Me comprometí, conmigo misma, que en otro artículo desarrollaría ¿cómo visualizo la redemocratización en Latinoamérica? Sobre todo porque se habla mucho de la necesidad imperiosa e impostergable de hacerlo, pero veo que las propuestas son meramente institucionales, desde arriba, creando leyes, cambiándole el nombre, reagrupando o unificando entes públicos, sin atender las necesidades sentidas de la sociedad.
Latinoamérica es el continente más desigual en cuanto a estratos sociales y niveles económicos. Una pequeña minoría multimillonaria frente a grandes mayorías empobrecidas, brecha que crece cada año. Así lo devela el subsecretario general adjunto de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Luis Felipe López-Calva, en un informe presentado este año. Países que se debaten entre olas de gobiernos, derecha e izquierda, que al final son lo mismo: caudillismo, personalismo, cogollos y corrupción, han dejado a la sociedad apartada, refugiada en el individualismo como mecanismo de protección de sus familias. Los cambios que se han generado en estos países promocionados desde los gobiernos, han sido cosméticos y de suyo: intrascendentes. Sin sentimiento y menos base social. Esta cruda realidad descrita inmoviliza a la sociedad, con un efecto pernicioso: no se involucran en la política, ni en nada que tenga que ver con política, pasando a ser indiferente, según las últimas mediciones de Latinobarómetro.
En efecto, cuando los ciudadanos abandonan: la política, la ciudad, el colectivo, lo que es común, su capacidad de interacción social, de atender a sus tradiciones, costumbres y expresiones culturales; para entrar en el submundo de la pelea estéril por posiciones de poder o egos, están condenados al individualismo.
Las sociedades individualistas, como las nuestras, se resisten a la vida colectiva, al trabajo en equipo desprendido, a reivindicar sus creencias y costumbres, por una marcada cultura de viveza utilitarista, que la dirigencia política refuerza al comprar, sobornar, chantajear con dadivas o limosnas… porque de esa forma los usa para sus intereses mezquinos. Creando una atmosfera de que eso es así, nunca va a cambiar.
Por ello, quiero establecer que re democratizar pasa por generar Capital Social, en lo que se refiere a la capacidad del individuo para actuar en colectivo, en el logro de objetivos comunes. Que guarda relación con la confianza interpersonal y las redes de solidaridad entre ciudadanos. En la medida en que se fortalece la capacidad de interacción ciudadana, se fortalece la democracia. Más ciudadanía organizada, más redes, más logros sociales, más democracia.
Despues de los 80 es cuando se consolida el concepto de Capital Social gracias a los estudios de intelectuales como Bourdieu y Coleman, que lo han planteado como el sustento y la base real de desarrollo y progreso de un país. La organización ciudadana en redes de solidaridad y atención mutua, que atiendan a las necesidades colectivas, al bien común.
Pero, siempre tiene que haber un pero, y fíjense por donde vamos, para que exista Capital Social debe existir confianza ¿Cómo se genera confianza en nuestras sociedades? Queda pendiente para la próxima entrega.
Carlotasc@gmail.com – carlotasalazar