Luis Heraclio Medina: La muerte del general Antonio Paredes

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Uno de los valencianos más interesantes entre finales del siglo XIX y principio del XX es el general Antonio Paredes. Descendiente directo de conquistadores y próceres de la independencia, el general Antonio Paredes se formó orgulloso de su linaje.  Los conceptos de honor, verdad, deber y rectitud adquieren para él un significado absoluto e intransigente.  En Valencia, creció entre cuentos e historias de hazañas de guerreros, recibió una esmerada educación, incluso estudió en la universidad de la ciudad, aunque no llegara a culminar. Luego de actuar en la revolución legalista con Joaquín Crespo viaja a Europa donde continúa con su formación humanista y militar: perfecciona sus idiomas: francés, inglés y alemán y realiza cursos en la Academia Militar de Saint-Cyr (Francia), también viaja a estudiar en Alemania y Estados Unidos. A su regreso a Venezuela, es empleado por el presidente Ignacio Andrade como jefe militar en Carabobo, Posteriormente, es nombrado comandante del Castillo Libertador de Puerto Cabello.

Allí le toca ser el último y obstinado bastión de defensa del gobierno de Andrade en contra de la “Revolución Restauradora” de Cipriano Castro que arrolladoramente avanzaba desde los Andes.  Resiste tenazmente por varios días como ningún otro general lo hizo en defensa del gobierno, hasta al quedarse sin municiones, decide rendirse.

Paredes es apresado y enviado a la cárcel del Castillo de San Carlos de la Barra, en el Lago de Maracaibo.  Allí puede escribir la que es quizás la mejor de sus obras “Diario de mi prisión en el San Carlos”.

Cuando se produce la crisis del bloqueo de las potencias europeas a las costas venezolanas Castro ordena la libertad de todos los presos políticos, incluyendo a Paredes.  El dictador envía un barco para que todos sean llevados a Caracas a entablar con el tirano un “diálogo” en vista de la grave situación del país a causa del bloqueo, pero el general Paredes no cree en los “diálogos” con dictarores; el barco debe hacer escala en Curazao antes de llegar a La Guaira y allí se queda Paredes para no tener que reunirse con el presidente Castro.

Cuando estalla la revolución Libertadora de 1903 se incorpora a luchar contra Castro, pero una vez derrotada regresa a Trinidad. Alli publica sus obras: El Diario de Mi Prisión en el San Carlos y su Bosquejo histórico o Memorias contemporáneas y Cómo llegó Cipriano Castro al poder.

El regreso a la patria y a la muerte

A principios de 1907 Paredes es descubierto por las autoridades de Trinidad mientras reúne un parque de armas y organiza un movimiento revolucionario para invadir a Venezuela.   Le decomisan el armamento y se ve obligado a abandonar la isla.  Con un reducido grupo de compañeros, apenas una docena de hombres se decide a venir a Venezuela, casi sin armas, a tratar de organizar un alzamiento desde el oriente del país.  Entran por Pedernales, en lo que hoy es el estado Delta Amacuro, por las bocas del Orinoco, y pasa por varios poblados, buscando la vía de Ciudad Bolívar, pero los servicios de Castro se ponen en alerta.  El gobernador del estado Bolívar, Jesus Varela, siguiendo las instrucciones de Castro envía un vapor por el Orinoco comandado por el coronel Jesus García, que intercepta la pequeña lancha donde se traslada el grupo, el cual es capturado en las inmediaciones de Barrancas del Orinoco.  Los oficiales de Castro telegrafían inmediatamente al dictador, quien se encuentra enfermo en Macuto.  Castro le teme a Paredes; sabe que es un militar formidable y muy admirado.  La respuesta no se hace esperar:

“Debe Ud. dar inmediatamente orden fusilar a Paredes y su oficialidad. Avíseme recibo y cumplimiento. D y F. Cipriano Castro”

El telegrama queda en los archivos como la prueba irrefutable de la autoría intelectual del homicidio.

El gobernador Varela, envía otro barco al encuentro de García que tiene a los prisioneros con la orden de reiterar las instrucciones de fusilamiento, pero García es un militar, no un criminal y se niega a asesinar al general preso.  El día 15 de Febrero, en la madrugada, el Gral. Paredes y sus oficiales son llevados amarrados hasta la popa el buque donde se encuentran detenidos. Un soldado trató de vendarle los ojos a Paredes, pero el valiente general se negó a que lo taparan y  le gritó:

-Máteme pero no me veje¡ y mirando fijamente al pelotón de fusilamiento finalmente gritó:

-¡Madito seas Cipriano Castro¡

Y sonó la descarga de fusilería.

Luego de cumplida la orden de asesinato los cuerpos fueron lanzados al agua del río Orinoco.  Al poco tiempo fueron encontrados y sepultados por unos campesinos.

La noticia del crimen corrió como pólvora por toda Venezuela. La cobardía y el ensañamiento del asesinato causaron una indignación general por lo conocido de la gallardía del gral. Paredes.  La reputación del presidente Castro, que ya estaba bastante menguada por sus desaciertos administrativos, sus bravuconadas internacionales y sus excesos y perversiones se terminaba de ir a pique.  Algún tiempo después esta situación, junto con otro telegrama comprometedor fueron aprovechados por Juan Vicente Gómez para acusar a Castro de querer matarlo a él y darle el golpe de estado.  Una acusación penal por homicidio contra Castro, incoada por los hermanos del gral. Paredes terminó de sellar el destino del depuesto dictador.  Jamás regresaría a Venezuela.  Al hombrecillo de barba y levita gris le tocó vagar por el mundo, como un paria, expulsado de aquí y de allá, vigilado en todas partes y recibiendo el desprecio general.

El general Antonio Paredes

Antes de venir a Venezuela Paredes escribió: “Yo correré a Venezuela armado con una espada, con un fusil, con una lanza. No tengo con qué comprarlos, pero me los regalarán, y si no hay quien me regale nada, iré armado con una pica de madera que fabricaré yo mismo con la madera de los bosques de Dios, y si no hay buque que me lleve de balde, me iré a nado con la pica en la boca, cruzaré el mar a nado para estar con mis compatriotas en ese día de la grandeza y de la dignidad”. Antonio Paredes.

 

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