Gisela Ortega: ¿Por qué la tolerancia?

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La tolerancia es el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas, de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión de los seres humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación, la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Consiste en la armonía, y en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia jurídica y política. Es la virtud que hace posible la paz, contribuyendo a sustituir la cultura de la guerra…

Conforme al respeto de los Derechos Humanos, practicar la tolerancia no significa tolerar la injusticia social, ni renunciar a las convicciones personales o atemporales. Indica que toda persona es libre de adherirse a sus propias convicciones y aceptar que los demás se adhieran a las suyas.

Significa aceptar el hecho de que los seres humanos, naturalmente caracterizados por la diversidad de su aspecto, su situación, su manera de expresarse, su comportamiento y sus valores, tienen derecho a vivir en paz y a ser como son, y que uno no debe imponer sus opiniones a los demás.

La tolerancia, –proviene del latín tolerare (sostener, soportar)– es una noción que define el grado de aceptación frente a un elemento contrario a una regla, moral, civil o física. Y por extensión, en la vida moderna, tolerancia es la actitud de una persona frente a lo que difiere de sus valores morales o las normas establecidas por la sociedad.

Dentro de la tolerancia, tenemos:

-La tolerancia social: actitud de una persona o de un grupo social ante lo que es diferente de sus valores morales o sus normas.

-La tolerancia civil: distancia entre las leyes, sus aplicaciones y la impunidad.

-La tolerancia religiosa: condescendencia mediante la cual se deja libre a cada uno para que practique la religión que profesa.

-La tolerancia técnica: margen de error aceptable, o capacidad de resistencia de una agresión.

Históricamente, la primera noción de tolerancia es la defendida por el filósofo inglés, John Locke, escrita en 1685, su “Carta sobre la tolerancia”, es definida por la fórmula: “dejad de combatir lo que no se puede cambiar”.

La Unesco, señala: “La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía, en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz.”

Hay una tolerancia propia del que exige sus derechos. La oposición de Gandhi, –1869-1948–, al gobierno británico de la India era tolerante, fruto de una necesaria prudencia

En sus discursos, Ghandi, repetía que, “dado que el mal solo se mantiene por la violencia, es necesario abstenernos de toda violencia. Y añadía: “si respondemos ojo por ojo, lo único que conseguiremos será un país de ciegos”.

¿Cuándo se debe tolerar algo? La repuesta tradicional es: siempre que, de no hacerlo, se considere que ha de ser peor el remedio que la enfermedad… La tolerancia se aplica a la luz de la jerarquía de bienes. Ya en la Edad Media se sabía que “es propio del sabio legislador permitir las transgresiones menores para evitarlas mayores”. Pero la aplicación de este criterio no es nada fácil. Hay dos evidencias claras: los límites entre lo tolerable y lo intolerable.

Tolerancia, es respeto a la diversidad. Se trata de una actitud de consideración hacia la diferencia, de una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta de la propia, de la aceptación al pluralismo. Aceptar puntos de vista diferentes y legítimos, ceder en un conflicto de intereses justos. Y como los conflictos y la violencia son cotidianos, la tolerancia es un valor que hay que promover.

La tolerancia es indulgencia, respeto y consideración hacia las maneras de pensar, de actuar y de sentir de los demás, aunque estas sean diferentes a las nuestras. Se dice que es la virtud más útil en la vida social. No tratar de cambiar sus opiniones y mucho menos recurrir a medios agresivos. Cada quien a dónde quiere ir.

Ser intolerante es creer que se tiene la verdad absoluta y por tal motivo se busca imponerla tratando de eliminar las verdades de los demás, ya sea mediante la negación, la persecución, la discriminación o el fanatismo.

En el lenguaje cotidiano, cuando decimos que toleramos a alguien, lo que estamos afirmando es que lo “soportamos”, que aguantamos su manera de ser o su manera de pensar. Pero la tolerancia bien entendida, más que sobrellevar se refiere a respetar. Tolerar no es padecer a los otros como una carga, sino aceptar y proteger el derecho a la discrepancia. ¿Pero qué sucede cuándo la pretendida discrepancia está sustentada en el fanatismo, el sectarismo o la irracionalidad? Debemos aceptarlo. Creo que no. ¿Cómo ser tolerantes frente a la intolerancia?

Desde el punto de vista social, se trata de soportar –quizá permitir– aquello que es contrario a la moral o a la ética del grupo dominante puesta como absoluto, Se trata de la reacción frente a un comportamiento que se juzga “malo” o inconveniente, pero que se acepta porque no se puede hacer otra cosa, Es pues a partir de una glorificación del sufrimiento que se establece una concepción ética de la tolerancia.

Gisela Ortega es periodista.

 

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