Se nota por todas partes. Es equivalente a un cambio climático. Hay incendios e inundaciones en el campo de la política. Hay ambivalencia y confusiones. Hay disolución y modos de comportamiento indeterminables. Se contrastan, pero se entremezclan, reacciones drásticas con omisiones. El ejercicio sobre la polis se ha hecho barullo y galimatías.
Las categorías sobre las cuales conocíamos la política de esto que llamamos modernidad (derecha-izquierda, privado-público, absolutismo-democracia) tienden a hacerse irreconocibles. La política tiende al ocultamiento.
Giorgio Agamben (Homo Sacer-El poder soberano y la nuda vida) se plantea que este encubrimiento de las ideologías entre sí podría hacer salir a la política de su cueva o que la indiferenciación podría ser abandonada lo que conduciría a un reencuentro con su significado. Otros creemos que el asunto es que el pensamiento, amén de escasear, ha perdido su vocación práctica y hay que restituírsela.
La simple lucha por el poder ha hecho desaparecer significado a la política. Hemos relatado la crisis del Estado-nación y los brotes populistas y el creciente desgano ante este planteamiento básico de la organización humana. Ello ha llevado, obvio, al creciente deterioro de la democracia, a su desleírse, a su reducción muchas veces sustituida por un simple anhelo de eficacia.
Veamos: Si de un país escapa la gente uno tiene que preguntarse de dónde escapan, del concepto mismo de dónde escapan. Lo primero es que ese Estado-nación de donde lo hacen ha perdido sus características. Indefectiblemente, por ejemplo, uno va a parar a Foucault sobre la dependencia entre biología y economía, a la biopolítica, esto es, se ejerce el poder sobre la población, seres vivos mandados y regidos por procesos y leyes biológicas.
Estamos en otra era: lo han comprendido los “políticos” que ahora manipulan los medios tecnológicos de comunicación, si bien ellos los muestran en su patetismo, en su mediocridad. Tenemos que devolver al pensamiento sus efectos prácticos y a la política su condición de forma de la vida y regalar a la democracia el abandono de los viejos parámetros –como primer presente- seguido del indispensable segundo, hacerla, conceptual y de hecho, de este siglo.
@tlopezmelendez