En Argentina la perdida de las elcciones de los kirchneristas Alberto Fernández y la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner se la considera una derrota histórica.
El gobernante Frente de Todos, liderado por los kirchneristas Alberto Fernández y la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, perdió las elecciones primarias de medio término en los principales distritos del país.
La coalición gobernante apenas se impuso en 7 de los 24 distritos electorales y perdió el que era considerado su mayor bastión: la provincia de Buenos Aires.
También perdió en la patagónica Santa Cruz, la cuna política de los Kirchner.
El resultado de las primarias legislativas sorprendió a todos: la misma fuerza que hace dos años había logrado llegar al poder con el 48% de los votos, esta vez logró una adhesión de apenas el 30%.
“Evidentemente algo no hemos hecho bien”, reconoció Fernández en un discurso a última hora del domingo, tras conocerse los resultados.
“Todos los que estamos aquí solo queremos la felicidad de nuestro pueblo y por eso hemos trabajado denodadamente, pero ha sido insuficiente”, señaló, escoltado por su vicepresidenta, el gobernador de Buenos Aires y los candidatos que encabezaron las listas legislativas del oficialismo.
Desde todos los bandos reconocen que lo que ocurrió el domingo fue un “voto castigo”.
Y aunque se trató apenas de elecciones primarias -los comicios se realizarán el 14 de noviembre-, incluso el propio presidente admitió que funcionaron como “una enorme encuesta”.
En ese sentido, la contundencia de la derrota llevó a algunos a especular con que el oficialismo podría no solo perder las próximas elecciones legislativas, sino también poner en riesgo su continuidad en 2023
Durante su discurso, Fernández aludió al final de su gestión, diciendo: “Lo único que quiero es terminar mi mandato con menos pobreza y más trabajo para todos”.
Pero confió en que, en los dos meses que faltan para los comicios legislativos, se podrá “dar vuelta esta historia”.
Resurge el macrismo
El motivo por el cual se le está dando tanta importancia a estas Elecciones Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias -o PASO- es que no solo han mostrado la debilidad del partido gobernante.
También han apuntado a un inesperado resurgimiento de Juntos por el Cambio, la coalición de centroderecha liderada por el expresidente Mauricio Macri, que presentó una dirigencia renovada.
Contra todo pronóstico, “Juntos” -su nuevo nombre- se impuso en la mayor parte del país, ganando incluso en provincias en el norte y el sur en los que había perdido categóricamente hace apenas dos años.
La victoria más emblemática se dio en la provincia de Buenos Aires (que representa casi al 40% del electorado nacional), donde la agrupación opositora ganó por cinco puntos de diferencia.
El oficialismo, que en 2019 había arrasado con el 55% de los votos, esta vez no llegó al 34% (con más del 90% de los votos escrutados).
El cómodo triunfo de Juntos fortalece las aspiraciones del delfín de Macri, Horacio Rodríguez Larreta, actual alcalde de la ciudad de Buenos Aires, quien se perfila como el principal candidato presidencial de la oposición en los comicios de 2023.
Peronismo unido
Uno de los motivos por los que estos comicios son considerados históricos es que no solo representan un fracaso electoral del kirchnernismo, sino también una inusitada derrota del peronismo, la fuerza que engloba al Frente de Todos.
Si bien no es la primera vez que un gobierno peronista sufre una caída electoral, sí es la primera vez que una coalición que aglutina a las diferentes vertientes del movimiento fundado por Juan Domingo Perón cae en las urnas.
Algunos creen que las rivalidades -o “internas”, como les dicen aquí- en el seno del poder han debilitado a Fernández, quien a menudo debe responder preguntas de la prensa sobre supuestos cortocircuitos con su vicepresidenta, Cristina Kirchner.
Fernández era un duro crítico de la exmandataria antes de que ella sorprendiera a todos en 2019 anunciando que le había pedido a él que encabece la fórmula presidencial (que todos asumían encabezaría ella).
Pero más allá de las peleas internas, el descontento de los argentinos con el gobierno tiene más que ver con su manejo de dos asuntos clave que van de la mano: la economía y la pandemia.
“Sin dudas fue un voto económico”, dice Facundo Cruz, politólogo de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Torcuato Di Tella.
“El gobierno esperaba que con conseguir vacunas alcanzaría para tapar los problemas económicos, los escándalos y los problemas internos”.
“Pero no logró llevar dinero al bolsillo de la gente”, resume.
El principal problema que aqueja a los argentinos es la inflación, que se disparó durante los dos últimos años del gobierno de Macri, y hoy vuelve a rondar el 50% interanual.
Con precios que aumentan entre un 3% y un 4% cada mes -más que la inflación anual de muchos países- y sueldos, jubilaciones y ayudas estatales que no suben a la par, casi la mitad de la población ha caído por debajo de la línea de pobreza, según cifras del Consejo de Coordinación de Políticas Sociales del gobierno.
Algunos economistas sostienen que la emisión monetaria récord, a la que acudió Fernández para enfrentar la pandemia -ante la falta de acceso a créditos-, ha contribuido al alza de precios, por lo que imprimir más dinero no es una solución a la que ahora pueda apelar para contener el descontento.
Problemas estructurales y propios
Cruz resalta a BBC Mundo que los problemas económicos y estructurales, acrecentados por la pandemia, han contribuido a las derrotas electorales de varios gobiernos en la región, como ocurrió en Bolivia, Ecuador, Perú y República Dominicana.
Sin embargo, señala que, en el caso de Argentina, a los problemas que trajo el coronavirus se le sumaron los “errores no forzados” del gobierno.
Varios tienen que ver con escándalos relacionados con el manejo de la pandemia, como el llamado “vacunatorio VIP” que llevó a la renuncia del ministro de Salud, tras revelarse que funcionarios y personalidades cercanas al gobierno habían accedido a vacunas contra el covid de forma discrecional.
O el más reciente “Olivos-Gate”: la publicación de fotos de Fernández celebrando el cumpleaños de su pareja, la primera dama Fabiola Yáñez, junto con un grupo de amigos, en la residencia presidencial de Olivos, en julio de 2020, en violación de las restricciones sociales que él mismo había decretado.
Muchos tampoco le perdonan al presidente haber impuesto una cuarentena de varios meses -en su momento, la más larga del mundo-, que tuvo profundas consecuencias sociales y económicas, pero no logró evitar que el país superara la cifra de 110.000 muertos por covid.
Incluso la vacunación, uno de los logros más festejados por el gobierno (se inoculó a más del 60% de la población con una dosis y al 40% con dos) ha sido blanco de críticas, tras los problemas con el suministro de las dos vacunas más usadas, la AstraZeneca y la Sputnik V, y el retraso para la compra de vacunas Pfizer.
“Evidentemente hay errores que hemos cometido”, reconoció el presidente en su discurso, asegurando que “de ellos aprenderemos”.
“Hay una demanda insatisfecha y a partir de mañana nos vamos a ocupar de prestar atención y resolver el problema”, señaló.
BBC Mundo
Ricardo Roa: Cristina Kirchner y Alberto Fernández, una relación en su peor momento
Hay un revoleo de culpas previsible y cantado en el Gobierno: todas las facturas van a la cuenta de Alberto Fernández y ninguna a la cuenta de Cristina. De cajón: si ganaba el Frente de Todos, la ganadora iba a ser Cristina y si perdía, el culpable sería Fernández. Un clásico de clásicos.
Pero Fernández está rebelándose a ese destino, aunque nadie sabe por cuánto tiempo. Conociéndolo, es una duda más que razonable. El domingo hacia la medianoche, en un acto que había empezado de festejo y terminó de velorio, el Presidente se plantó o se plantó lo que pudo. Llegó último y les anunció a Massa y a una Cristina con cara de disgusto y que apenas lo saludó: “Voy a ser el único orador”.
Sin ponerse en penitencia, dijo que “nada es más importante que escuchar al pueblo”, que “sabemos evidentemente que hay errores que hemos cometido y que no debimos cometer” y “que a partir de mañana nos vamos a ocupar de prestarles atención”.
La forma de prestar atención, al menos por ahora, será lanzar algunas medidas económicas. Punto. Lo decidió con tres ministros más cercanos: Cafiero, Katopodis y Zabaleta. Nada de cambios en el gabinete como empuja Cristina, que en el Senado se reunió en paralelo con su hijo Máximo y Wado de Pedro.
Fernández tiene dos razones de peso para resistir los cambios. Una es impedir que Cristina le imponga los ministros: se volvería en contra suya. La otra es que ahora piensa que se kirchnerizó demasiado y quiere o dice que quiere volver al centro, como al comienzo. Los antecedentes de estos dos años despiertan también dudas razonables.
Volver al centro es lo opuesto a lo que le reclama el kirchnerismo duro, que atribuye la debacle electoral a la tibieza de Fernández. Nadie duda de que dicen cosas que son las que Cristina piensa. Por ejemplo, el piquetero Juan Grabois, que copió a Cristina y dijo que hay ministros “que no funcionan”. Por las suyas añadió: un jefe de gabinete “que no es un jefe” y un mundo de funcionarios “frívolos”.
Desde el muy paquete edificio Cavanagh donde vive, habló la ex embajadora Alicia Castro. Imagina “un clamor popular” en reclamo de “la nacionalización del comercio exterior y el fin de la concesión de la hidrovía del Paraná”. Sólo falta que pida la estatización de la banca. También perdido en el tiempo, desde Ensenada, otro ultra cristinista, el intendente Secco, denunció una insólita maniobra de Fernández: “esconder al kirchnerismo”. Hay cosas que sólo se le ocurren a Secco.
Pero hay alguien que mira para otro lado y por el momento consigue que lo miren poco en medio de esta cacería: el gobernador Kicillof. Contra las anteriores PASO, el oficialismo cayó 19 puntos porcentuales en la provincia. O, lo que es lo mismo: perdió casi 2.200.000 votos. Y eso pese a que desde que asumió, recibió de Fernández toneladas de plata por fuera del presupuesto y un trato privilegiado en planes sociales y obras públicas.
Si algo influyó para irse a pique en las PASO fue el fracaso económico. Es el fracaso de Guzmán pero también el fracaso de ideas de Kicillof: desde el súper cepo al dólar al control de precios y la veda a las exportaciones de carne. La inflación ha vuelto a la zona del 50% y todo el mundo sabe lo que implica, empezando por los sectores de menores recursos, o sea los electores que son el corazón del kirchnerismo. En ese GBA que vive postergado tenemos la pobreza más alta del país: nada menos que el 51%, 6,3 millones de personas. Y tenemos, además, a Kicillof.
El Clarín de Argentina