Paul Krugman: ¿Y si las cosas estuvieran a punto de mejorar?

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Ha sido el verano del descontento. A principios de año muchos esperábamos experimentar mejoras drásticas en nuestra calidad de vida. Vacunas milagrosas ofrecían la esperanza de poner fin rápidamente a la pandemia y de recuperar la vida normal. Esperábamos que la vuelta a la normalidad sentaría las bases de una recuperación económica veloz. Cuando el presidente Joe Biden predijo un “verano de dicha”, no parecía irrazonable.

Pero no pudo ser. La velocidad de la vacunación, tras los primeros éxitos, se paralizó debido a la resistencia generalizada, intensificada por informaciones tergiversadas y desinformaciones políticamente motivadas; y en un país mal vacunado, la variante delta provocó una tercera oleada de contagios. Si bien el aumento del empleo ha sido rápido según criterios históricos, la economía se ve afectada tanto por la persistencia de la covid-19 como por las marañas en las cadenas de suministros. Y el aumento de los homicidios ha revivido parte de los antiguos miedos distópicos a la descomposición social.

El resultado ha sido una frustración generalizada y mucha gente prediciendo que las cosas seguirán mal o irán a peor en los próximos meses.

¿Pero y si la melancolía actual fuera excesiva? Como saben los lectores habituales, no soy optimista por naturaleza; estoy tan aterrado como cualquiera debería estarlo ante la amenaza que el radicalismo de derechas representa para la democracia estadounidense. Pero hay buenas razones para pensar que en un futuro bastante cercano veremos un avance considerable contra las tres C: covid, contenedores (es decir, cuestiones relacionadas con la cadena de suministros) y crimen. No tuvimos nuestro verano de dicha, pero podríamos estar encaminándonos a una primavera de alivio.

Comencemos por la situación de la pandemia. En este momento, la oleada causada por la variante delta está en claro retroceso en Estados Unidos. Es más, hay razones para esperar que esto no es un falso amanecer, porque el Gobierno federal y un número cada vez mayor de empresas privadas se han puesto serios y exigen a los trabajadores que se vacunen.

Y el muro de resistencia contra la vacuna ha resultado ser mucho menos sólido de lo que parecía. Hace unos meses, los sondeos indicaban que los trabajadores preferirían dejar el trabajo antes que aceptar la vacunación obligatoria. Lo cierto es que los empleadores que ya han impuesto esa obligatoriedad —por ejemplo, en la atención sanitaria—, en general se encuentran con que solo el 1% o el 2% de sus trabajadores cumplen la amenaza.

Nada de esto significa que la covid vaya a dejar de preocuparnos en un futuro inmediato. Pero sí parece que, por fin, avanzamos hacia una situación en la que los estadounidenses vacunados pueden sentirse bastante seguros al reanudar el trabajo presencial, salir a comer y —lo más importante— enviar los niños al colegio.

¿Y qué hay de los problemas con la cadena de suministros? Me parece justo decir que casi nadie predijo la “Gran Maraña”, el caos logístico que tiene filas de cargueros navegando frente a la costa de California en espera de un lugar para atracar, empresas de automoción sin poder cubrir la demanda por escasez de chips semiconductores, y más. Pero dos de los principales factores que han provocado este caos parecen estar amainando.

En primer lugar, el retroceso de la pandemia debería ayudar a mitigar los problemas de la oferta, porque al menos algunas interrupciones han estado causadas por cierres relacionados con la covid y la incapacidad o la negativa de algunos trabajadores a realizar actividades de riesgo. A medida que caen los contagios, esas interrupciones deberían ir reduciéndose.

Probablemente aún más importante es que muchos de nuestros problemas con la cadena de suministros estaban causados por la forma inusual de la demanda durante la pandemia, que hizo que los consumidores comprasen menos servicios, pero más mercancías: máquinas de ejercicio porque no podían ir al gimnasio, sistemas de entretenimiento en casa porque no podían ir al cine. Las compras de bienes de consumo duraderos se dispararon respecto a la tendencia previa a la pandemia, y el mundo no tenía capacidad para mover todas esas mercancías sin grandes retrasos.

Pero la fiebre de compras de mercancías se ha reducido enormemente en los últimos meses, y debería reducirse aún más a medida que regresa la vida normal. Esto debería disminuir la presión sobre el sistema. Puede que todavía resulte un poco difícil conseguir los regalos de Navidad, pero sería sorprendente que la tensión no se alivie considerablemente a comienzos del año próximo.

Homicidios

Por último, el crimen. El año pasado se produjo un aumento drástico de los homicidios, aunque las tasas de asesinatos siguen muy por debajo de las que había en la década de 1990. ¿Pero anunciaba la subida de los homicidios un retorno a los malos tiempos, o se trataba de una aberración relacionada con la pandemia?

Pues bien, los datos de Nueva York al menos indican que 2020 no fue el comienzo de una tendencia. La tasa de homicidios en lo que va de año se sitúa por debajo del periodo correspondiente del año pasado; en las últimas cuatro semanas estaba un 14% por debajo de la del año anterior. En conjunto, hay bastantes buenas razones para creer que a principios del año que viene la vida nos parecerá mucho mejor que ahora.

Naturalmente, esa mejora en el estado de ánimo de la nación tendría grandes repercusiones políticas y deberíamos esperar que los republicanos harán todo lo posible por volver a empeorar las cosas; puede que Mitch McConnell se haya encogido ante la perspectiva de crear una crisis financiera mundial por el techo de gasto, pero sin duda nos esperan muchas jugarretas. Aun así, me siento cautelosamente optimista. ¿Habrá sido algo que he comido?

Premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción de News Clips

 

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