Hay quien se pregunta por el hecho de que por qué no hubo alguien esa noche del 13 de abril de 2002, que detuviera a Raúl Baduel de aquella locura, que iba a cometer, al buscar a Chávez a La Orchila, y restituirlo en la presidencia de la República; luego de que éste le hubiera puesto la renuncia al Alto Mando Militar, según las palabras del entonces ministro de Interior y Justicia, general Lucas Rincón, en cadena nacional, donde le informaba al país a tal respecto; lo que significa que ya toda Venezuela estaba convencida, de que Chávez no podía seguir gobernando, sobre todo, porque ya había demostrado hasta la saciedad, que era un aventurero, y que lo que venía a continuación era rescatar la racionalidad política.
Por supuesto, ya Baduel había demostrado que no estaba bien de la cabeza, para asombro de la opinión pública, cuando en una entrevista se confesó seguidor de una corriente filosófica-religiosa orientalista, que profesa la creencia en la reencarnación y, en ese sentido, dijo que él en una vida pasada había sido burgomaestre de un condado de Alemania; algo así. El hecho es que allí no había racionalidad alguna; partiendo de la circunstancia misma de que los militares ese día se alzaron con el poder, y manejaron a Pedro Carmona a su antojo; sacándolo de una reunión, que sostenía con la dirigencia política, empresarial y sindical del país en Venevisión; donde se armaba gobierno, para los militares cogerse el asunto para ellos, y formarlo con él a espaldas del país.
He allí el momento cuando Chávez pide que le den la partida secreta, que le corresponde al ministerio de Interior y Justicia; que sumaba unos 8 millones 500 mil dólares; según se cuenta de los entretelones del asunto; para irse a Cuba, y lo que hacen es darle una cachetada. Precisamente, fueron los mismos militares, que se alzaron en la Plaza Altamira de Caracas, y la declararon zona libre de Venezuela; que no dejó de ser tampoco una locura. Es decir, el país quedó como un barco ebrio a la deriva. Fue el instante, cuando más cobró razón esa observación de Carlos Andrés Pérez cuando, al referirse al alzamiento del 4 de febrero de 1992, dijo que la dirigencia política de ese momento pensaba que estaba formando profesionales de las armas en las academias militares; cuando lo que estaba formando era golpistas, y que no tenían una idea, de lo que eran las instituciones; como lo vinieron a demostrar al violentar el juramento militar, y convertirse en felones. El hecho mismo de la juramentación en el famoso Samán de Güere de Chávez y de sus otros compinches, donde estaba la figura de Raúl Baduel, con todo lo acartonado del caso, no dejaba de ser una chifladura; pero además de felón, como se lo escribió Vargas Llosa en una ocasión, Chávez era un ignorante. Ni siquiera sabía para los días en que propiciaba el golpe, que el gobierno de Carlos Andrés Pérez había logrado un milagro económico, para asombro de todo el mundo, y que Venezuela, según el modelo económico que estaba aplicando, iba camino de convertirse en un Tigre Asiático, como se decía en ese momento; aparte de que no dejaba de estar presente en esa logia de golpistas el culto a Bolívar, y no sin razón se comenzaron a llamar “bolivarianos”.
Por supuesto, se trataba del militar de mayor ascendencia en ese círculo de altos oficiales de los cuatro componentes armados, como lo demostró esa noche del 13 de abril, al traerse a Chávez; sin que nadie fuera capaz de detenerlo, repito, y el que lo honraría otorgándole el grado de general en jefe, una jerarquía que hasta entonces no se le concedía a nadie; habiéndolo sido Eleazar López Contreras, y el cual la obtendría gracias a una acción parecida a la de Baduel, y es que aborta en 1928 un golpe de Estado, que le iban a propiciar a Juan Vicente Gómez, y con el perdón de la digresión. Fue el momento en el que se le vio llorar a Baduel, públicamente; cosa que no se lo perdonó la periodista Marianella Salazar, por pudor femenino. He allí la luna de miel, que entonces vino a tener lugar entre Chávez y Baduel, y a quien coloca como ministro de la Defensa, y aquello son elogios el uno con el otro en esas cadenas televisivas.
Fue una lástima para el país, el que no estuviera en el yo de Baduel el otro, que vino a manifestarse con ocasión del discurso, que pronunció con motivo de su retiro de dicho ministerio, al momento de cometer dicha locura; cuando vino a demostrar que, incluso, tenía mucho más vuelo teórico que Chávez; que manejaba con más precisión las tesis del marxismo, que éste, aun cuando Chávez se las daba de muy ilustrado en la materia. Fue entonces cuando le manifestó que la vía que llevábamos no era la adecuada, que no era sino la de un socialismo, que en todo lugar y a toda hora había resultado un fracaso; lo que vino a significar la ruptura para siempre con el otro.
Al tiempo veríamos al general Baduel caer preso; llevado a la cárcel de Ramo Verde (Los Teques), donde permaneció por una buena temporada, y esto porque; por un lado Chávez tenía una gran deuda moral con él, y le pagaba, en efecto, como paga el diablo, y por el otro, porque Baduel siempre representó un peligro para el régimen, tomando en cuenta el liderato, que conservaba todavía en las fuerzas armadas, y el que le hubiera permitido encabezar un alzamiento militar, y de modo que se le tenía en el más absoluto aislamiento y, al final, lo vimos salir de la prisión, y refugiarse en su casa de Maracay, de donde fue sacado de nuevo, y llevado a la famosa “Tumba del Sebín”.
Está demostrado que no sufría de Covid-19, que es la versión del gobierno, para justificar su muerte, el hecho cierto es que esta circunstancia sustancia aún más el expediente, que se le ha abierto a Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional.
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