Ella se encuentra dominada por las pasiones, no hay formación académica ni cristiana que la hagan razonar sanamente, sino que su mente y su corazón se encuentran secuestrados por ese enamoramiento adulterino que la mantiene servil a un psicópata. Incluso traiciona sus códigos éticos y persigue a gente honesta con tal de satisfacer las perversiones del siniestro. Es falsa para con los que a su juicio han quedado al desamparo del mañoso hombre a quien ella justifica mientras le asalte su intimidad, lo que en sus sueños húmedos es recurrente; porque desea que juegue con ella y en su erotopatía todo lo permite si encuentra que el depredador la tome en cuenta.
Lo mira fijamente a los ojos, buscando la química cómplice que la autoriza a seguir con el juego donde lo imita rebuscando su aceptación. Ella es la tercera en la lista de las esclavas del enfermo. Pero en sus fantasías le gusta ser la Anastasia Steele en todas las inmoralidades que le provea el psicópata narcisista. Ni su esposa ni su amante son tan entregadas a satisfacer al patán mejor que Sussana. Ella les hace la competencia desleal. Cuando lo mira, cuando escucha nombre y cuando está a su lado, su brillo foveal la delata.
Sussana, se desvive por agradar al psicópata, incluso en contra de toda regla moral hace que su propio esposo le sirva a su amante bandido, desde el bajo escondrijo de su indecencia, con una moral de bota ancha. Sí, Sussana está casada con un buen hombre y tiene descendencia con él, pero ella desde que entró en los fogueos insanos con el psicópata narcisista ni se respeta a sí misma, ni respeta a su matrimonio. No le importa que idea puedan tener de ella el resto de la gente ni sus compañeros de trabajo, ni siquiera Dios. Ella se deja manipular del psicópata y él «le come el coco», se aprovecha permitiéndole ese acercamiento lastimero usándola para sus fines vengativos, de envidia, ilícitos e inhumanos. Pues Sussana «está loca por su amor». Por el amor de un hombre que no es su esposo, que circunstancialmente es su Jefe. Pero ella ha preferido hacer apostasía con tal de saciar los deseos de su enamoramiento insano, mientras hace adúltero a su inocente cónyuge.
Se escuchan de los labios de Sussana las defensas a ultranza que hace de su jefe el malvado narcisista. «Él es así y ni tu ni nadie lo cambiará, no ves su suficiencia, su don de mando, su personalidad avasalladora, es amigo de gente de poder e importancia»; son expresiones por las que Sussana protagoniza borrascosas adulaciones hacia el depredador social que la tiene rendida a sus perversiones. Los pecados capitales han asaltado el alma vanidosa de Sussana, pues la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza espiritual son las banderas que serpentean en su esencia.
Sussana lo adula y se entrega a los deseos de su insano amor oculto en una vorágine de injusticias hacia otros, a quienes les miente, los insulta y los humilla al saber que están pasmados atravesando momentos de grande susceptibilidad por materializar ella y el psicópata innobles actos en su contra. Y ambos se sienten justificados, se sienten orgullosos de sus maldades y Sussana experimenta en su erotopatía clímax de fruiciones ilícitas.
¿Y cómo logrará Sussana zafarse del control que el pervertido psicópata narcisista ejerce sobre ella? Porque si bien existen las técnicas oscuras de dominación como el gaslighting, en este caso ha sido Sussana quien como cachorro juguetón que expone su panza, le ha abierto las puertas de la sodomización y de los juegos mentales por su embelesamiento adulterino.
Analízate Sussana…
Universitario/Abogado/Periodista/Psicólogo/Escritor – crisantogleon@gmail.com