Earle Herrera: Retorno de los cuaternarios

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Son los abuelos de la Cuarta, llámense cuarteros, cuartistas o cuaternarios. Este último vocablo parece más apropiado por su connotación geológica. Vienen de lo que un poeta adeco llamó, en un peligroso arrebato lírico, la abismal aurora de los tiempos. Se les creía extintos, como al tigre de Tasmania, pero como a este, muchos dicen que los han visto cruzar las autopistas en la insondable penumbra de las noches (ibid).

¡La Cuarta República vive y está de vuelta!, exclamó un viudo del puntofijismo, mientras con el dedo le daba vuelta al guisqui con 7UP, rito de la cultura adeca, asimilado por Copei. En la otra mano, sostenía una arepa de bofe, con seso y guasacaca. El verbo del compañero Bernabé es un legado de Pérez. El de Ramos Allup perpetúa la oratoria periclitada de Betancourt. Con Caldera, murió un estilo. Leoni, Luis Herrera ni Lusinchi dejaron legado. Fueron principio y fin en sí mismos, como patologías autoinmune.

Las elecciones que convocó el CNE para el 21 de noviembre exorcizaron las ánimas solas y las almas en pena de la Cuarta República. Regresan sin gloria pero también sin pena y sin vergüenza, que en política todo rubor es un estorbo. A Juan Bimba le rasgaron el liquiliqui por las rodillas y más arriba, para ponerlo a tono con la moda que enterró para siempre el zurcido invisible, signo de una Venezuela motolita y vitoqueada. Le sacaron el bollo de pan que llevaba en el bolsillo –símbolo de la Venezuela gallegueana- y le zamparon una hamburguesa de tres pisos.

Cacarea por Sucre Ramón Martínez, como pataruco afónico. Por Anzoátegui, aspea las manos el jurásico Barreto Sira, luciendo botas mayameras. En Nueva Esparta, reparte maíz cariaco Morel Rodríguez y le promete a cada ñero y ñera un cartón de bingo. Los valles de Aragua reciben al “Burro” Martínez, con su pin de Alfaro Ucero en la solapa y su exceso de pino silvestre que aturde al auditorio. Y un tal Galíndez ofrece manteca de culebra y la Emulsión de Scott gratuita al ilusionado Cojedes. La Cuarta resucita, señoras y señores, con su tufo a naftalina, valeriana y 27F, ay de ti. Como diría el doctor Caldera, el Tigre Fernández se relame en su caverna umbría.

Mirando a sus cachorros, suspiran Ramos Allup y Bernabé Gutiérrez, mientras se pasan la bolsita de pistachos.

 

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