Son muchas las bajas humanas que el país ha tenido en estos casi dos años de pandemia derivada del Covid-19. Algunas nos han tocado muy de cerca en lo personal habiendo sido imposible testimoniar nuestros sentimientos oportunamente. Sin embargo hay casos muy especiales. Uno de ellos es el referido a nuestra querida y admirada Lía Bermúdez.
Se trata de una artista en el sentido más amplio de la palabra. No sólo por su extraordinaria obra como escultora, bien conocida en todo el país, en el continente y en buena parte del mundo, sino también por su trabajo y dedicación para la difusión de la cultura y el arte como contribución fundamental para la formación ciudadana.
Recuerdo con admiración, como secretaria de cultura del gobierno zuliano, en la administración de Gilberto Urdaneta Bessón entre los años de 1979 a 1982, el trabajo incansable de Lía. En todas las áreas y ambientes de la región se habla permanentemente de su obra. Pareciera innecesario hacer un recuento detallado de sus ejecutorias y de su labor personal en desarrollo de sus habilidades naturales.
Al mismo tiempo tenemos que destacar la extraordinaria condición humana de este personaje. Tuve la fortuna de tratarla personalmente e incluso de tenerla muy cerca en el vecindario en Los Geranios en Caracas, durante un tiempo.
Cuando iniciaba mi gestión como primer gobernador electo y reelecto del Estado Zulia en 1990, una de mis preocupaciones mayores era la situación en que se encontraba la remodelación del Teatro Baralt y, entre otras, la transformación del viejo Mercado cerrado en un centro adecuado para la cultura y las artes. Le propuse a Lía que asumiera ella la responsabilidad de dirigir la Fundación que se había creado para tales fines que trabajaba muy lentamente, quizás por falta de recursos o de suficiente interés de las autoridades. Aceptó y yo asumí el compromiso de respaldarla con todo cuanto estuviera a mi alcance. Entre otras cosas, logramos el respaldo pleno del Presidente Carlos Andrés Pérez y de las instancias del gobierno nacional competentes para el tema cultural y artístico.
Con cierto grado de apoyo financiero de esas entidades, se logró la inauguración y puesta en servicio formal del Centro de Artes de Maracaibo con el nombre de Lía Bermúdez. Tanto ella como su mano derecha de la época, el Dr. Régulo Pachano, hijo de otro zuliano notable su padre, del mismo nombre, eminente médico y ex-rector de la Universidad del Zulia, realizaron una extraordinaria labor que está a la vista de propios y extraños.
En el oficio funeral del pasado sábado en el Cementerio del Este, sentí un profundo vacío. Pido a Dios que la tenga como merece allá en los Cielos. Esta semana abandono la política activa de estos días para consagrar mi recuerdo a esta venezolana-maracucha integral.
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