¿Cómo marchan las cosas en la Unión Europea? La UE enfrenta grandes desafíos y en parte flaquea, pero sigue adelante estoicamente. Esa es la respuesta que dio la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su discurso anual sobre el estado de la UE. Evocó el espíritu de unidad de los países miembros; en parte, en forma convincente y, en parte, un poco dubitativa. Y, por lo menos, dio la impresión de querer asumir los desafíos.
Sin embargo, se quejó al mismo tiempo de la falta de voluntad política de los integrantes de la UE para actuar realmente contra el cambio climático, asumir más tareas de defensa e incrementar las medidas de prevención en materia de salud; o sea, para pasar de los bellos discursos a los hechos. Ursula von der Leyen corre la misma suerte que sus antecesores. La Comisión de la UE no es el Gobierno de Europa, sino solo una institución que hace propuestas, pone en marcha iniciativas y, en lo demás, depende de la voluntad de los Gobiernos nacionales y las mayorías en el Parlamento Europeo.
El espejo de la pandemia
Durante la pandemia, la Comisión veló exitosamente por las vacunas necesarias, pese a las dificultades iniciales. En promedio, un 70 por ciento de los adultos de la UE están vacunados, pero las diferencias entre los países siguen siendo demasiado grandes. Von der Leyen no explicó cómo se propone enfrentar ese problema. Reprochó, con razón, la escandalosa falta de vacunas en África y otras partes del mundo. La UE donará más dosis, pero eso no es suficiente. En el discurso, no concretó cómo podría resolverse esta desigualdad mediante una mayor cooperación global.
También los desafíos en materia de seguridad son enormes, desde Afganistán hasta la guerra en el ciberespacio. La respuesta de Von der Leyen: ampliar la “Unión Defensiva”, que desde hace años no avanza. Una guía estratégica y una cumbre a celebrarse el año entrante, en Francia, deberían reportar la solución. Pero ese camino es demasiado lento y, sobre todo, marcha en paralelo a los esfuerzos por fortalecer el brazo europeo de la OTAN. Muchos países de la UE vacilan, no sin razón, a la hora de blandir sus propios sables. La presidenta de la Comisión se los reprocha, pero no busca las causas.
Similar es el panorama en lo tocante a política de inmigración. Los países de la UE tienen intereses muy diferentes. En este tema, es donde se hace más evidente la brecha entre las democracias liberales y las iliberales. La Comisión de Bruselas puede refunfuñar, advertir y amenazar todo lo que quiera. El discurso pronunciado en Estrasburgo no esbozó una solución. Y es dudoso que sirva de algo otra cumbre con África, anunciada para la primavera.
Los imperativos del momento
El imperativo del momento es una política climática ambiciosa, para garantizar un buen futuro a las juventudes de Europa. Ursula von der Leyen lo bosquejó claramente. Pero, tampoco en este punto, hay aún acuerdo entre los países, en cuanto a cómo habría de organizarse y financiarse la necesaria revolución, que conduzca hacia una economía con huella de carbono cero.
Acertada es la iniciativa de la Comisión de la UE de prohibir, en Europa, productos chinos generados con trabajos forzados, y de traer la producción de chips para computadoras al Viejo Continente. Estos son dos proyectos concretos, con los que se podrá medir la eficiencia de la UE.
La presidenta de la Comisión Europea habló de las cosas en común, de los valores, de la voluntad de todos los europeos de lograr metas, aunque parezcan muy distantes e inalcanzables. El próximo año será interesante. Lo que pueda lograrse dependerá de cómo los próximos Gobiernos de Alemania y Francia, que emergerán de las próximas elecciones en ambos países, evalúen a la UE y recurran a ella para acometer sus desafíos.
DW