualquier acuerdo que con ellos se dé es sobre la base de apoyarlos incondicionalmente. Votar por sus candidatos sin cuestionar nada y sin pensar en obtener algo a cambio. No aceptan a ningún candidato que no sea postulado por ellos. Lo dijo claramente Laidy Gómez, gobernadora del Táchira, adeca hasta los tuétanos, que el objetivo del G4 era destruir a gente como ella.
Pero es que incluso esa oposición, a la que el gobierno trata en forma comedida, también está muy dividida. Ya los grupos de María Corina y Antonio Ledezma se le habían separado hace un tiempo. Capriles con parte de PJ son una cosa y Julio Borges y los Guanipa son otra. Por otro lado, está Manuel Rosales, quien parece un candidato imbatible en Zulia, si es que el G4 termina participando o si Rosales logra el valor para asumirlo él y su partido por su cuenta. Los ambiciosos se enfrentan, y los viejos ambiciosos más todavía, pues el tiempo se les acaba. Leopoldo, Guaidó y su grupo están dentro y están fuera, Hasta ahora han arrastrado al resto, y se valen del reconocimiento gringo para actuar. Sin el Departamento de Estado no son nada. Pero las divisiones no son exclusivas de este sector opositor.
Antes de las elecciones de diciembre, señalé que quienes tuvieron el valor de sentarse a conversar con el gobierno y constituir la Mesa de Diálogo Nacional, no se presentaron a las elecciones de diciembre unidos. AD (Bernabé) lideró la formación de un grupo con Avanzada Progresista (Falcón), Cambiemos (Timoteo), El Cambio (Bertucci), entre otros, dejando por fuera al MAS, Soluciones (Claudio), UPP-89 (Quijada) y a otros factores opositores. Eso mismo parece estar ocurriendo en este momento, por lo que el logo de la llamada Alianza Democrática es engañoso, pues mantiene a partidos que no forman parte de dicha alianza. Los llaman el G7 y su actitud no parece diferenciarse mucho del G4, pero de este lado. Adicionalmente a estas divisiones, tenemos aparte al sector liderado por el PCV y a los grupos chavecistas enfrentados con Maduro y su política.
Una verdadera constelación de partidos y grupos, cuya presencia atomizada garantiza el triunfo del gobierno. Tendremos que esperar la finalización del lapso de postulaciones, para evaluar el daño hasta ahora producido y analizar cómo se puede reparar parte de lo negligentemente hecho. Donde se logre un consenso alrededor de alguien conocido y respetado por la gente se podrán abrigar esperanzas de éxito electoral. Donde persista la división, haya una pléyade de candidatos desconocidos o conocidos por sus conductas impropias, la derrota será el escenario más probable.