Reinaldo Aguilera: Soy un delincuente, 45 años después

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Según la interesante enciclopedia libre Wikipedia, “Soy un delincuente” es una película del director venezolano Clemente de la Cerda, basada en la novela testimonial del periodista Gustavo Santander, estrenada en 1976, fue un gran éxito de taquilla superando incluso a grandes producciones norteamericanas como Tiburón y es considerada una de las películas más importantes dentro del movimiento llamado nuevo Cine Venezolano, a ella se le pueden unir otras como “El Pez que Fuma” (1977) o “Macu, la Mujer del Policía” (1987).

La película cuenta la historia del Ramón Antonio Brizuela, quien desde niño debe enfrentarse a la violencia y el desenfrenado estilo de vida de los barrios ubicados en las zonas populares de Caracas.

Corrompido por una vecina, quien lo fuerza a efectuar atracos desde temprana edad, el joven Ramón Antonio pronto irá conociendo las virtudes y desgracias de un destino al cual parece no poder escapar: ser un delincuente.

Sin duda alguna que la temática de la delincuencia trae consigo una profunda carga ideológica por sus implicaciones sociales y políticas, pero además vista desde la actualidad, no deja de despertar diatribas y de herir susceptibilidades en muchos sectores, quizás con sutiles diferencias respecto a otras realidades, en Venezuela la situación carcelaria y delincuencial continúa siendo uno de los grandes problemas sociales que generó toda una industria editorial, sobre todo en el campo periodístico, cuyo tema en su momento ha servido de utilidad para producir artefactos y discursos económicos, políticos, sociales y culturales que han derivado en el control de la sociedad propia.

La violencia criminal mantiene contra la pared a la sociedad venezolana y ahora en pleno Siglo XXI, el fracaso del Estado se patentiza ante el desborde de una delincuencia avasallante que desborda los límites del orden y normalización ciudadana, con el detalle que es desde el propio estado se promueve al más alto nivel.

Sin embargo, en las postrimerías del siglo XX e inicio del siglo XXI, nos hemos vueltos espectadores mudos de un poder delictivo que agencia nuevos imaginarios para pensar los conceptos modernos de nación, sociedad y ciudadanía, dejando mudos a millones ante la barbarie de los actos que han cometido y aún se cometen desde las alturas de la Revolución Chavista.

Observamos así, como se dibuja una singular arquitectura que rediseña los espacios públicos y privados de nuestro país, en muchos aspectos la psicología de la sospecha, del miedo y del temor marcan las nuevas formas de convivencia social en nuestra Venezuela, sin dejar a un lado que las cárceles, lejos de lograr la regeneración del sujeto que delinque, se han convertido desde siempre en verdaderos centros de profesionalización del delito.

Llegamos así a la última de los factores rojos rojitos, que de la mano de Jorge Rodríguez como encargado del proceso de diálogo en México, nos soltó la perla de que se incorporaba a la mesa, nada más y nada menos que Alex Saab, definitivamente una cosa loca de perinola como dice mi Mamá; un sujeto que está esperando ser extraditado a EE.UU para rendir cuentas de varios delitos y que solamente por tecnicismos jurídicos se ha salvado hasta el momento, el tipo está en una cárcel de Cabo Verde, África y pretenden que sea parte del equipo negociador en México, definitivamente la capacidad de asombro no la perdemos con las jugarretas Chavistas para evitar las responsabilidades.

Lo cierto es que Saab no es ningún angelito, nacido en la ciudad colombiana de Barranquilla y de origen libanés, está relacionado con varias empresas, entre ellas Group Grand Limited (GGL), acusada de suministrar alimentos y víveres con sobreprecios a la Administración de Maduro para el programa CLAP y del cual quedó forrado en billetes verdes, mientras el venezolano comía lentejas y arroz con gusanos, esa es la verdad.

Finalmente, no podemos olvidar a los muchos Saab que están vinculados a la cúpula roja rojita, que han hecho una carrera mucho más rápida que Ramón Antonio Brizuela, dejando claro que la trama de la famosa película 45 años después, tiene plena y absoluta vigencia en la Venezuela revolucionaria, así de simple y sencillo.

@raguilera68 – @AnalisisPE

 

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