Venezuela experimenta la tercera reconversión monetaria en lo que va de este siglo XXI, de ser una nación otrora petrolera con una sólida clase media y contar con la segunda corporación petrolera mundial, Petróleos de Venezuela, la cual antes del ascenso del chavismo al poder jamás se vio afectada por los vaivenes políticos, pasamos a ocupar un lugar inimaginable en la historia del continente. El país fue defenestrado de toda traza de comparabilidad con sus vecinos y somos la sociedad más atrasada, atávica y cruel del continente, vivimos en un verdadero contexto Hobbesiano, el estado natural donde el hombre es lobo del hombre.
Nuestra singular crisis monetaria, trocada en la antigualla de la hiperinflación, se desarrolló desde noviembre de 2017, llevamos más de 47 meses sumidos en esta espiral de innominalidad, incompatible con un país petrolero, las hiperinflaciones son las claras demostraciones de todo lo que no se debe hacer en el marco de la economía, son la explosión de las estructuras de costos, catástrofes institucionales que terminan por destruir al dinero como institución social, así pues, vivimos los estragos de la desmonetización y los espasmos crueles de un proceso de desbolivarización en la economía nacional, y su desigual sustitución por el dólar, este sólo fenómenomonetario de desplazamiento forzado le imprime un rictus de absoluta inequidad a nuestra existencia.
Ya para 2008 con una inflación de 30,9%, luego de que se decidiera partir a medir la dinámica de precios con un índice distinto al Índice de Precios al Consumidor (IPC) sustituyéndole por un indicador nacional de precios, con la intención alevosa de ocultar, morigerar y engañar a una opinión pública que comenzaba ya a andar los senderos del daño antropológico. Hugo Chávez, revestido de todos los poderes que la sociedad le transfirió en un acto de suicidio colectivo, decidió arremeter contra el bolívar y eliminar tres ceros, para rebautizarlo con el calificativo de fuerte, en esa tara que incluía cambiar todo el orden institucional, social y psicológico por uno que se acoplase a su singular manera de ver al mundo como su creación personal. Nacía así el “bolívar fuerte”, pues nuestra economía, materia en la cual tanto Chávez como su sucesor están reprobados, era por añadidura también fuerte.
Durante once años nos acompañó el bolívar fuerte, pero justo a la muerte de Chávez, su modelo y el conglomerado de sus errores y horrores, basados en los consejos dictados por el ingeniero Giordani, en una pretensión por constituirse en economista autodidacta, comenzaban a hacer aguas, ya que eran inviables, lo que había ocurrido con la planificación centralizada no tenía razón de ser distinto en la frenética Venezuela del chavismo, lo ocurrido en el resto de naciones empobrecidas por esta manera de concebir al mundo se repetía entonces en nuestro país, así el socialismo también sería una máquina para empobrecer a los venezolanos.
Esos polvos de la planificación centralizada como mecanismo para hacer economía,la fijación de umbrales en las Reservas Internacionales y la ulterior toma del Banco Central, haciendo un dolorosísimo hincapié en la purga de los talentos de Petróleos de Venezuela, tenían que generar unos lodos muy viscosos, que produjeran este lodazal fétido de la Venezuela secuestrada, esta aclaratoria es conveniente hacerla a guisa de que la memoria del lector no sea blanco del proceso de colonización que hace ver a un Chávez estadista, democrático y altruista frente a un Maduro incapaz y bellaco, nunca padre e hijo fueron tan parecidos, no por los azares de la genética sino por las fealdades de la moral, a la muerte de Chávez la inviabilidad de aquel proyecto revolucionario daba claras señales de agotamiento por la vía de la corrupción, el clientelismo y la pertinaz maldad coludida con negligencias.
Maduro asume la presidencia en medio de un retiro del mar, una suerte de preparación para este tsunami de lodo que nos arranca la vida, nos defenestra a la miseria y nos hace pobres y extraños a las realidades latinoamericanas y del Caribe. Venezuela es una suerte de Eritrea americana, nuestras realidades son para nuestra desgracia, realidades africanas, el desarrollo de nuestra historia es una suerte de “corsi e recorsi” a lo Giambattista Vico, una suerte de caracol de espiral de derrotas en la cual siempre se llega al mismo origen: la demagogia enfermiza de aquel caudillo y su relativo “por ahora”.
Ya con una crisis de alta inflación en el único informe rendido ante la Asamblea Nacional de mayoría opositora, Nicolás Maduro, escindido de aquel discurso que acompañó al difunto Chávez, ese que envilecía a una Cuarta República con inflación de 100%, se enfrentaba a una inflación superior y por mucho, de hecho, en ese su último y único gesto de cercanía con la legalidad, reveló ante el legislativo un corte de inflación a mayo de 2015, para que sus ministros en el área económica indicasen una inflación al cierre de ese mismo año de 180,9%, desde 2015 hasta noviembre de 2017, se idearon toda suerte de planes de recuperación y se acuñaba la frase “guerra económica”, un circunloquio cacofónico que intentaba desconocer los rigurosos parámetros de la economía.
Noviembre de 2017 nos sorprendió con el inicio de la hiperinflación, así comenzaron estos largos años, con intentos por desaparecer el billete de cien bolívares, cúspide del otrora cono soberano, hasta que frente al pico de hiperinflación, infravalorado por el BCV en 2018 de 130,000%, se emprendió un plan de ajustes macroeconómicos tendientes a estabilizar, pero sin afectar las causas de fondo, estabilizar sin resolver la emisión desordenada de dinero, la indisciplina fiscal y el latrocinio feroz sobre el erario público hecho botín, se acudió al segundo intento de reconvertir la moneda y le eliminaron cinco ceros, así nació el bolívar soberano, con sus billetes insuficientes para cubrir las necesidades de la población, que se limitaron a ser empleados para efectuar los pagos en el trasporte público.
En 2018 toda la administración pública fue dessalarizada, de facto despedidos todos sus funcionarios, y obviamente aquel experimento de atar el salario al Petro resultó ser un magistral desastre, de hecho constituiría una irresponsabilidad indicar que los salarios fuesen atados a este elemento, pues el mismo asumió un valor arbitrario de cincuenta dólares estadounidensesen promedio, un monto del cual el Estado adolece. Este experimento del bolívar soberano fue mantenido con vida vegetal al ampliar el cono monetario, primero con el billete de 50 mil bolívares y luego en marzo de este año al incluir billetes de 200 mil, medio millón y un millón de bolívares, todos ellos son ahora la base de este nuevo cono monetario, cuyo calificativo digital lo hace incompatible con la existencia de billetes y monedas en circulación.
El bolívar soberano tuvo una vigencia de 36 meses y no resistió competir con el dólar, unidad que lo desplazó y generó graves inequidades en la población, así la administración pública cancela montos equivalentes a entre 5 a 15 dólares al mes en forma de bonos, cuyo efecto se diluye en los cálculos de los pasivos laborales, es más, el propio salario mínimo dejó de ser un indicador de mesura, pues su valor es absolutamente baladí, no hay trabajo decente en Venezuela, el coste de oportunidad de ir a trabajar supera con creces lo devengado y al ser un sociedad lanzada a la miseria, la tesis del salario eudaimonico, no tiene contexto, nadie hace apostolado cuando se trabaja, se puede financiar o subsidiar la caridad voluntaria, pero la realidad fáctica indica que toda actividad laboral requiere un salario cónsono con la vida.
Así pues, este uno de octubre amanecimos sin seis cifras en nuestras cuentas y en los precios, sin acceso a las especies del nuevo cono, sin posibilidad de comprender como ese espectáculo montado por Nicolás Maduro, para explicar cómo funcionaría el sistema biométrico digital de pago del pasaje de transporte público en un país sin energía eléctrica y sin conectividad, le podría dar sentido al calificativo de digital a ese bolívar.Nuestra economía, y por añadidura todo el sistema bancario, están muy distante de la digitalización, muestra de ello vemos en las fallas justificadas como ataques a las plataformas de los Bancos de Venezuela y Bicentenario, las cuales si se hubieren tratado como fallas por sobreexposición y merma de mano de obra calificada, no le habrían impelido ese rictus complejo de incertidumbre al proceso de reconversión, el cual devino en un aumento del tipo de cambio, por efectos de desconfianza y expansión de la demanda de bienes y divisas para deshacerse de los bolívares.
La plataforma Patria, un mecanismo de ayuda clientelar que en nada subsana la crisis de la pérdida de poder de compra y miseria de un país que perdió los horizontes de la pobreza, acompañados de una tímida pero sostenida expansión de la masa monetaria, llevaron al tipo de cambio a sobrepasar 5,14 bolívares digitales, es decir 5.140.000 bolívares soberanos, obligando al ente emisor a anunciar una intervención de emergencia este lunes cuatro de octubre para lograr disminuir el alza. Es menester aclarar que el tipo de cambio no subió como consecuencia de la reconversión, sino debido a la incertidumbre y años de rezagos cambiarios que lo mantienen sobrevalorado, en tal sentido, la incertidumbre más años de rezago e intervenciones causaron estas distorsiones, lo que preocupa es el rol policíaco asumido por el Estado en torno a comerciantes a quienes se les obliga so pena de acciones penales, a vender al tipo de cambio del Banco Central, valdría la pena preguntarle a estos eruditos económicos ¿ Sí la cotización del BCV supera a la del mercado paralelo entonces se aplicarían acciones penales en contra del Estado?
Todas estas conductas contravienen aquella primera clase de microeconomía como curso obligatorio, la economía es conducta, y desde luego al sumir a la colectividad en la confusión, el caos y la simulación, los resultados no pueden ser distintos.
Los hombres ambiciosos que afectan señoría en sus ciudades, abrense en ellas rumbo mostrándose parciales de la muchedumbre, y halagándola con ciertos simulacros o apariencias de libertad. Giambattista Vico.
El mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente. John Maynard Keynes.
Fe de errata y rectificación:
En la columna del día 25 de septiembre intitulada: “Incertidumbre, desconfianza, caos y rumorología. Los acompañantes del bolívar digital”, por error involuntario indiqué que el Banco del Tesoro había presentado fallas en su plataforma, lo cual no es cierto y obedece a un error material involuntario, mismo que fue subsanado pero que en aras de la seriedad del diario El Carabobeño y además del respeto a la verdad, debo reconocer y extender disculpas a la Gerencia de Asuntos Públicos del Banco del Tesoro, ratificando que dicho error ya fue subsanado el mismo miércoles 27 de septiembre.