A un gobierno antipopular como el de Nicolás Maduro la forma de derrotarlo es con el voto del pueblo en comicios libres. Los vendedores de baratijas ideológicas han pretendido hacer creer que una acción de fuerza gaseosa, no identificada, puede sacar a Maduro del poder en las actuales circunstancias. La lucha del pueblo venezolano entra en otra etapa, luego de haber pasado por la fase de la protesta activa de calle, siempre necesaria.
Las elecciones regionales del 21 de noviembre se presentan en forma de dilema. Si la oposición, en todas sus manifestaciones, concurre dividida, la derrota será inminente. Aunque la Alternativa Popular Revolucionaria liderada por el Partido Comunista y lo que fue el PPT más otras fuerzas de izquierda puedan restarle votos a los candidatos del Psuv, si no se unifican las fuerzas que adversan a Maduro, ello no será suficiente para ganar varias gobernaciones y alcaldías. Vale la pena recordar que en las elecciones parlamentarias de 2015 no hubo forma ni manera de convencer a Miguel Vásquez para que declinara en favor del candidato de la Unidad en el circuito de Paria, en el estado Sucre y el resultado fue que el Psuv ganó esa circunscripción por la división de los votos y lo mismo sucedió en Mérida y Táchira con la lista para diputados, donde quienes hoy se agrupan en Vente Venezuela, nominaron candidatos por fuera de la lista de la Unidad y así perdimos dos diputados.
De presentarse separadas las fuerzas de la oposición, se estaría decretando una derrota anticipada y lo único que faltaría es que el CNE proclame de una vez al representante del Psuv como gobernador o alcalde. Divididos no hay forma de derrotar la maquinaria Estado-Psuv. Lo demás son fantasías que se instalan en la mente afiebrada de los candidatos, que luego de salir derrotados comienzan a buscar excusas y explicaciones donde no las hay. La experiencia histórica es aleccionadora al respecto.
En Venezuela, el 23 de enero de 1958, donde se derrocó a la dictadura de Pérez Jiménez, no hubiese sido posible sin que AD, el PCV, Copei y URD se hayan puesto de acuerdo para crear la Junta Patriótica y coordinar los esfuerzos. Sin la unidad de fuerzas tan opuestas como la alianza de los partidos comunista y socialista con la democracia cristiana, jamás le ganaban el plebiscito a Pinochet. Sin el acuerdo entre Lech Walesa y una fracción de la izquierda no hubiese caído el comunismo en Polonia. Esos son hechos. Ello sugiere que estructurar una fuerza unitaria que agrupe a los más amplios sectores supone tragar grueso, aceptar las diferencias y deponer los egos e intereses personales en función del bien superior.
En el caso de que las fuerzas democráticas de Venezuela, en sus diversas vertientes, no logren un cierto acuerdo en varios estados, sobre nosotros y sobre quienes llamen a no votar, recaerá sin atenuantes el peso de la derrota y se alejará la salida de este régimen nefasto. Cuidado que, con un eventual triunfo, Maduro llame a elecciones anticipadas para el parlamento y la presidencia de la república.