El diálogo a puertas cerradas en México avanza hacia la tercera reunión afrontando obstáculos tanto internos como externos, previsibles e imprevistos, inherentes al proceso o intencionalmente creados con miras a torpedear su desarrollo.
El diálogo demás de enfrentar claras injerencias internacionales, sufre internamente las consecuencias del poder dual. Bajo el imperio de la polarización conocemos y evaluamos su desarrollo; las noticias y opiniones sustentadas o no en torno al proceso. Todo ello bajo la nada inocente mirada de instancias internacionales supuestamente expertas en asegurar la solución pacífica de problemas y controversias; de Gobiernos, autoridades nacionales e internacionales y, fundamentalmente, a través de medios de comunicación convencionales y en línea.
Es importante destacar que los medios nacionales continúan alineados políticamente e intencionalmente alimentan la polarización. En razón de nuestra posición política y en tanto audiencias escogemos como y donde informarnos sobre el dialogo. Por ello debemos hacernos varias preguntas. ¿Estamos conscientes que en su mayoría los medios dada su afiliación o preferencia política, alimentan informativamente la polarización? ¿Evaluamos y juzgamos, interpretamos y decidimos que es falso y que cierto? ¿Quién nos engaña y quien supuestamente dice la verdad? ¿Contrastamos las informaciones? Igualmente ¿Quién apoya y ayuda al diálogo? ¿Quién lo torpedea? ¿A cuál o cuáles medios le atribuimos más confianza, credibilidad y legitimidad? ¿Aquellos que ratifican mi posición política? ¿Que respetan los derechos de la audiencia? O ¿Aquellos que están alineados con la polarización? ¿Qué manipulan o ajustan la información para complacer una determinada fuerza política? ¿Somos víctimas y/o promotores de la polarización? ¿Nos desempeñamos como audiencias activas?
La audiencias activas dotan o no de confianza, credibilidad y legitimidad al poder transmediático. Es obligante salir de la zona de confort y demandarnos si somos receptores activos, críticos e influyentes. En carácter de audiencias “activas” deberíamos tener un papel más protagónico, selectivo y crítico, en desmedro de un desempeño manipulable y pasivo.
Cómo y dónde nos informarnos ha devenido en una cuestión tanto de fe como de política.