Ana Noguera: Afganistán el secuestro de la razón

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Ha sido un verano de luces y sombras, como siempre ocurre. Vemos cómo va avanzando la vacuna como solución a la pandemia del coronavirus, pero no acaba de erradicarse definitivamente el problema, ya que surgen nuevas variantes y todavía el ritmo de vacunación a nivel mundial es bajo (en España vamos a un altísimo ritmo).

Los problemas de la Tierra rugen cada verano con incendios descontrolados, lluvias torrenciales, mares contaminados, y vamos devorando nuestro hábitat porque nuestra concienciación no avanza todo lo rápido que necesitamos.

Pero sin duda lo que nos ha encogido el corazón y nos ha embozado la razón es Afganistán.

Ese país se ha convertido en el gran fracaso de Occidente y, especialmente, de EEUU al tiempo que es una bomba de relojería en todos los ámbitos.

Es evidente que EEUU no puede ser el gendarme del mundo, aunque así lo ha ejercido durante todo el siglo XX. No solo ha realizado invasiones, ocupaciones y guerras allí donde nadie lo esperaba resultando desastrosas (Vietnam a la cabeza o Chile y su dictadura), como en otras ocasiones, ha sido un socio militar y estratégico eficaz como en la II G.M.

Los gobiernos estadounidenses han caído en reiteradas ocasiones en la misma estrategia política: criar y alimentar cuervos que luego se han revuelto contra EEUU resultando verdaderos monstruos.

20 años de ocupación en Afganistán no eran justificables. Y mucho más cuando no se ha conseguido establecer un gobierno pacífico y democrático, y devolver la dignidad, autonomía y, sobre todo, paz a la población civil. Habría que dar muchas explicaciones de cómo se ha desarrollado tan sonoro fracaso. Sin embargo, tampoco la salida de EEU ha sido un éxito, sino todo lo contrario: ha sido la guinda del fracaso.

Asistimos incrédulos a lo que ocurre en aquel país: desde la salida de las tropas occidentales, al triunfo inmerecido y “regalado” de los talibanes, al miedo de la población civil, a la huida histérica en los aeropuertos, a los atentados de ISIS, ¡¡al terror!!

¿Y ahora? Tenemos la sensación de saberlo todo, de poseer las recetas mágicas que se deben aplicar en cualquier lugar, independientemente de sus culturas y particularidades; en cambio, hoy nos sentimos ignorantes ante lo que pueda desarrollarse. La situación de Afganistán no pasa de buena a mala por la retirada de EEUU. Ya era mala, ya era un infierno, solo que ahora irá a peor.

Las redes sociales están actuando de forma positiva, reuniendo voces de protesta, firmando manifiestos, mostrando la realidad, exponiendo opiniones y análisis, y, sobre todo, recuperando también la memoria, la historia y la valentía de personas afganas que abren nuestro conocimiento. Durante estos días estamos aprendiendo más sobre Afganistán, su historia, el terror talibán, la situación de sus mujeres, la pobreza, la política estratégica, … que durante los veinte años de ocupación militar que acallaron las miradas occidentales hacia un país que lleva décadas desangrándose.

Las redes sociales se han convertido en un macro altavoz lleno de artículos que advierten de la barbarie, de la crueldad, del fanatismo, que suponen los talibanes. También han circulado dibujos y pinturas de mujeres afganas, relatos, biografías, denuncias de los asesinatos cometidos… De los muchos artículos que he leído, quiero destacar uno, escrito por mi amiga periodista Pepa Úbeda, y publicado en el blog de la Fundación Hugo Zárate: “Las poetas-mártires de Afganistán” https://www.fundacionhugozarate.com/las-poetas-martires-de-afganistan/  porque, en aquel país, no ahora, sino durante todos estos años de ocupación militar pero de opresión fundamentalista, existía la poesía, la literatura, el arte, la cultura. Normalmente agazapada, oculta, silenciada: debajo de los burkas.

Pepa Úbeda recuerda a la poeta afgana afincada en Barcelona, Nadia Ghulam, y a su vez, ella nos habla de Nadia Adjuman, poeta afgana asesinada por su marido a causa de una paliza. Escribir poesía suponía también arriesgarse a morir. Y no escribirla supone estar muertas en vida.

Hoy las redes se llenan de pinturas que retratan a las mujeres afganas que, pese a estar encerradas físicamente, su espíritu se escapa de las celdas de los burkas para soñar y crear. Hoy, nuestros poemas de Occidente, costumbristas, soñadores, amorosos, y escritos desde la libre intimidad, son versos principiantes de vida, dolor y sufrimiento, al lado de los poemas que se convierten en gritos desgarradores de mujeres silenciadas que tienen más miedo a vivir que a morir.

“No hay diferencia de hablar, reír,

Morir, ser.

Yo con mi soledad agotada

Con dolor y tristeza.

Nací para nada.

….

Soy una mujer afgana,

Así que solo tiene sentido para gemir”

(Extracto de un poema de Nadia Anjuman)

 

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